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En defensa de la profesión, la verdad y el honor

En defensa de la profesión, la verdad y el honor

miércoles 10 de septiembre de 2008, 23:31h
La odiosidad que se está enseñoreando en el ambiente político del país ha tenido una nueva víctima. Nuevamente un periodista es el que ha sido basureado, enjuiciado y victimado en público, con felonía y alevosía.

Un personaje de la política nacional que a veces ha ofrecido un rostro de supuesta seriedad, decoro y hasta de ecuanimidad, llevado por la pasión electoral y por el inconfesado objetivo de atacar a la Presidenta de Chile, ha intentado ensuciar la trayectoria profesional y la moral personal de un periodista.

Con insinuaciones arteras, tirando la piedra y tratando de esconder la mano, este personaje, ha presentado oblicuamente, al colega Hugo Guzmán Rambaldi como instrumento, “contacto”, “colaborador” de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) de Colombia en Chile, y en pleno Palacio de La Moneda.

Eso es lo que han querido trasmitir, el personaje de marras que nos ocupa, y quienes han participado de este burdo montaje a través de un periódico nacional, con suposiciones, medias verdades o franca manipulación, más propia de la guerra sicológica que de la información, el periodismo o la investigación político o judicial.

Se acusa - en realidad, se acosa- a un profesional destacado y con una importante trayectoria nacional e internacional, de simpatías y compromiso ideológico y político con las FARC.

Lo único cierto es que su nombre aparece mencionado en los famosos mail extraídos, según se afirma, del computador del ex jefe de la FARC, conocido como Raúl Reyes, asesinado por fuerzas colombianas en territorio ecuatoriano, lo que es omitido cuidadosamente en las informaciones.

Nadie le preguntó nada a Guzmán antes de hacer las insinuaciones, que agreden moralmente al profesional, porque no era un secreto para nadie, que efectivamente tuvo vínculos profesionales con las FARC y con el propio Reyes, cuando en México, cubrió las negociaciones entre el gobierno de Colombia y los  representantes de las FARC.

Guzmán fue  periodista  en México, en Canal 11 y en el diario “Jornada”, y cubrió ese proceso y otros en que guerrilleros y personeros gubernamentales de El Salvador y Guatemala , por ejemplo, buscaban a través de las negociaciones de paz, superar los conflictos que ensangrentaron sus países.

Por otro lado, el hecho de cubrir informativamente un sector político no convierte al periodista en “simpatizante”, “allegado” o “cómplice” de un grupo, o una causa.

Cubrir informativamente, por ejemplo a la Fundación Pinochet o algunos de los defensores de la dictadura de Pinochet, no convierte al periodista en propagandista de los crímenes de la dictadura, al margen de las relaciones formales de respeto que deben darse entre el profesional y sus interlocutores.

Pero parece que el concepto que impera en algunos sectores es que el periodista debe ponerse a su servicio, o entregarse ideológica y políticamente a los que ostentan o el poder o la riqueza.

El Colegio de Periodistas de Chile debiera tomar la palabra en este asunto, en defensa del periodismo, de la verdad y de la justicia. Poco democráticos, poco serios, y poco honorables estos personajes, a pesar de los cargos y de la imagen que pretenden mostrar.

Porque además se trata de un problema político.

Aquí, ciertamente, Guzmán no es el objetivo principal.

En realidad, todo este miserable montaje está dirigido contra la propia Presidenta de la República, Michelle Bachelet, como todas las anteriores campañas de “guerra sicológica”, de hostigamiento y de erosionamiento de su imagen, puestas en marcha por la derecha política del país.

Además, pretende criminalizar la lucha, por ejemplo, contra la dictadura de Pinochet por la recuperación de la democracia en Chile, que se dio en muchos planos, incluido el que se conoce como el “Derecho a la Rebelión” de los pueblos contra la tiranía, reconocido incluso por la Iglesia Católica.

Se trata de una “guerra sucia”, de ataques para “asesinar” la imagen de la mandataria, de erosionar la adhesión que la presidenta tiene en la población, y que para la derecha es un “capital político” que es necesario destruir, para así acercarse a La Moneda y reconquistar el poder que perdieron al terminar la dictadura de Pinochet.

Porque este es otro problema no menor. Cuando este personaje, cuando los medios que reflejan sus posiciones o comparten la estrategia, hablan de nexos de un funcionario de La Moneda con el “terrorismo internacional”, se olvidan de su propio pasado, de su techo de vidrio.

Porque la derecha chilena no se puede hacer la olvidadiza de que, a pesar de que hoy participa del ambiente democrático de Chile, tiene su conciencia y su vida política  manchada por su participación en la dictadura, su complicidad con las violaciones a los Derechos Humanos, los crímenes, y al terrorismo internacional de la DINA, de Pinochet, Manuel Contreras y otros.

Ahí sí se puede hablar no sólo de simpatía, sino que de complicidad con actos concretos de terrorismo y crímenes, y en más de algún caso con responsabilidades penales directas en los crímenes. Es cuestión de comenzar a escarbar. Por lo menos, ellos no tienen autoridad moral para rasgar vestiduras.

El hecho de que a 35 años del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, la sociedad chilena haya actuado con extrema generosidad con quiénes compartían ideales y acciones con la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) de la dictadura, los debiera, por lo menos, ser más cuidadosos en sus palabras.

A no ser que su conducta, su altanería, y su encono político de hoy sea el prólogo de una versión 2008 de la sedición y el golpismo de 1973. Lo cual no se debe descontar y tener en cuenta, también.

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Marcel Garcés
Periodista
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