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Retiro dorado

martes 29 de abril de 2008, 13:27h
En España se tiene la maldita costumbre de hablar bien sólo de las personas muertas.

La interpretación sesgada y partidista de determinadas situaciones, cuando no directamente la envidia y la maleficencia, dan como resultado que difícilmente a una persona viva se le reconozca el esfuerzo y trabajo que ha realizado por un proyecto o una idea.

Todo lo anterior aún es mucho más cruel cuando de quién se habla es de un personaje político, pues la política es esa rara actividad en la cual siempre hay uno por arriba que manda y uno por abajo que te mueve la silla, y en la que además no te puedes fiar ni de los amigos ni de los enemigos ideológicos.

En los últimos años difícilmente podemos encontrar en la política española un personaje que haya sido más cuestionado, en los papeles que le ha tocado desempeñar en su formación política, que Eduardo Zaplana, motivo por el cual estoy seguro que los próximos días asistiremos a las más peregrinas interpretaciones respecto a las causas por las que ha abandonado la política.

Su paso por la Alcaldía de Benidorm, por la Presidencia de la Generalitat Valenciana, por el Ministerio de Trabajo y por la Portavocía del PP en el Congreso, siempre ha ido acompañado por polémicas que sus enemigos, que no son pocos, han intentado destapar pero que al final nunca se han concretado en nada.

No me parece nada extraño que Eduardo Zaplana se haya movido, con la habilidad que le caracteriza, para que el presidente de Telefónica le ofrezca una nueva ocupación, magníficamente retribuida, gracias a la cual se va a alejar de ese mundo de la política, que estoy seguro le habrá proporcionado muchas alegrías, pero que también le habrá reportado muchas preocupaciones y dolores de cabeza.

Seguramente, muchos habrían deseado que durante toda esta legislatura el señor Zaplana hubiera sido ninguneado por la dirección del PP y tratado como un simple diputado de a pié, con la esperanza de que en las próximas elecciones ni tan siquiera hubiera salido como diputado. Pero Eduardo Zaplana, es mucho Eduardo Zaplana y no les va a dar ese gusto, ya que voluntaria y libremente deja la política para ir a un puesto en el que seguro que los cuchillos estarán menos afilados que en la política.

Tampoco lo tienen bien aquellos que esperan que, una vez fuera de la política, el señor Zaplana se dedique a “largar” contra unos y contra otros, pues si a lo largo de todos los años que ha estado en ella no se ha dedicado a esa actividad, no parece lógico que ahora lo vaya hacer.

El señor Zaplana fue un magnífico presidente de la Generalitat Valenciana, que consiguió que esa Comunidad recuperara su identidad y se sintiera vinculada con un proyecto y, aunque sólo sea por eso, ya merece el retiro dorado que acaba de conseguir.
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