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La columna de Lendoiro: 'Walter y dos policías nacionales corruptos'

La columna de Lendoiro: "Walter y dos policías nacionales corruptos"

lunes 19 de octubre de 2009, 11:49h
Walter cobra todos los días quince de cada mes. Su jefe le da en un sobre blanco seiscientos euros. Eso cuando las cosas van bien. El mes pasado, por ejemplo, le dio sólo 400 porque el asunto en la construcción está fastidiado. Walter es inmigrante y no tiene los papeles en regla, así que si su jefe le paga poco, o menos de lo pactado, baja las orejas y sigue currando. Es la única salida que tiene.

El pasado día quince su jefe le dio un sobre con sorpresa: 800 euros. Las cosas habían pintado mejor y le daba lo que le debía. Por supuesto, sin intereses. Y Walter encaminó sus pasos, feliz, hacia el metro. Tan feliz iba que olvidó el encargo de Patri, su mujer, de comprar pañales y leche para el bebé de un mes y medio que tienen.

Ensimismado en sus pensamientos fue pasando de estación en estación y, mientras observaba el ir y venir de las gentes, Walter fue imaginando un futuro cada vez mejor. Empezó a hacer cálculos; “Si el mes pasado nos arreglamos con mis 400 euros y los 550 de Patri, este mes trataremos de hacer lo mismo, y el que viene, también…y así podremos ir ahorrando por si las cosas nos vienen mal dadas, que nunca se sabe”. También calculó que llegados a diciembre le iba a hacer un regalo especial a ella porque ahora ya eran una verdadera familia y las próximas navidades serían ya muy diferentes.

En estos pensamientos estaba tan feliz cuando escuchó: “Próxima estación, Moncloa, correspondencia con línea 6”, y se levantó cansado pero feliz. Había quedado con Patri para ir al pediatra. Encaminó sus pasos hacia la salida cuando dos hombres con aspecto joven lo pararon. Enseñando su placa de policías nacionales le indicaron que les acompañara al coche. También oficial como ellos, también camuflado, como ellos.

Le pidieron los papeles. Esos que no tiene. Entonces le explicaron que lo llevarían a comisaría y que muy probablemente sería deportado. Walter comenzó a temblar, a sudar, la garganta se le secó y quiso llorar. Pero no pudo. Entonces lo cachearon. Y vieron el sobre blanco que contenía los 800 euros y las esperanzas y proyectos de un hombre. Entonces, como si fuese Moncloa un barrio cualquiera de un país tercermundista, los polis le ofrecieron a Walter un cambio: “Si te callas, nos quedamos con el sobre y tú te vas a casa sin problemas”.

Y Walter dijo que sí. Y dijo que sí porque cuando uno tiene las de perder no le queda más remedio que hacerlo así. Primero rogó, después imploró. Explicó que ése era su salario para todo el mes. Dijo que tenía un bebé recién nacido. Nada de eso sirvió. Walter se quedó sin su salario del mes y parte del anterior. Y se quedó sin la ilusión de hacerle el regalo a Patri estas navidades. Y, por supuesto, no compró ni la leche ni los pañales. Sólo le dejaron el abono transporte.

Walter no ha denunciado. Tiene miedo. El mismo que sintió cuando los policías lo pararon. Pero Patri, su mujer, se lo ha contado a su jefa entre lágrimas de impotencia, y su jefa, que es mi amiga, me lo ha contado a mí y yo, indignada, lo cuento aquí. Y lo cuento con las esperanza de que alguien tome cartas en el asunto e investigue por qué dos funcionarios públicos al servicio de los ciudadanos han actuado como dos macarras dignos de la mafia siciliana. Yo sé que dos sinvergüenzas no definen al cuerpo de la policía nacional, como sé que Walter no define a todo el colectivo de inmigrantes. Sé que hay polis buenos y afortunadamente son la inmensa mayoría. Pero yo denuncio hoy aquí la historia de tres personas, tres. Dos policías y un inmigrante sin papeles pero que tiene derechos como ser humano y que dos maleantes no se los van a quitar.

Espero dos cosas: que si esto ha sido así a los policías se les castigue y que a Walter le devuelvan sus 800 euros porque él los necesita para vivir. Y para seguir soñando.

PD: Obviamente, como en toda historia, hay dos versiones. Habría que saber la de los policías nacionales pero, por si alguien lo duda, yo sí me creo la de Walter y Patri porque en cuatro años que los conozco siempre han dado muestras de lealtad y honestidad.
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