Tenía yo quince años cuando murió Franco. Hacía uno que llevaba pantalón corto y el pelo peinado hacia atrás, ritos de paso de aquellos tiempos. Luego las cosas no ocurrieron tan rápidamente como muestran los documentales, pero el gran temor de todos, otro enfrentamiento, se exorcizó entre medias verdades a los militares, engañifas a los Procuradores del búnker y mucho diálogo con la oposición en la clandestinidad. Un hombre del que se habla poco pero que debió ser excepcional en muchos aspectos, Torcuato Fernández Miranda, diseñó las cosas para que no hubiera dudas del objetivo, la democracia, ni violencia en su consecución y se inventó aquello tan extraordinario: De la ley a la ley a través de la ley y dinamitó el franquismo.
Pocos años después, Tejero y sus compinches en aquella mala charlotada fueron juzgados por un Consejo de Guerra y las sentencias revisadas al alza por el TS. Y entonces llegó Felipe, sin apellido, y el mundo en blanco y negro empezó a tener color.
En apenas unos años, cuatro o cinco, tuvimos educación, sanidad, pensiones y un sistema fiscal para todos. Y Comunidades Autónomas. Luego entramos en la CEE, ya éramos europeos. España despegaba, el crecimiento económico fue el más alto de la CEE durante varios años, hasta 1989, año en que asumimos la Presidencia de la Comunidad Europea.
Hubo que crear instituciones, reeducar a los militares, jubilar a los mandos franquistas, reinventar una administración, dotar al país de una red ferroviaria y una red de autopistas y luchar contra el terrorismo.
De aquellos mandatos faltó la transición del Poder Judicial que se fue posponiendo y posponiendo hasta hoy que, con más o menos tino, el tiempo, la voluntad de los propios jueces y fiscales y la evolución de los tiempos, se ha convertido en un Poder democrático. Pero débil, lamentablemente.
El poder judicial necesita más medios humanos y económicos. La media europea es de 22 jueces por 100.000 habitantes. En España es de 12. Sólo este déficit hace que los juzgados estén saturados y sobrecargados proveyendo una justicia lenta a la ciudadanía (2023: 4 millones de expedientes pendientes).
También hace falta una tecnologización profunda del sistema, el mismo software para todos, no uno por cada CCAA e incompatibles entre sí; la digitalización total del procedimiento, primar los méritos sobre la antigüedad y mejorar la eficiencia del sistema pues nuestro gasto, 97€ por habitante y año, es superior a la media Europea, 85€ hab/año.
En fin, en estos años, tras seis presidentes, Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy, he visto crecer al país y avanzar con más suavidad que trompicones. Todas las disputas contingentes, los agravios y desagravios de unos y otros, quedan olvidados, pequeños recovecos de la historia para investigar el detalle, pero el conjunto de la obra es positivo y de avance. Y dentro de unos años, cuando Sánchez ya no sea presidente, veremos que el país también habrá avanzado con él. Sus trapacerías, la arena política enfangada de estos años, la torpeza de la oposición y la polarización en bandos se olvidarán y habrá otro presidente, otro gobierno y otro parlamento y España seguirá avanzando porque somos buenos en ser españoles.
En el camino, veremos si las acusaciones que salpican hoy a Sánchez terminan de embarrarlo y conducirlo a la dimisión o si quedan en nada. He visto ir de la ley a la ley, he visto condenar a 30 años a los militares golpistas, he visto entrar en la cárcel a José Barrionuevo y Rafael Vera, respectivamente, ministro y secretario de estado de interior con González. He visto a un presidente de CCAA (Jaume Matas), a un vicepresidente del gobierno (Rodrigo Rato), a un ministro (Eduardo Zaplana) e incluso a un miembro de la familia Real (Iñaki Urdangarín) en prisión por corruptos. Mal que bien, la justicia funciona y los gritos de estos días y de días pasados, en español o en catalán, minando su independencia y su arbitrio, también pasarán, aunque dejen arañazos en un sistema que necesita reformarSE.
Estamos mucho mejor de lo que nos parece y somos mucho mejores de lo que nos creemos, pero la apuesta de unos políticos mediocres por dividirnos y enfrentarnos empaña y distorsiona la realidad y no lo vemos claro, pero somos la hostia.