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Una nueva (y polémica) vida sin humos

Una nueva (y polémica) vida sin humos

lunes 03 de enero de 2011, 10:57h
Pues sí, a nadie deja indiferente en este comienzo de año la puesta en marcha de la nueva ley antitabaco, la cual nos cambia de repente los hábitos sociales de ocio y también la manera en que podemos comportarnos en espacios públicos como hospitales y colegios.

Por una vez, y quizás sin que sirva de precedente, los españoles no dejamos de lado los principales problemas de la sociedad para discutir sobre fútbol, o la novia de Casillas, o si Belén Esteban tiene una nueva nariz o unos nuevos morros. Tampoco para frivolizar sobre las hijas del presidente Zapatero o los cotilleos de tal o cual ministro. No. Esta vez el debate sobre el tabaco es un asunto de salud nacional y que abre cierta brecha en la sociedad.

Desde este domingo no había más que caminar por las aceras de las calles de nuestro país para conocer el nuevo panorama que nos espera: fumadores a las puertas de bares y restaurantes, excluidos del interior de estos locales, y con alguna que otra mala cara. Malos humos. Es la nueva época, la nueva ley, y una nueva 'jodienda' para muchos. Pero habría que estudiar a fondo este malestar algo incomprensible.

Hoy escuchaba a muchos fumadores, aparte de los amigos y conocidos, que en los medios de comunicación se quejaban de que era una nueva persecución de este 'gobierno socialista prohíbe-todo'. Seamos serios. Esto no es una decisión política, ni una cortina de humo -nunca mejor dicho-. Es una necesidad social, de salud pública, de hábitos de consumo, que otros países de primer orden ya tenían atajado como problema desde hace años. Es el caso, por ejemplo, de nuestra vecina Italia, que lleva 5 años con una normativa similar sin que suponga ningún trauma para su población.

Y digo que no tiene sentido ese ímpetu casi tachable de paranoico sobre las persecuciones porque lo mismo podrían decir la mayoría de los españoles, no fumadores, quienes llevan toda su vida recibiendo el desecho físico del hábito de los fumadores. Dicho de otra manera: los humos de la combustión de sus cigarros, puros y puritos. Es lógico que el que legisla proteja y permita la igualdad entre personas, porque los derechos de los fumadores estaban siendo superiores a los de los no-fumadores. Los comentarios, repetidos hasta la extenuación, de que, si te molesta, no entres a los bares y discotecas, era lamentable.

No insinúo que nadie fuera menos libertario por ello, ni que se empleara una actitud intolerante y de violencia. Para nada. Todos tenemos familiares, amigos y conocidos fumadores y no tenemos el mayor problema en hacer compatibles nuestros espacios de interacción. Pero sí es cierto que en ocasiones, el no-fumador se encontraba en clara desventaja al tener que respirar un ambiente cargado sin poder encontrar alternativa. Los espacios de no-fumadores en los bares y restaurantes podía ser más o menos reales, pero no en locales de ocio, bares de copas y otros espacios en los que se permanece mucho tiempo.

Y sí, vayamos al fondo de la cuestión y al campo de las hipocresías. Si fumar es tan malo que se intenta que el fumador deje este hábito y que el no-fumador consiga espacios de trabajo y ocio sin humo, ¿por qué no se prohíbe el consumo de esa sustancia tan nociva para nuestra salud? Bien, pues porque ahí es donde entra la libertad del individuo. Cada uno puede hacer lo que quiera con su salud, aunque algunos pensemos que esto debe conocer límites, al igual que se legisla contra el consumo de drogas y otras sustancias. Pero no comparemos: el tabaco, pese a tener condiciones adictivas, como el alcohol, o incluso el café, no puede ser equiparado a las drogas. Esta ley, esta normativa, insisto que presente en países nórdicos, EEUU, Italia y otros tantos países, no recae, pienso, ni en el absurdo ni en la hipocresía. Se trata de que el no-fumador pueda disfrutar de sus libertades y de que el hábito y práctica social del fumar se vaya erradicando de los espacios públicos, lo cual, por supuesto, sin duda, contribuirá a reducir su consumo. También es cierto que dará lugar a escenas de auténtica locura, cuando los clientes de los locales llenos de gente saliendo o cenando, tengan que hacerse con un espacio a las puertas de los mismos. ¿Acabarán los dueños de esos locales prohibiendo estacionarse en los accesos?

Tiempo al tiempo y mucha calma. Esta nueva ley no supondrá ninguna locura ni ningún disparate. Se trata de realizar algo que debería haberse puesto en marcha desde los comienzos de los tiempos en los que fumar se convirtió en una práctica masiva en nuestra sociedad. Y tan malo es no tolerar que esta ley se ponga en marcha como las actitudes de algunos ciudadanos que acaban persiguiendo o denostando al fumador como si de un apestado se tratase. Equilibrio y espíritu de convivencia. Esta ley no debe usarse para distanciar, sino para unirnos en un nuevo contexto... sin humos.



Pablo M. Beleña
Director Diariocrítico.com
 
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