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Liderazgo, poder y obediencia

Liderazgo, poder y obediencia

martes 21 de octubre de 2008, 01:38h

Los medios de comunicación son las fuentes primordiales del poder y de todo liderazgo en la sociedad capitalista del siglo XXI. Los medios concentran las noticias políticas y alientan la instauración del dramatismo como el signo del espectáculo y la manipulación abierta de la opinión pública.

El liderazgo mediático de masas está vinculado al poder y es reconocido desde la sociedad en la cual tiene influencia. El punto de partida para el análisis del poder es la existencia de una relación colectiva entre el líder y sus seguidores que tiene un carácter desigual, relación que además señala la presencia de un eje con dos elementos: el mandato y la obediencia. Estos elementos se convierten en premisas ineludibles que caracterizan cualquier relación de poder.

El líder es aquel que manda o desarrolla un conjunto de estrategias para ser obedecido y es por esto que las masas estarán siempre enajenadas con respecto al líder, pues renunciarán a una parte de sí mismas hasta someterse obedientemente. Incluso en los momentos donde se reivindica una práctica horizontal y participativa de las decisiones, los seguidores buscarán que se les indique el camino hacia dónde ir, por lo que el precio a pagar es entregar una parte de su individualidad para que sea el líder quien los “mande” conduciéndolos por la senda del éxito o la decadencia.

El liderazgo de hoy está fuertemente ligado al mundo del espectáculo mediático, por lo tanto, el terreno más propicio para viabilizar diferentes mandatos y obediencias será la esfera pública de los medios de comunicación como la televisión y la radio. La acción hegemónica dentro de la sociedad parte también de un conjunto de actores-productores de hegemonía, donde destacan los medios masivos que buscan una singular voluntad: instaurarse para que la dominación-dirección del liderazgo moderno pueda ser ejercida de manera eficaz; en consecuencia, la sociedad civil prácticamente se encadena a los medios de comunicación, así como también éstos se encadenan al liderazgo y la sociedad civil gracias a su hegemonía.

Para profundizar el análisis sobre el poder me referiré principalmente al sociólogo alemán Max Weber. La combinación que se puede establecer entre las ideas de Weber y el papel de los medios de comunicación es útil para el desarrollo y la comprensión del liderazgo moderno. Si el poder es definido como una relación compuesta por el mandato y la obediencia, Weber clarifica dicha relación afirmando que el poder es: “un estado de cosas por el cual una voluntad manifiesta (‘mandato’) del ‘dominador’ o de los ‘dominadores’ influye sobre los actos de otros (del ‘dominado’ o de los ‘dominados’) de tal suerte que en un grado socialmente relevante estos actos tienen lugar como si los dominados hubieran adaptado por sí mismos y como máxima de su obrar el contenido del mandato”.

Un estado de cosas, es decir, una situación o contexto concreto. Aquí cabe indicar que esta situación puede presentarse con diversos matices. Primero, el poder puede ser inmutable y estable. El que manda y el que obedece ocupan cada uno un lugar específico dentro de esta relación. Ambos desempeñan los papeles que sin mayores alteraciones se repiten a través del tiempo cada vez que se presenta la relación de mandato y obediencia. Aunque pasen miles de años todo permanecerá igual, de tal manera que la relación subsiste como norma por encima de la voluntad personal o los sentimientos concretos de los propios actuantes a los cuales se impone. Asimismo, cuando no existe movilidad social, tampoco existe un cuestionamiento de aquella relación desigual.

Segundo, el poder puede ser mutable y estable. Las modernas sociedades democráticas presentan un alto grado de estabilidad y sin embargo incluyen elementos de movilidad social, de tal manera que la persona concreta capaz de emitir el mandato puede cambiar, ya que cualquiera puede tener la posibilidad de sustituirlo de acuerdo con las normas que rigen el funcionamiento democrático. En el caso del poder inmutable y estable, tanto el que mandaba como el que obedecía se encontraban con una situación cerrada y dada, cumpliendo casi automáticamente lo que se esperaba de ellos. No es así en el caso del mandato mutable porque aquí el poder y la obediencia son estables pero la accesibilidad de las personas al mismo no está determinada y es más amplia. Por otra parte, la obediencia requiere que la persona que va a obedecer tenga, como posibilidad, cierto grado de autonomía.

Tercero, el poder puede ser inestable. Es decir, estamos ante un momento caótico en el cual no hay un poder legitimado, o más bien se está luchando por su posesión cuando aquellos que detentaban el poder se han debilitado. Una guerra o revolución son los ejemplos más claros. Esta es la situación que se suele describir a la hora de hablar de la democracia por parte de los ideólogos antidemocráticos, es decir, pugnar por la conquista del poder en nombre del pueblo cuando lo que se busca es desestabilizar el poder establecido para su captura posterior a cargo de contra-élites.

Los medios masivos de comunicación como la televisión, la radio, el Internet y la industria del cine o la publicidad se enmarcan dentro de un tipo de mandato y poder inestable y bastante cambiante. Los medios generan carismas artificiales en los líderes y si los medios les retiran su confianza, el poder de muchos políticos tiende a decaer. Cuando los gobernantes lograr fijar en la agenda de los medios un conjunto de problemáticas y temas de dominación, el mandato se hace más fácil para ejercer la subordinación y el control sobre la sociedad seducida por los medios. Asimismo, el poder se convierte en una situación inestable y simultáneamente mucho más caótica porque los medios van construyendo una realidad de dominación demasiado inclinada a la arbitrariedad y a nuevas formas de autoritarismo disimulado por la propaganda.

Sociólogo político, miembro de Yale World Fellows Program, [email protected], [email protected]

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