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El conocimiento inútil y la santa del "no es no"

jueves 28 de mayo de 2020, 15:39h

Que Aristóteles estableciera una relación directa entre el conocimiento, la verdad y el placer inútil, que el Quijote fuera un personaje inflado de inútil sapiencia al no aplicarse a cosa alguna que no fuera la erudición estéril, o que Bertrand Russell sentenciara que “el conocimiento inútil puede producir un gran placer”, evidenciando que el gozo intelectual no tiene por qué estar en disonancia con el placer sensual sino complementarse, justifica más que sobradamente el interés del dato, facilitado en el portal Noome.net, que evalúa para España el número de mujeres llamadas Maria Goretti en cifra que supera las mil cuatrocientas, lo cuál, como toda cifra dice muy poco sobre todo si no existe la posibilidad de compararla con dimensiones de campos de fútbol, pero que, por decir algo, representa al 0,00327% de la población del país.

Hasta aquí, la inutilidad del conocimiento parece moverse en predios del total de la totalera, pero un súbito cambio de rumbo lleva a la constatación de que la presencia en el solar patrio de la santa italiana, cuya festividad se celebra justo la víspera de san Fermín, es más que significativa, porque en la Iglesia Santa Maria Goretti, Málaga capital y muy cerca de la parada de Metro de Barbarela, no solo se custodia una interesante reliquia, un pedacito de la falange de un dedo que se muestra a los fieles en su día 6 de julio y en las misas de nueve y media de la mañana y ocho de la tarde, sino que desde la portavocía parroquial se ha empezado a considerar a su patrona, de manera semioficial, como “la santa del no es no”.

Así, la mundialmente conocida como “mártir de la pureza” y persona más joven del Santoral Católico, ha quedado asociada, al menos en la parroquia malagueña, a las campañas de sensibilización que empezaron a recorrer el mundo en 2009 por decisión de Naciones Unidas y con el protagonismo de la actriz Nicole Kidman, que a día de hoy siguen plenamente vigentes entre colectivos y entidades públicas, especialmente municipios, como respuesta activa a la indignación y espanto que provocan las agresiones sexuales a las mujeres y la violencia machista en general.

Desde un punto de vista hagiográfico el caso de Maria es extraordinario, porque en menos de cincuenta años, exactamente cuarenta y ocho después de su muerte el 5 de julio de 1902, pasó del anonimato a los altares cuando el Papa Pío XII la proclamó santa en la inolvidable jornada del 24 de junio de 1950.

El camino del martirologio y consagración oficial empieza cuando Alessandro, uno de los Serenelli con quien los Goretti compartían cobijo en los pantanos Pontinos devastados por el paludismo y la miseria atroz, intenta violar a la niña que aún no había cumplido los doce años, y después de intentar penetrarla infructuosamente le acaba infligiendo catorce brutales heridas de arma blanca que acaban con su vida.

Tras el luctuoso suceso se inicia un proceso judicial en el que el agresor relata que, tras empujar violentamente a la niña sobre un banco le levantó el vestido e intentó poseerla, a lo que María respondió con una reconvención: “A Dios no le gustan estas cosas”. Pero el homicida la amenazó con un punzón de grandes dimensiones y ella, con un hilo de voz dijo: “Si, si, si”, aunque años después y con lo procesal ya mezclado entre judicial y canónico, el matador recordará de manera indubitable que lo que había susurrado era: “No, no, no”. Sea como fuere, en aquel tiempo ni la Iglesia ni la prensa le dedicaron al caso la menor atención.

Todo empieza a cambiar cuando en 1928 Benito Mussolini, Presidente entonces del Consejo de Ministros Reales, decide emprender el proyecto imperial de desecar y sanear las muy insalubres lagunas Pontinas para recolonizarlas con campesinos procedentes del Véneto y la Emilia. Como quiera que cada grupo de aparceros trae su propio patrón o patrona y la imagen correspondiente, se considera más adecuado al proyecto la entronización de una santa local y común, de manera que en 1929 los restos de Maria se trasladan a la iglesia de la Annunziata de Nettuno, en la costa playera de la provincia de Roma, y el líder del partido fascista ordena al conde Orsolini Cencelli, presidente de la Opera Nazionale Combattenti, que financie generosamente a la congregación religiosa de los pasionistas, guardianes de los venerables despojos, para que pongan en marcha y con todos los medios necesarios el proceso de canonización.

Los fascistas perdieron la guerra, Mussolini acabó fusilado y colgado boca abajo, los soldados estadounidenses invadieron toda Italia y Pío XII, empezó a contemplar horrorizado como se acortaban las faldas, se bailaban danzas procaces al ritmo de músicas compuestas por el mismísimo diablo y las costumbres se relajaban hasta extremos inconcebibles. Como barrera y freno a este libertinaje generalizado se consideró la oportunidad de oponer una figura que exaltara la virtud y modestia propias de la mujer cristiana, y el 25 de marzo de 1945 se inició el proceso de beatificación de María Goretti. El proyecto papal contó con la inestimable colaboración de un ateo irredento, Enrico Berlinguer, que a comienzos de los años cincuenta era Secretario General de la Federazione Giovanile Comunista Italiana, y que pasó a defender la figura de Goretti como la de una trabajadora desheredada y explotada, víctima del sistema capitalista y ejemplo de dignidad femenina. Poquito más de cinco años después subió a los altares como Santa de la Iglesia Católica.

En el feo y desabrido Santuario de Nettuno se conservan sus restos en una hornacina de cristal transparente donde reposa la figura en cera de una hermosa preadolescente de suaves cabellos castaños, envuelta en un elegante vestido de deslumbrante seda blanca. Imagen en todo ajena a la realidad que el historiador Giordano Bruno Guerri apunta en su libro Pobre santa, pobre asesino, tras muchos años de escrupulosa investigación. Giordano describe a María como una niña escuálida y de baja estatura, un metro treinta, raquítica, un poco jorobada, de piel amarillenta y opaca, cabellos ásperos, sucios, cubiertos de piojos y tapados por un velo negro, pies siempre descalzos, cubierta con un vestido de algodón hecho andrajos, sin nada debajo, y un sencillo jubón de lana.

Ni qué decir tiene que la publicación del libro en 1984, con una primera edición en español de 1986, puso a la curia vaticana en pie como un “obelisco”, pero el autor se curaba en salud y defendía su oportunidad tras el prólogo con una cita y mandato del Concilio Vaticano II: “Recondúzcase a la verdad histórica las pasiones, o sea las vidas de los santos”.

Conocimiento inútil. Tan inútil como aquel derivado del hallazgo de Thomas D. Brock en 1969 y en los manantiales de agua caliente del Parque Nacional de Yellowstone en Estados Unidos. Eran unas bacterias capaces de sobrevivir a temperaturas de 80 º C, cuando la ciencia creía que el tope estaba en 60 º C. Descubrimiento muy curioso y evidentemente inútil hasta que en los años ochenta Kary Mullis se dio cuenta de que estos microorganismos eran una fuente de enzimas con capacidad inaudita para amplificar el ADN, un proceso que ahora llamamos PCR. A Mullis le reportó el Premio Nobel y a nosotros y en estos días nos ha proporcionado una sólida barrera frente al Covid-19.

Thermus aquaticus o Maria Goretti. Conocimiento inútil. O no. Porque o apostamos por el conocimiento inútil o volveremos a los árboles.

Como el derivado del hallazgo realizado por Thomas D. Brock en 1969 y en los manantiales de agua caliente del Parque Nacional de Yellowstone en Estados Unidos. Se trata de unas bacterias capaces de sobrevivir a temperaturas de 80 º C, cuando la ciencia creía que el tope estaba en 60 º C. Descubrimiento muy curioso y evidentemente inútil hasta que en los años ochenta Kary Mullis descubrió que estas bacterias eran una fuente de enzimas con la capacidad de amplificar el ADN, un proceso que ahora llamamos PCR que en estos días ha contribuído a poner una barrera frente al Covid-19. Thermus aquaticus o Maria Goretti. Conocimiento inútil. O no.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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