Un espectacular escenario plagado de bellas cheerleaders con poca ropa que bailan al ritmo de una música atronadora y una enfervorizada multitud que mira hacia un cielo sembrado de fuegos artificiales. Todos gritan histéricos el nombre de su héroe:
Iron Man.
Esta es una de las primeras escenas de esta segunda entrega que arranca en el punto en el que nos dejó la primera. Es decir, con un
Tony Stark pletórico que, tras revelar su identidad de Iron Man en rueda de prensa, goza de un
status propio de la más rutilante estrella del rock. El Hombre de Hierro se ha convertido en el garante de la ley y el orden. Stark ha "privatizado" la paz y el mundo debe adorarle por ello. Pero pronto veremos que no es hierro todo lo que reluce.
Los demonios del héroe
Su enorme ego y su tendencia patológica a dejarse llevar por el licor y las mujeres no son ni el único ni el mayor de sus problemas. Junto al acoso y presión de algunos miembros del Gobierno, que reclaman que su traje pase a manos del Ejercito estadounidense, Stark debe afrontar la realidad de su condición: el núcleo que le mantiene con vida y que se alimenta de paladio le está matando lentamente.
En su desesperación por encontrar una salida, aparece en escena un nuevo
enemigo,
Ivan Vanko (a.k.a Whiplash), el hijo de un antiguo colaborador de Industrias Stark. Un personaje interpreta
Mickey Rourke y que acumula toneladas de resentimiento y sed de venganza hacia el imperio Stark. Sentimientos que, sumados a sus amplios conocimientos de física, le convertirán en un temible adversario.
En su lucha, Iron Man cuenta con la ayuda
Pepper Potts (
Gwyneth Paltrow) y el coronel
James Rhodes (al que ahora pone rostro
Don Cheadle). Sin olvidar la aportación de
Happy Hogan, el guardaespaldas de Industrias Stark que vuelve a estar interpretado por el director
Jon Favreau. Tres amigos leales que tendrán que lidiar con el errático comportamiento del siembre engreído y por momentos desquiciado protagonista.
Scarlett, el gran fichaje
Al equipo médico habitual hay que sumar a
Natalie Rushman, la eficiente notaria, y más tarde secretaria de Industras Stark, tras la que se esconde la letal Viuda Negra.
Scarlett Johansson, que tendrá su propia saga, se enfunda en un ajustadísimo traje de cuerno para repartir mamporros a diestro y siniestro. Uno de los momentos más esperados del film. Eso sí, todo lo hace sin despeinarse y sin perder un ápice de su atractivo.
Ella y su jefe directo,
Nick Fury (
Samuel L. Jackson) se encargan de prepara el terreno para la película de Los Vengadores. Además, también hay un guiño al Capitán América. Buenos reclamos de cara a la avalancha de superhéroes de Marvel que se avecina y de la que Iron Man tiene mucha
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culpa.
No hay que olvidar que su primera entrega supuso el debut de Marvel como productora de las películas de sus personajes y fue todo un éxito. Casi 600 millones de dólares en las taquillas de todo el mundo que acabaron con el miedo de la editorial a lanzarse con cintas como
Thor, El Capitán América, Los Vengadores y otros títulos secundarios que están por venir.
El que ya está aquí de nuevo es el Hombre de Hierro, que repite la fórmula de su primer asalto cinematográfico, aunque multiplicada, y en ocasiones algo sobrecargada, en lo que a disparos, explosiones y demás artificios se refiere. Entretenimiento y espectáculo a ritmo de himnos de AC/DC como Highway to Hell, Shoot to Thrill o Thunderstruck. Auténtica dinamita... y sin gafas 3D.
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