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Mayores activos

A propósito del papel de los abuelos en la familia

abuelos ancianos niños
abuelos ancianos niños (Foto: EP)
martes 10 de octubre de 2017, 07:00h

Muchas personas mayores subrayan el cambio tan grande que se ha producido en tan sólo 50 años con relación a la familia: la incorporación de la mujer al mercado laboral, el retraso de la mortalidad y la propia evolución del comportamiento de las sociedades occidentales ha desbaratado los roles que hasta ahora habían adquirido tanto padres como abuelos. “Hoy, muchos abuelos vuelven a ser padres con 70 años… eso antes no ocurría. Yo de siempre he conocido en mi casa a mi abuela porque se había quedado viuda. Pero era la princesa de la casa, llena de atención y cariño», cuenta una adulta en activo.

Por supuesto que “el abuelo era una figura a la que se le respetaba muchísimo, más imponente; había cariño, pero se transmitía de otra forma», afirma Francisco Muñoz, presidente de Abuespa. Lo cierto es que los abuelos modernos ya no son esos que consienten a los nietos, que les compran chuches y les dan la paga. La paga, en muchos casos, ha sido sustituida por su mantenimiento: muchos comen y meriendan todos los días en casa de los abuelos y otros tantos han podido continuar sus estudios gracias a su apoyo económico. La crisis y la falta de conciliación laboral y familiar hacen que este escenario se repita en miles de hogares españoles, cuenta en un delicioso reportaje Laura Zamarriego, antigua y muy querida alumna
Los abuelos se han convertido en imprescindibles para sus hijos a la hora de organizar la vida de la familia, los horarios de los nietos, las recogidas del colegio, las extraescolares o las visitas al médico. De acuerdo con un estudio de la Fundación Pfizer, el 59% de los abuelos está involucrado de manera activa en el cuidado de sus nietos. La encuesta Mayores 2010 del Ministerio de Sanidad y Política Social señala que muchos de ellos les dedican entre 6 y 7 horas diarias. «Muchos abuelos se olvidan de disfrutar de su tiempo libre, en parte porque los hijos dan por hecho que sus padres van a estar disponibles. Anteponen las necesidades de hijos y nietos a las suyas propias, y algunos llevan una rutina más estresante que cuando trabajaban», según la psicóloga Lucía Martín.

Según una en encuesta del CIS de 2015, la mayor parte de los españoles considera que la principal contribución que realizan los abuelos a la sociedad es ayudar económicamente a sus familias, por delante de mantener la familia unida. «Que la ayuda económica prime frente al mero disfrute de los nietos refleja una visión utilitaria de los abuelos», opina la directora de la Fundación Amigos de los Mayores. Es paradójico porque, por otro lado, existe una concepción social que considera que las personas mayores ejercen un rol pasivo demandante, mero receptor de servicios. Y muchas de ellas no quieren sentirse así, explica. A eso se suman tantos y tantos casos de soledad no deseada, que les conduce a un sentimiento de aislamiento y de vulnerabilidad.

Vivimos en una sociedad en la que lo que no sirve, se tira. Si no nos ponemos al día, si no somos capaces de manejar un teléfono móvil, hablar de música, de teatro o del fútbol de hoy, nuestros nietos van a pensar que su abuelo no está al día. Tenemos que luchar por ponernos en marcha, actualizarnos en lo posible y, al menos, saber de qué va la cosa, aunque no logremos manejar esos chismes como ellos. Yo, como escribe Dante, “abandoné toda esperanza”. Y no pasa nada, y si pasa, ¿qué importa? Y si importa, ¿qué pasa? Como aprendí hace ya 30 años en el Centro penitenciario de Segovia. Y cuánta razón tenían ellos cuando yo me impacientaba ante alguna “reticencia” de los funcionarios. Y es que algunos de ellos, al principio de montar las Aulas de cultura en las prisiones, le decían al director, que luego me lo comentaba: “Algunos de nosotros nos las vemos y deseamos para seguir una carrera a distancia (en aquellos tiempos) y este profesor viene cada sábado y les trae un escritor o un periodista, un artista o ahora a Butragueño, ¿a quién se le ocurre?” Yo le dije con media sonrisa a José María, el director, “diles que el aula está abierta para todos, y que como nos sentamos en círculo y no hago preguntas personales, pasarán desapercibidos”. Les costó, pero, los sábados por la mañana, algunos se dejaban caer por allí y seguían atentos… aunque permanecían en pie, apoyados a la pared o al quicio de la puerta. Pero a la salida del reciento se acercaban y me preguntaban algo que no habían comprendido o el título de algún libro que había citado.

Tenemos experiencia, sí, pero esa experiencia puede que no sepamos aprovecharla, adaptándonos en lo que podamos y convenga. Ahora bien: cómo te traten tus hijos dependerá mucho de cómo te vieron tratar a tus padres.

Recuerdo aquel cuento escuchado de niño: Un padre vio a su hijo pequeño intentando hacer un plato de madera con un cuchillo y le dijo: “pero ¿qué haces?” y el niño respondió: “un plato de madera como el del abuelo para cuando tú seas mayor, y se te caiga”.

Los abuelos están para ayudar, no para aprovecharse de ellos pues, en la mayoría de los casos cuesta decir que no, da un poco de miedo, por si no nos vuelven a llamar, escribe Laura y advierte de que, en los hijos está el no abusar, el diferenciar la necesidad del capricho. Los hijos, a veces, dan por hecho que los padres van a estar siempre disponibles. Por un lado, los abuelos ejercen una función protectora y, por otro, está el deseo de seguir sintiéndose necesarios. Hablamos de personas con una educación en el esfuerzo, en el sacrificio, en la competencia y en la eficacia muy alto. “Me encuentro con personas mayores con un nivel de exigencia personal potente, que ante este nuevo rol de cuidadores tienen la sensación de tener que estar a la altura, lo que les afecta a nivel emocional», cuenta la psicóloga Lucía Martín que habla de «roles en construcción», que se van aprendiendo sobre la marcha. «Tenemos un modelado, pero cada adulto tiene derecho a desarrollar el rol parental desde el propio criterio. Hay abuelos que se meten mucho en el proceso educativo, otros pecan de prudentes. Es importante poner bien esos límites, para que cada miembro pueda vivir esos roles de manera adecuada». La experta sostiene que la clave está en una comunicación asertiva. Se nos olvida el expresar abiertamente lo que sentimos, en qué estamos de acuerdo y en qué no. Desde el diálogo y el respeto es fácil llegar a esos acuerdos. Que, como sabemos, significan sintonia entre corazones y no tienen nada que ver con la memoria.

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