Dicen que, poco a poco, el Gobierno de Patxi López va cambiando en Euskadi hasta los directores de colegio. Lo que podría explicarse allí por la anterior exacerbación nacionalista sucede también en la Galicia de Núñez Feijóo, de muy distintos componentes políticos.
Se trata del arte de la revancha partidista que en este país, tras la alternancia pactada por Cánovas y Sagasta en el Siglo XIX, afecta hasta a los ujieres de los ministerios.
Lo mismo ocurría en la Italia convulsa de hace tres décadas, con Gabinetes de parto muy laborioso y que luego duraban apenas unas semanas. Por eso, el lúcido periodista Indro Montanelli ironizaba con que el país sólo era estable cuando se hallaba sin Gobierno.
En cambio, en Francia o Gran Bretaña, con Estados muy consolidados, ya puede producirse un revolcón electoral que el país seguirá igual. En Francia, gracias a la estable administración pública salida de la ENAC, y en el Reino Unido merced a los civil servants, funcionarios que alcanza el más alto nivel.
Algo de eso sería deseable entre nosotros, donde la llegada del tripartito catalán al poder dejó en la calle a miles de enchufados de Jordi Pujol para hacer hueco a nuevos paniaguados. No aspiro a que ocurra aquí como con Sarkozy, que utiliza a connotados socialistas como Kouchner, Rocard, Strauss-Kahn y hasta Frédéric Mitterrand. Pero de eso a nuestras habituales decapitaciones políticas hay un abismo.
Si (
No(
