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¡Ha ganado usted una lavadora!

jueves 31 de mayo de 2007, 12:37h
The prize winner of Defiance, Ohio
Director: Jane Anderson. Guión: Jane Anderson.
Intérpretes: Julianne Moore, Woody Harrelson, Laura Dern, Ellary Porterfield, Simon Reynolds, Trevor Morgan, Robert Clark, Michael Seater.

Las típicas historias americanas ya no nos impresionan. Cansados estamos de tragarnos meros lucimientos interpretativos con vistas a algún premio futuro, sobre todo si éstos son más planos que las tablas de planchar de las amas de casa a las que La ganadora hace un dudoso homenaje. Basada en la vida real de una mujer que logró sacar a su familia adelante participando en todo tipo de concursos, la película pretende hacer un retrato de una época y un colectivo muy concretos. Se queda a medias. O no se queda. 

De hecho, y a efectos prácticos, resulta bastante cargante en las formas. Abusa un tanto de la estética de los spots de los años sesenta, de las secuencias en tono didáctico, de la primera persona, del monólogo mirando a cámara, etc. Y, sobre todo, de ciertas rimas malsonantes -culpa de la traducción- destinadas a promocionar productos de consumo. Es más, podría decirse que Evelyn Ryan (Julianne Moore) se asemeja por momentos a Meryl, aquella abnegada y cuasi esposa-robot de Truman Burbank, el del show.

No obstante, a la protagonista no se le puede echar toda la culpa. Woody Harrelson (Kelly) no es capaz de darle la réplica -tipo alcohólico y frustrado, debería ser fácil- y sólo llega a parecer una caricatura de sí mismo, poniendo cara de sufrimiento y marcando barriga. Quizá el guión admitía un poco más de esfuerzo por parte de ambos, o quizá la historia es tan ‘blanca’ que el respetable no esté acostumbrado a que, en realidad, no ocurra nada de consideración cada cinco minutos. El caso es que falta sangre en las venas.

El mal planteamiento del film hace mella en su desarrollo. Y ocurre desde la misma presentación de los personajes, en la que Evelyn es ya un cero a la izquierda. No llegan a mostrarse sus verdaderas ¿habilidades? y, de hecho, su forma de actuar no queda suficientemente justificada. No evoluciona, no avanza, sólo lo hacen sus hijos que, por razones que aún esta cronista no llega a comprender, aparecen y desaparecen como si en un espectáculo de magia estuvieran; al igual, por cierto, que algún que otro micrófono.

Lo que sí queda, por supuesto, representado con creces es el dominio machista de una sociedad que tenía a la mujer en un pedestal, pero bajo tierra. Pero Jane Anderson, en su afán por localizar demasiado los hechos, se olvida de contextualizarlos. Así, no existe vida más allá de una televisión que sólo emite programas rimbombantes o un lechero siniestro que se acerca al umbral de la puerta con ganas de entrar. La sensación de agobio es permanente, y Moore no es lo suficientemente profunda como para aliviarlo.

Por no haber, no hay ni clímax que valga, ya que el episodio de la ‘reunión tupper’, por ejemplo, hecho supuestamente crucial, es relegado a simple anécdota. Laura Dern se podría haber quedado en casa haciendo pareados. El desperdicio es evidente, y es una pena, porque con un poco más de creatividad y ganas podría haber nacido unos de esos largometrajes coloristas y encantadores al estilo de Pleasantville. Eso sí, cuan conmovedora nos resulta aún esa alegría sincera al ganar una lavadora. Qué tiempos. 

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