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No está mal, el circunloquio

No está mal, el circunloquio

viernes 07 de septiembre de 2007, 21:18h
Solos
Director: José Glusman. Guión: José Glusman y Jorge Huerta.
Intérpretes: Adrián Navarro, Sergio Boris, Andrea Pietra, Ximena Fassi, Coni Marino, Nacho Gadano, Carlos Sturze, Claudia Lapacó, Ricardo Bartís, Pedro Maurizi, Victoria Maurizi.

¿Pasó ya el boom de las películas argentinas?. Es posible. Lo que sí es cierto es que llegan menos y de una forma más democrática en cuanto a nivel de calidad. Solos no es una comedia, para empezar, a pesar de que los pre-juicios nos hagan pensar justo lo contrario; y su dramatismo deja mucho que desear por liviano. Es bastante anodina si nos fijamos en el argumento –nada novedoso-, aunque ya se sabe que los parientes de allá manejan como nadie la ‘plática’ y quizá por eso se salva, por lo pelos, de la quema.

Algún ‘erudito’ comparaba no hace mucho al cine español de última generación con las series de televisión. Y eso es precisamente lo que le ocurre a la producción de José Glusman, que parece una entrega semanal estirada. Como los Simpsons, pero sin tanto desvarío. Y sus protagonistas, por ejemplo, podrían ser Pepón Nieto y Santi Millán: para entendernos, el arrastrado ‘quejica’ y el ligón sin remedio. Clichés en exceso obvios para una reflexión sobre la necesidad de tener pareja y sentirse amado.

Enrique (Sergio Boris) y Luis (Adrián Navarro) son dos cuarentones dejados por sus mujeres que deciden vivir juntos para darse apoyo mutuo. Ambos aprenden a soportarse, como cualquier matrimonio, y a quererse hasta límites insospechados. A punto de la depresión, comparten los altibajos de la vida además de borracheras ocasionales y de experiencias fallidas con el sexo contrario. Lo normal. Pero todo, con un ramalazo pintoresco dirigido hacia otro de los tópicos más absurdos de las relaciones, en plan ‘a ver si ahora va a ser que somos gays’.

Eso le falla a Solos, la deriva facilona que ni siquiera aprovecha la socarronería del momento y queda relegada a un gag puntual. Demasiados circunloquios para llegar a un extraño final del camino que podría haberse culminado por la vía rápida, y eso que sólo hablamos de hora y media de metraje. Además, no funciona bien el homenaje a obras maestras como La extraña pareja a pesar de los momentos de lucidez: es, sin excusa, imprescindible saber manejar las cuestiones cotidianas sin que resulten ajenas.

Y es, seguramente, y he aquí otro concepto común, la influencia del psicoanálisis que se nos suele vender de forma importada, la que lleva de la manita al guión, aunque esta vez sin un ‘loquero’ de por medio. Se agradece, de todas formas, que no haya moraleja tras la terapia, aunque sí nos quedemos con ganas de conocer cuáles son las consecuencias reales de todo lo que se nos ha contado. Faltan (muchas) chispas en el desarrollo, cuyas tramas secundarias apenas esbozan un mundo paralelo sumido en neblinas.

Las transiciones y las elipsis temporales, con música local que al menos solivianta la espera, tampoco son algo fuera de lo normal. Hay mucho silencio situacional, no en vano predomina el rodaje en interiores, y esos planos de ‘pretendido realismo’ para acercar al espectador a la  historia no convencen. El devenir es lento y ameno, es largo y corto, es previsible e inesperado. Todo contradicción es el núcleo de este film al que es inútil catalogar. Es caso es que, dicho todo esto, no está mal el circunloquio.

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