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El imperio contraataca

El imperio contraataca

jueves 18 de septiembre de 2008, 00:17h
La crisis boliviana ha servido para aclarar las cosas. América del Sur muestra un rostro levemente diferente. No sólo se trata de las arrugas que trae el tiempo. También hay trazas de situaciones que vienen con el cambio del mundo.

Vamos viendo. El presidente Evo Morales enfrenta lo que es un abierto intento de desalojarlo del poder. ¿Las razones? Varias. La principal, haber asumido una línea lejana a la trazada por Washington para esta parte del mundo. Lo que, en la práctica, ha significado crear sin ambages un frente con su colega venezolano, Hugo Chávez. Además, Morales es indio y se permite amenazar la hegemonía económica y política de la minoría blanca. Y, como si eso no fuera suficiente cuenta con un apoyo superior al 60%.

Hasta allí, una historia que se repite desde David y Goliat. Pero esta vez hay algunas sorpresas. Empezando por la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Este es el organismo político latinoamericano con mayor peso específico que no integra Estados Unidos. Lo que debe ser interpretado como un intento de asumir independencia. 

Esta idea cobra mayor fuerza cuando se analiza la posición de la mayoría de sus integrantes. Entre los doce miembros, sólo uno puede considerarse incondicional de Washington: Colombia, con su presidente Álvaro Uribe profundamente comprometido en una guerra interna que él sostiene gracias al aporte de tecnología y labores de inteligencia norteamericanas. En el resto, los matices operan desde la socialdemocracia hacia la izquierda.

En la cita de Santiago hubo una ausencia notoria. Alan García, el presidente peruano, no llegó. Es que los hasta ayer aliados tradicionales, hoy reconocen diferencias. Los amigos de Evo Morales incomodan a García. Entre ellos, Ollanta Humala, líder nacionalista e indigenista del Perú. Además de Hugo Chávez.

Para Estados Unidos, la discrepancia con las naciones de esta zona del mundo no es tema que le inquiete demasiado. Pero, de cualquier modo, hay que mantener el orden. Históricamente no ha sido necesario ocupar la fuerza que emplea en Asia o América Central. Ha bastado con financiar medios de comunicación y grupos o partidos políticos opositores en operaciones encubiertas que ni siquiera han tenido que cuidar demasiado las formas. Chile es un buen ejemplo de ello.

En el caso boliviano, la llegada del embajador norteamericano Philip Goldberg a la Paz, el 13 de octubre de 2006, fue un presagio. La sola historia de Goldberg permitía prever lo que ocurriría y cuál era su misión específica. Entre 1994 y 1996, se desempeñó como jefe de la Oficina del Departamento de Estado en Bosnia. Plena guerra separatista de los Balcanes. Y Estados Unidos tenía una fuerte apuesta. Poco antes de llegar a Bolivia -2004 al 2006- fue jefe de la Misión en Pristina (Kosovo). Al diplomático estadounidense le correspondió consolidar la separación, que costó  miles de vidas humanas.

Tradicionalmente, Bolivia no acaparaba tanta atención de Washington como para destinarle un embajador de tales características. Pero, al parecer, los tiempos de la diplomacia norteamericana dijeron otra cosa. Los desplantes de Chávez, la firmeza demostrada por el presidente ecuatoriano Rafael Correa. Incluso, la elección de Fernando Lugo como presidente del Paraguay, parecen haber señalado la hora de dar una lección. Y Evo fue el elegido.

La expulsión de Goldberg es un síntoma extremo. Morales sabe que con su acción ha cerrado cualquier posibilidad de echar pie atrás. Y el hecho que Chávez lo haya respaldado tomando una medida similar con el embajador norteamericano en Caracas, no hace más que agregar una grada en esta escalera diplomática que se insinúa larga.

En la reunión de UNASUR en Santiago quedaron claras las diferencias y el restringido espacio en que se podrá mover la organización. Chávez volvió a dar clases magistrales de un histrionismo que a muchos molesta, sobre todo en la extrema derecha. Aquí, Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI) amenazaron con no aprobar el financiamiento de UNASUR en el Congreso. 

Es comprensible el malestar de la derecha. Y de algunos que, sin ser de esa orientación, también les incomoda el tono y el lenguaje del mandatario caraqueño. Pero lo que más disturba es su ideología. Se ha definido socialista. Esto, en un medio en que lo políticamente correcto llega hasta un neoliberalismo al que se le puede aplicar sensibilidad social en la medida de lo posible. Y nosotros sabemos que la medida de lo posible la imponen quienes manejan el poder. Ese es el pecado capital de Chávez. Que diga: “Váyanse al carajo, yanquis de mierda”, no es más que una anécdota.

Ahora hay que esperar el contraataque. 

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Wilson Tapia Villalobos
Periodista
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