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Rajoy, firme. Pero sólo eso

Rajoy, firme. Pero sólo eso

lunes 29 de septiembre de 2014, 13:24h
Nos habían anunciado una declaración institucional del presidente tras el Consejo de Ministros extraordinario que decidió presentar recurso al Tribunal Constitucional contra la convocatoria de la consulta catalana. Al final, Rajoy permitió, tras su declaración, un par de preguntas -tres, para ser exactos-de los periodistas que acudieron a la convocatoria de La Moncloa. No tenía otra salida, lo habíamos dicho muchos de nosotros en días anteriores, que dar la cara ante la concreción del desafío de Artur Mas el pasado sábado. Y salió Rajoy a dar su respuesta: legalidad, legalidad, legalidad. Me recuerda a aquel Julio Anguita que se hizo célebre porque su respuesta, ante cualquier alternativa, era siempre 'programa, programa, programa'. 

Estoy de acuerdo, cómo no, en la defensa de la legalidad. Que, como dijo Rajoy, se puede cambiar, pero en los tiempos y con los mecanismos establecidos por las propias leyes; cambiar las normas por la vía de no acatarlas siempre resulta peligroso. No creo, la verdad, que Artur Mas, en su particular búsqueda del holocausto, llegue tan lejos. Ya no estoy tan seguro de concordar con el presidente en el escaso énfasis que puso en la búsqueda de alternativas para evitar el choque de trenes, que es una expresión que La Moncloa difícilmente admite como hipótesis de trabajo. No basta solamente con la firmeza y con las leyes: es la hora de la imaginación, de la flexibilidad y del diálogo. Y la primera norma para iniciar un diálogo válido es no echar la culpa, como hizo Rajoy, siempre a la otra parte, alegando que es ella la que no quiere dialogar.

 Es en esta dinámica un poco perversa ante la que se ha situado Rajoy. Y conste que, en esta particular disyuntiva, yo estoy no solamente con las posiciones 'políticas' -vamos a decirlo así-- del presidente del Gobierno central, sino contra el comportamiento tramposo de Artur Mas, que perfectamente bien sabe que ni siquiera técnicamente podrá convocar su referéndum, aunque acabe llamándolo encuesta demoscópica, toma de temperatura a la ciudadanía o comoquiera.
 A Mas le falta el censo, cuenta con la negativa de algunos ayuntamientos importantes a facilitar la instalación de urnas, no tiene el suficiente personal y va a recibir unos cuantos miles de impugnaciones, suponiendo que llegue hasta el final en esta locura, de catalanes que residen en el resto de España. ¿Cómo puede ser que se permita votar a los catalanes que residen en el extranjero y no a los que viven en Madrid, Valencia, Zamora o La Coruña, por ejemplo?

 Ya digo: Mas posiblemente se esté tirando un enorme farol, pero Rajoy no puede seguir actuando como si fuese un jugador de póker seguro de ganar la jugada: tiene que dejar alguna salida a su oponente para que éste no actúe como si estuviera entre la espada y la pared: morir matando, o matar muriendo. A nadie, ni a la Generalitat ni a nosotros, los del lado de acá, nos conviene la guerra. Y la declaración de Rajoy estuvo a punto de ser guerrera: estuvo firme, de acuerdo, pero puso muy escaso énfasis en la posibilidad de reanudar un diálogo. Dijo, sí, que "aún estamos a tiempo", y eso fue lo que más me gustó de sus palabras. Pero a tiempo ¿de qué, para qué, cómo, cuándo, cuánto? La respuesta a esas preguntas es lo que no le escuché al presidente, y eso es lo que, desde el mediodía de este lunes, me tiene inquieto.

El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>  
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