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Pequeño, 'trending topic, gran Nicolás

Pequeño, 'trending topic, gran Nicolás

domingo 23 de noviembre de 2014, 10:40h
Vivimos tiempos de evasión. Los ciudadanos necesitamos, ya se ve, emociones de papel 'couché', o similares', que nos hagan olvidar la inanidad de nuestros gobernantes, la corrupción de una parte -minoritaria, menos mal-de nuestra clase política, la falta de eficacia de nuestras instituciones, los retos territoriales que se nos plantean. Así que uno de los periódicos más importante del país, ahora que se han apagado los ecos melifluos del entierro de la ciudadana duquesa y que la imagen de La Pantoja doliente entrando en prisión ya se ha quedado algo rancia, nos saludaba este sábado con una portada dedicada...al pequeño Nicolás.  Y, por la noche, la televisión privada más importante arrasaba en espectadores con una larga, emocionante, entrevista...al pequeño Nicolás. Que demostró, entre otras cosas, ser más listo, o al menos tanto, como quienes le entrevistaban, cuatro periodistas maduros que iban a lo que debían ir: a desvelar si aquel mozalbete de rostro tranquilo y mirada extraña mentía o si sus verdades, absolutamente inaceptables en una democracia madura, eran eso, ciertas.

Lo primero, felicitar a El Mundo por la exclusiva de este sábado, que tantos han perseguido y solamente ellos han logrado. Lo segundo, la extrañeza ante la manera de publicar esta exclusiva. ¿De verdad merecen los delirios de grandeza de Francisco Nicolás Gómez Iglesias, 'el pequeño Nicolás', titulares semejantes, con la que está cayendo, como si pudiese ser tomado en serio? Puede que sí. Si nosotros hubiésemos tenido ese 'scoop', sin duda lo hubiésemos 'vendido' con todo tipo de atambores. Pero nosotros somos pequeños, apenas una barquichuela en un mar de acorazados, entre los que, por derecho propio, El Mundo figura casi a la cabeza. Y de nuestro admirado El Mundo, que tiene una indudable influencia social,  esperamos que las cosas no se desorbiten. Lo de Telecinco era otra cosa: era un espectáculo televisivo de sábado noche. Lo hizo bien Sandra Barnes, lo hicieron bastante bien los tres periodistas que la acompañaban en el plató, aunque hubiera sido de desear algo menos de protagonismo en alguno de ellos. Pero, en general, aprobado alto. Aquello era periodismo, aunque a algunos no les gustase.

Seguramente habrá cosas más importantes o trascendentes que las declaraciones de quien, aunque se llame a sí mismo de otra manera, pasará a la pequeña y coyuntural historia como 'pequeño Nicolás'. Pero no se puede negar que lo que contaba, con seguridad , facilidad de palabra y aplomo

Dignos de alguien con mucha mayor veteranía y muchas más tablas que él, era tremendo para el Gobierno, para el Ayuntamiento de Madrid y, lo que es más, para el Centro Nacional de Inteligencia y hasta para La Zarzuela. Si todo lo que contó 'Nicolás' era real, las estructuras del Estado deberían temblar: ¿por qué diablos se encargaron trabajos de inteligencia o mediación tan comprometidos a un mozalbete sin curriculum ni trayectoria profesional que le avalasen? Lo primero que a un ciudadano con sentido común se le ocurre es que aquel chaval de veinte años, que tanta seguridad derrochaba -aunque bebiese agua continuamente--, que con tanta candidez azul miraba a las cámaras, es un consumado mentiroso, un genio de la doblez. Y que ahora le lloverán, como ya ha empezado a sucederle, los desmentidos.

Diferente sería, claro está, que, tras las fantasías de quien dice que no se llama, aunque le llamemos, Nicolás, hubiese algún punto de veracidad, que nosotros no lo creemos en absoluto: faltaría más que el Estado se pusiese en manos de gente así.  Otra cosa es cómo haya sentado en vicepresidencia, en La Zarzuela y en la sede de los espías en la Cuesta de las Perdices madrileña la publicación y la difusión televisada, a bombo y platillo, de tanta locura protagonista. Nosotros, en este cuarto de hora, solo podemos lamentar que se utilice a este joven sin duda con problemas psicológicos para hablar de lo obvio: la debilidad de una clase política entera, de unas instituciones que no funcionan. Y menos aún funcionarían si se entregasen en manos de un chico que era ayer un chiquillo, aunque sea, hoy, capaz de mantener en vilo a cuatro periodistas bragados y a una audiencia de millones de personas. Para no hablar ya de las redes sociales, que ardieron, casi literalmente, durante más de dos horas en la fiebre del sábado noche: todos estaban, estábamos, desconcertados ante la flema con la que 'Nicolás' nos iba ¿mintiendo?

Y, si no mentía, ¿qué explica que Gobierno, Corona, CNI, Ayuntamiento de la capital, se lanzasen a encargar trabajos tan complicados a un chaval que ni siquiera estaba profesionalmente encuadrado en organismo alguno? ¿Es así como funcionan, con 'redes civiles' de chicos, chicas o no tan chicos, que, a las primeras de cambio y tras ser sometidos a cierta presión, se largan a un plató de televisión y montan la marimorena? Por respeto a la joven democracia de la que aún pasa por ser la octava o novena -o décima, tanto da-potencia del mundo, no podemos aceptar esa hipótesis. Luego Njcolás miente. Aguardemos a los desmentidos, a las pruebas de esos desmentidos, de la misma manera que el joven embaucador -vamos a llamarle así: qué remedio-dice que él tiene las suyas para apoyar sus asertos.

Una vez más se ha puesto de manifiesto el viejo dicho de que lo importante es lo contrario de lo interesante. Aquí pasan muchas cosas de importancia, para bien o para mal. Pasan tantas cosas protagonizadas por quienes pasan tanto de nosotros que, al final, acabamos pasando de ellos y centrando nuestra atención en una duquesa que no fue ejemplar, aunque ahora así se la presente, en una tonadillera que tampoco lo ha sido y en un cuasi chiquillo que está siendo capaz de alterar los nervios del 'stablishment', fíjese usted hasta dónde hemos llegado. Y, por lo visto, lo más importante de todo: Nicolás fue 'trending topic' en Twitter. Figúrese usted.
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