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Solbes, ¿un nuevo-viejo profesor?

Solbes, ¿un nuevo-viejo profesor?

jueves 21 de febrero de 2008, 23:31h

Primer duelo electoral televisivo Solbes-Pizarro en un escenario electrizante, con azules claros, blancos y rosas pálidos que no beneficiaban a la imagen de ninguno de los dos candidatos. Dos personajes muy obedientes con los tiempos y formato pactados y moderados por un Matías Prats que no tuvo necesidad de salir de su papel de convidado de piedra. Se han respetado los tres bloques -las grandes cifras de la economía en general, la economía familiar y la economía del futuro- y se han respetado los tiempos. Los contendientes han sido educados y no se han sacado las vergüenzas propias o ajenas como algunos hubieran esperado. Si acaso, algunas frases grandilocuentes –pocas- como la de Pizarro: "Ahorraríamos si no pagáramos a terroristas", o la de Solbes: "Usted quiere privatizar las pensiones". Pero respeto, en general.

¿Quién ha ganado? ¿Quién ha perdido? Será cuestión de sensibilidades, porque para los grandes entendidos de la economía no ha pasado desapercibida la solidez con la que Solbes expuso los datos: desde su cabeza, hilando cifra con cifra y éstas con situaciones, ofreciendo una imagen sólida y generando confianza. Pizarro, sin embargo, ha ofrecido una imagen de no ser capaz de analizar más allá de las cifras que llevaba en las chuletas que le habían preparado sus asesores. En ese punto está clara la victoria sobre Pizarro.

Para los economistas de verdad, quizá Solbes no ha ganado, sino que ha barrido, pero ¿y para el gran público? Bueno, todo es discutible. Las encuestas se encargarán de decirlo. Pero la solvencia de Solbes sobre Pizarro no pasa desapercibida.

Ahora bien, salvando las distancias, lo más claro es que la ‘España con problemas’ se ha vuelto a enfrentar a la ‘España sin problemas’, ese debate dialéctico que se dio en los sesenta. Distintos momentos históricos, distintas situaciones, caras y talantes, pero un mismo trasfondo que no cambia: el “España va bien” (sic) que enarboló Pedro Solbes en el debate frente al “España no va bien” (sic) con el que le atizó Manuel Pizarro en el inicio; un lema este segundo, por cierto, que ya hiciera famoso José María Aznar en su lucha por el poder contra Felipe González, allá desde 1993. No era empezar con un buen pie.

Lo cierto es que Pizarro leía, llevaba la chuleta para recordar las grandes cifras que le habían preparado. Ha dado una imagen evidente de que no tiene las cuentas en la cabeza, que aún respira por los números de Endesa, y eso no gusta, y eso le recriminó Solbes, que iba de sobrado y que leía los papeles que traía preparados sólo cuando sentía la necesidad de recalcar su superioridad técnica sobre el contrario, lo cual es un viejo truco: enseñarlos a cámara y que los vean los televidentes. No entenderá nada el pueblo llano –y votante práctico- en su casa. Pero no importa. El efecto ya se ha conseguido.

Puede que Pizarro fuera consciente de ese peligro, porque llevó una táctica de picardía de vieja escuela: el uso de la adulación personal como arma arrojadiza sin que lo parezca: “Quiero que sepa que creo que es usted un gran ministro de Hacienda”. Es el caramelo, seguido de la hiel, porque, claro, luego vino el usted es muy bueno, usted es muy listo, pero desgraciadamente tiene un presidente del Gobierno de pocas ideas que le ha ‘distraído’ muchísimo tiempo discutiendo sobre cuestiones que no debería ni haber tocado. La carga de profundidad era clara, pero ¿entendió el gran público la ironía?

A Pizarro, la ‘masa votante’ le entiende mejor cuando actúa de populista, aunque se muestre incoherente hablando de ‘currantes’ mientras personalmente se ha llevado diez millones de euros en indemnizaciones por ‘despido’. Pero aún así, el populismo ‘cuela’ en la calle. Sin embargo, para este debate con un economista de la talla de Solbes -muy tecnicista y aburrido en sus presentaciones, sí, pero de reconocida valía-, el cambio de ‘chip’ a político serio, ilustrado y sesudo no ha favorecido a Pizarro, porque no ha sido capaz de darla en su plenitud: se le ha visto más inseguro. De este duelo televisivo se deduce que el número dos de Rajoy, a pesar de sus numerosas tablas televisivas –que sin duda las tiene-, no acaba de dominar los cambios de imagen, o lo que algunos pijos y rojo-pijos llamarían el cambio de chip, más allá de la ‘telegenia’.

A Pizarro, pues, no le sirvió gran cosa su intento de regate en corto en la presentación, en la que, habiendo caído en suerte que el debate lo iniciara él, intentó un juego verbal con un desafío: “Ya sé que no se me llamará antipatriota ni catastrofista por decir aquello que yo pienso”. Pero ni Pizarro es Rajoy ni Solbes es Zapatero, ni en ningún momento el vicepresidente picó el anzuelo, y ése fue su acierto.

Solbes conservó en todo momento su tono de viejo profesor hablando en cátedra, aunque con su ojo a la virulé ofrecía una imagen un tanto desconcertante. El vicepresidente estuvo muy sólido en la exposición de las cifras. Tiene una reconocida mano trilera para mover los cubiletes y hacer aparecer la bola –en este caso la cifra- allá donde le conviene. Y ese don especial lo ha sabido utilizar en su debate con Pizarro. Ya se lo advirtió en la ‘entradilla`: “Vamos a hablar de verdad de economía”.

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