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Avales para una quimera

Avales para una quimera

jueves 15 de noviembre de 2012, 17:06h
Muchos catalanes saben qué significa crear una empresa. Los problemas y las dificultades que conlleva. La responsabilidades económicas y legales que se arrostran. Un empresario no se embarca en aventuras si no ha calculado muy bien todos los pasos pues compromete su patrimonio, el suyo y el de los suyos. Así que debe valorar muy bien la viabilidad y seriedad de su proyecto. No puede jugar con "las cosas de comer". Tiene que estar seguro de que el negocio es oportuno y que no le va a arrastrar a la ruina. Si no es un delincuente (por algo dicen que la delincuencia es el eslabón más bajo de la economía) también sabrá que debe ajustarse al marco legal de su entorno. En fin, lo que se puede y lo que no se puede hacer.

Uno de los reproches más generalizados que se les ha hecho a los políticos, una vez aterrizados violentamente de unos años en los que todo parecía posible y en los que se gastaba más de lo que teníamos, ha sido su falta de aproximación a la realidad. La falta de sentido común. Su incapacidad para  darse cuenta de que disponían a crédito de lo que no tenían. Y vimos que la irresponsabilidad en el manejo de los recursos públicos estaba relacionada con su percepción de que le dinero de todos no es de nadie. Que no hubieran hecho lo mismo si se hubiera tratado de sus bienes  personales. Por tanto, hemos tomado conciencia de los peligros de esta tentación, y de la necesidad de crear sistemas jurídicos y penales más estrictos que marquen de cerca las veleidades de los políticos con los dineros ajenos.  En algunos países, incluso, han ido a prisión.

Por eso, es especialmente llamativo que no haya un clamor, o por lo menos una actitud más decidida, en unos ciudadanos catalanes, empresarios o no, pero son conscientes del escándalo que significa que el gobierno de la Generalitat esté embarcando a la ciudadanía en un proyecto utópico y descabellado que va mucho mas allá de un parque temático ruinoso, de un aeropuerto irremediablemente inviable, o de un macro proyecto inmobiliario que gravará las arcas de muchos municipios durante decenios. Naturalmente, hablo de esa aventura peligrosa de la independencia, que cuenta con los ingredientes de tantas revoluciones insensatas con las que se ha seducido a pueblos que luego han vivido duramente en sus carnes aquella máxima que dice "cuidado con lo que deseas, que podría hacerse realidad". Como dijo Javier Cercas hace unos días: "Para los escritores o los científicos es una obligación pisar terreno desconocido, ir "au fond de l'Inconnu pour trouver du nouveau", como dice Baudelaire; pero para los políticos, eso debería estar prohibido: si al internarse en lo desconocido el escritor se cae al abismo, no pasa nada, porque solo se cae él; pero si se cae al abismo el político, nos caemos todos detrás (y el abismo es el abismo de la historia)".¿No es acaso Cataluña una tierra de empresarios y emprendedores? En la historia, hemos visto un desfile de iluminados que ofrecían sueños y, luego,  después de la fiesta, cuando la población se despertaba de la resaca, se encontraba inmersa en una pesadilla peor. En épocas pasadas, este mismo pueblo que aclamó a esos mesías, si el resultado no era el prometido, ante el engaño, optaba por colgarles alegremente boca abajo. Afortunadamente ahora son otros tiempos, los de la civilidad, la modernidad y la democracia. Y ahora estos mesías independentistas prefieren dejar las valoraciones sensatas para "el día después", cuando la realidad se imponga y entonces, probablemente, ellos disfruten de sus fortunas a buen recaudo en cuentas opacas de paraísos fiscales como las que, según se ha sabido recientemente, Artur Mas y su familia son beneficiarios en Liechtenstein.

Por eso, lo primero que debe hacer el catalán cabal y responsable, que conoce los rigores de un mercado muy duro y que se ha cebado especialmente con él, es preguntar quién pagará eso a aquellos que les aseguran la Arcadia feliz del "Estado propio" cuando todos los datos y las evidencias lo señalan en contra.  

Debemos, pues, exigir al Sr. Mas y a todos los políticos nacionalistas que han utilizado la educación, las subvenciones y los medios de comunicación públicos y subvencionados para llevarnos al límite del abismo que, ahora sí, vayan al notario, como hicieron ya hace un par de legislaturas para cuestiones menores. Al fin y al cabo no sería la primera vez. Y que pongan todo su patrimonio como aval de esta aventura independentista. Ya que tienen esa determinación arrasadora y los instrumentos a su alcance, que tengan también la valentía y la hombría de bien que tendría cualquier empresario de esta tierra. Que arriesguen algo de verdad! 

Si las cosas van mal, carguen ustedes con las consecuencias y no nos lo hagan pagar al resto de los catalanes y, por simpatía, al resto de los españoles. Tengan la decencia de apostar lo suyo y no jueguen con el dinero y la hacienda de los demás, en definitiva, con nuestro futuro y el de nuestros hijos.

** Ramón de Veciana, candidato a la Generalitat y miembro de la Dirección de UPyD


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