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La duquesa de Alba ha muerto, viva la duquesa

La duquesa de Alba ha muerto, viva la duquesa

jueves 20 de noviembre de 2014, 14:24h
El fallecimiento de la duquesa de Alba no por esperado es menos sentido. Querida como era, su ausencia deja en gran vacío no solo entre los miembros de su familia, entre sus hijos, entre su marido, también y por supuesto entre sus amigos, entre los sevillanos y madrileños que le adoraban, así como entre los representantes de los medios de comunicación a los que siempre trató con afecto y cariño. Salvo en alguna ocasión en que se enfadó con alguno -no hay que olvidar su famosa peineta-, por no permitirle caminar a su aire, hacer su vida sin llevar un ejército de cámaras detrás de ella. Deseosos como estábamos todos de saber como transcurría su vida diaria o la de sus hijos.

De la duquesa hay que decir en primer lugar que fue una mujer que se adelantó a su tiempo, que rompió con todas las normas establecidas por una sociedad encorsetada y muy conservadora, a la que ella dio la espalda en su afán por ser ella misma, por ser libre de comportarse como la haría cualquier otra mujer con menos títulos y abolengo. Afable y con un gran sentido del humor la duquesa dio sobradas muestras de su fuerte carácter y personalidad cuando decidió contraer matrimonio primero con Jesús Aguirre y después con Alfonso Díez. Relaciones que la enfrentaron a sus hijos, pero que no la hicieron desistir de hacer lo que le venía en gana para ser feliz.

La pregunta que muchos se hacen hoy es qué ocurrirá con el patrimonio de la Casa de Alba, quién heredara su inmensa fortuna. Un tema que ella resolvió en vida antes de casarse con Alfonso Díez, para evitar guerras familiares entre sus legítimos descendientes, pero sobre todo para evitarles problemas a sus hijos una vez que falleciera.

Salvo sorpresas de última hora el Palacio de Liria de Madrid , el de Monterrey en Salamanca, la finca cordobesa El Carpio, la Presidencia de la Fundación que lleva su nombre, así como el título de Duque de Alba y el resto de dignidades y grandezas que hasta ahora ostentaba la duquesa recaerán en su primogénito Carlos Fitz-James, duque de Huéscar, de 68 años de edad, divorciado de Matilde Solis, y cuyo hijo mayor Fernando heredará el Palacio de Dueñas, por expreso deseo de su abuela.

Al segundo de sus hijos Alfonso Martínez de Irujo, Duque de Aliaga, la duquesa le deja la finca del antiguo Castillo de El Tejado, Una obra del siglo XIV, que ha sido rehabilitado y que se encuentra en la localidad salmantina de Calzada de Don Diego, además de varias fincas rústicas.


Jacobo Fitz-James Stuart, conde de Siruela, heredará algunas fincas rusticas. Un reparto que no le gustó nada al más intelectual de sus descendientes al considerar que era el menos beneficiado, lo que le ocasionó un distanciamiento con su madre que finalizó cuando esta tuvo el primer percance de salud.

Fernando Martínez de Irujo, Marqués de San Vicente del Barco, recibirá la mansión de Las Cañas, en Marbella, donde la duquesa pasaba largas temporadas con Jesús Aguirre, su segundo marido, y que se encuentra en plena milla de oro.

El quinto de sus hijos Cayetano Martinez de Irujo, conde de Salvatierra, el más unido a la duquesa y su ojito derecho, heredará el cortijo de Las Arroyuelas de Sevilla y el Palacio de Arbaizenea en San Sebastían, finca que fue de los duques de Sotomayor, en concreto de su padre Don Luis Martínez de Irujo, y donde cada verano la duquesa pasaba parte de sus vacaciones.

Eugenia Martínez de Irujo, duquesa de Montoro, recibió como regalo de boda cuando contrajo matrimonio con Francisco Rivera, la finca La Pizana de Gerena, que se encuentra en Sevilla. Tras la muerte de su madre recibirá la mansión que la duquesa tiene en Ibiza. Los 8 nietos de la duquesa recibirán cada uno una finca en el campo.

De lo que le quedará a Alfonso Díez poco o nada ha trascendido. Solo que antes de casarse tuvo que firmar un documento por indicación de la duquesa y de sus hijos donde se detallaba cuál sería su situación dentro de la Casa de Alba una vez fallecida la duquesa. Aspecto este que con toda seguridad se dará a conocer cuando se abra el testamento.
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