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¿Estamos locos o qué?

La columna de Gema Lendoiro: Pajín, relájate

La columna de Gema Lendoiro: Pajín, relájate

lunes 08 de noviembre de 2010, 22:03h
Yo no soy gay y en mi fuero interno no entiendo la homosexualidad. La considero algo antinatural aunque es probable que me equivoque. No lo considero una certeza absoluta, lo considero una opinión mía, no traspasable al resto de la humanidad. Sin embargo creo y defiendo en que todos sus derechos sean equiparados. Es más, creo que el Estado no debe inmiscuirse en los asuntos de lecho de ningún ciudadano. No pregunto a nadie nunca sobre su opción sexual como tampoco pregunto sobre sus creencias religiosas, su concepto de la vida o su esperanza en ésta o en una del más allá. Acepto que somos distintos y que cada uno de los seres humanos que me rodean tienen una singularidad que es inviolable.

Es por todo esto que me produce una gran desazón ver cómo los abanderados de la modernidad, la progresía y el avance hacen propia la virtud de la tolerancia, la elevan a los máximos altares y la exigen a los “contrarios”. Y la verdad es que, salvo honrosas excepciones, además se ponen agresivos.

Con la visita del Papa estos días atrás se ha puesto de manifiesto ese odio ancestral hacia la Iglesia, hacia el contrario, hacia el que no piensa como nosotros. Vamos a suponerle a la Iglesia (en bloque) que es trasnochada, que es retrógrada, que es antigua, que dice cosas que son barbaridades, que no van con los tiempos. Vamos a suponerle todas estas cosas. Y una vez establecida esta premisa (que habría que debatirla en otro momento) hagámonos una pregunta. Si tú no eres católico, si tú no eres creyente, si a ti todo lo que los curas dicen no te afecta puesto que no perteneces a ese club, entonces ¿de dónde ese odio? ¿de dónde esas manifestaciones públicas? ¿de dónde organizar marchas para que gays se besen en la boca delante del Papa? (rotundo fracaso por cierto estos últimos, apenas cien en Santiago y cuarenta en Barcelona)

Unos ponen de excusa que esta visita sólo en seguridad cuesta una pasta pero no les importa que si van los Rolling Stone se gaste el mismo dinero. También cuesta dinero movilizar a las fuerzas de seguridad del Estado cuando hay partidos de fútbol importantes y son más veces que la visita del Papa. También se moviliza a la policía nacional cuando se celebra la semana del orgullo gay en Madrid (ya no es un día) y se hace cada año. Aquí hay para todos. Y si Fernando Alonso corre por la Castellana también sale de las arcas públicas organizar las cosas. Y se me ocurren miles de ejemplos que cada día requieren de los impuestos de todos y que no representan a todos. Esa queja no es viable. O hay para todos o no hay para nadie.

Dice la ministra Pajín que “las mujeres, también muchas católicas, decidieron entrar y salir de casa libremente” en respuesta a lo que Raztinger dijo de que la mujer encuentre en el trabajo y en el hogar su realización. Desde luego manipuló su discurso (ella es genial para hacer esas cosas) y además criticó algo con lo que seguramente ella estará plenamente de acuerdo. Me explico: yo no conozco personalmente a la señora Pajín (aunque me gustaría) pero convencida estoy de que si alguien que la quiera le desea todos los parabienes en su hogar (que se supone que ella tiene uno) y en el trabajo, ella se alegrará de que le deseen tamaña felicidad. Encontrar realización en el trabajo no es ningún delito, no es ningún pecado, no es ninguna falta. Aunque usted no se lo crea, señora Pajín, hay un montón de mujeres que disfrutan quedándose en su casa cuidando de su hogar, su marido y sus hijos. Puede que a usted le parezca trasnochado pero es real y como política debería usted conocer la realidad de su país. En cualquier caso yo la entiendo. Es decir, entiendo que no entienda esa forma de vida porque yo tampoco entiendo la forma de vida de los gays. Pero las respeto. Y no las critico.

En cualquier caso, si usted lo que hace es reclamar los derechos de igualdad de la mujer le diré que, en el trasfondo de ese discurso papal sobre la mujer y el hogar, no están esas oscuras intenciones que usted compara con la sección femenina. No. Están otras muy diferentes que son la defensa de encontrar ese difícil equilibrio que cada mujer de este país encuentra entre conciliar vida familiar y vida laboral. Le estoy hablando de esos cientos de miles de mujeres españolas que hacen malabares para trabajar y rendir en su trabajo después de una noche en vela porque uno de sus hijos ha tenido fiebre por la noche. Le hablo de esos apuros económicos de tantas para ver qué hacen, si trabajan o se quedan en casa porque la guardería o la chica cuestan más o menos lo mismo que la cuidadora. Le hablo también de los terribles remordimientos de conciencia que miles, cientos de mujeres tienen cuando se separan de sus bebés y niños pequeños para ir a trabajar y se preguntan por qué se sienten tan mal cuando no están haciendo nada malo. ¡Sólo están trabajando! Y es que todas estas cosas le pasan a muchas mujeres y es a esto a lo que hace referencia el Papa cuando habla de la realización en el trabajo y en el hogar. No se vaya usted a pensar que se refería a tener la casa como los chorros del oro y los sofás llenos de tapetes hechos a ganchillo. Eso sí es de otra época.

Yo sólo me planteo por qué yo sí tengo que respetar las opiniones de los demás y algunos sectores, como los de cierta izquierda y sobre todo la parte más visible (que no la más numerosa) del colectivo gay no respetan a los que somos creyentes y sí nos gusta que venga este Papa.

Señora Pajín, bueno mejor te llamo de tu. Leyre, relájate. Tampoco es para tanto. Ah, y no olvides una cosa. En España, aunque seamos un país aconfesional, todavía somos mayoría los católicos.


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