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El primer cambio en el Gobierno, la comunicación

jueves 04 de marzo de 2010, 12:15h
Nieves Goicoechea es una periodista bien conocida por sus colegas, porque era uno de ellos, de nosotros, cuando accedió por sorpresa e impulsada por las gentes mediáticas próximas a Zapatero, al importante cargo de secretaria de Estado de Comunicación. No ha durado ni dos años en tan incómodo y difícil puesto y ahora ha dimitido, tan súbitamente como llegó, quizá asfixiada por el clima interno en una Moncloa donde la convivencia no siempre es algo sencillo y nunca es algo cómodo. La sustituye un veterano, un periodista progresista que conoce bien el mundo, desde Bruselas, y que conoce bien también las corresponsalías nacionales desde el diario El País, así como la información económica: Félix Monteira. Luego, El País tuvo un desencuentro con él, y Monteira se marchó a dirigir Público, considerado el diario más cercano a La Moncloa.

La dimisión de Goicoechea, sin duda para volver a lo que es suyo -el cargo oficial era para ella más bien una carga oficiosa-, abre la era de los cambios en el Gobierno. Al final, la autocrítica que, como mucho, admiten todos los ministros, secretarios de Estado, subsecretarios, directores generales, asesores y gentes del partido gobernante, suele ser que “estamos comunicando mal”. Nunca es “quizá lo estemos haciendo mal”. Así, el responsable de la comunicación, decía un viejo maestro mío, acaba siendo culpable hasta de que los autobuses de la empresa estén mal aparcados.

Únase esta crítica tan común y tan frecuente a las mil puñaladas monclovitas, todos contra todos -no, no es cosa solamente de este Gobierno; sucede desde que Moncloa es Moncloa-, y a la asfixia personal que supone renunciar a la vida familiar, y tendremos una radiografía explicativa de por qué alguien sin ambiciones políticas como Goicoechea se ha marchado, dejando una estela de honestidad personal y profesional, así como de buen trato, sin discriminaciones, con sus compañeros. Nunca hizo los planes estratégicos de comunicación del Gobierno entre otras cosas porque nadie se lo pidió y, si lo hubiera intentado, todos se lo hubieran impedido.

Por lo demás, conozco y aprecio a Félix Monteira desde hace tiempo. Es un profesional veterano, con el que coincidí unos años en el mismo medio. Tiene, como usted y como yo, sus ideas, que coincidirán o no con las de usted o con las mías, pero es, sin duda, un caballero de la información. Que provenga de medios ahora cercanos a quien gobierna me parece, desde luego, algo lógico: sería impensable que Zapatero escogiese para ser su hombre de confianza en algo tan importante -siempre lo ha sido, pero más ahora- como la comunicación, a alguien cuyos planteamientos estuviesen alejados de los del inquilino de La Moncloa.

Lo más importante es, me parece, que el relevo en la Secretaría de Estado de Comunicación, donde ha habido destacados y significativos cambios, abre la puerta a esa ya cantada remodelación de ministros allá por julio, una vez que concluya la presidencia europea. Una remodelación que debe ser profunda, amplia, de caras y también de ideas (y puede que hasta de organigrama). Una remodelación que debería incorporar a gentes de fuera del ‘zapaterismo’ y, a mi modo de ver, intentar englobar incluso a personas ajenas al PSOE. De que esa remodelación sea la adecuada puede depender nada menos que la supervivencia política de Zapatero.

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