Un mal día para Mariano Rajoy

Definitivamente, este martes no ha sido un buen día para Mariano Rajoy, ni para el Partido Popular. Ambos están, dicen las encuestas, en pleno (aunque moderado y algo lento) ascenso. Porque tampoco corren buenos tiempos para el Gobierno socialista, claro. Pero, insistimos, ayer no fue un día precisamente glorioso para los ‘populares’. Comenzó con los piropos del conservador Sarkozy a Zapatero y a su actuación ante la crisis económica y concluyó con lo que se supo que iba a publicar este miércoles El País acerca de las ‘hazañas’ del tesorero del PP, Bárcenas, de las que damos cumplida cuenta en nuestra información. En medio, el anuncio a última hora, con nocturnidad, de la lista europea que acompañará a Jaime Mayor Oreja: una lista anticuada, con escasas novedades, más de lo mismo. Cierto: no estaba Galeote, acusado de corrupción -veremos, luego, las pruebas: ya saben que nosotros respetamos la presunción de inocencia…mientras tal presunción es posible-; pero a Galeote Rajoy le ha nombrado ‘asesor personal’ en asuntos europeos, signifique eso lo que signifique.

En fin, que sin duda la derrota parlamentaria de los socialistas ayer, en una votación que obliga a Zapatero a deshacerse de un ministro -¿por qué solamente uno?-, y en la que el PP se alió con el PNV, no bastó para compensar a un Rajoy que hoy se encuentra, sin duda lleno de aprensiones y con cierto malestar en el cuerpo, en una convención del PP Europeo en Polonia. Eso le da un respiro de horas para reaccionar: el ‘affaire Bárcenas’ -repetimos lo de la presunción de inocencia, pero…- tiene que quedar solucionado antes de que, el domingo, un acto en Guadalajara presente a esa candidatura europea que, decían las encuestas antes de hacerse pública la lista completa, se dé el pistoletazo de salida hacia una presumible victoria en las urnas el 7 de junio. El tesorero del PP seguramente debería cesar, o dimitir para no perjudicar a su partido mientras prepara una defensa que esperemos que sea mejor, más contundente, menos meliflua, que la de los dirigentes valencianos haciendo públicas sus declaraciones de Hacienda. Eso sí, todo ello sin cruzar una sola palabra con la prensa, que parece el enemigo a batir o, al menos, el incordio del que huir por los pasillos del Congreso de los Diputados. Encima, errores de comunicación a granel.