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La economía, en estado de resignación

La economía, en estado de resignación

domingo 02 de agosto de 2009, 10:23h

La evidente suavización, ya que sería prematuro hablar de corrección, de la situación general de la economía global, con el término de la crisis quizá en perspectiva pero menos cercano de lo que se viene diciendo, como no ha tenido más remedio que advertir en Estados Unidos incluso el habitualmente optimista presidente Obama, no puede, en el caso concreto español, hacernos olvidar los conocidos serios defectos estructurales cuya corrección es aún más necesaria y urgente si se confirman los indicios de que, en pocos meses, pudiéramos estar en el umbral, no todavía del cambio de ciclo, pero por lo menos de acercamiento a las últimas fases del actual ciclo negativo, momento pues en el que las políticas activas serán todavía más necesarias.

   Ya no merece la pena repetir la incómoda circunstancia de que la visible incapacidad del gobierno de Rodríguez Zapatero para diseñar políticas activas de corrección y salida de la crisis, se complementa, para desolación de empresarios, asalariados y autónomos, con la no menos visible incapacidad de los partidos de la oposición, a derechas y a izquierdas, para ofrecer propuestas alternativas.

     Estamos en el umbral de la peor situación que cabe imaginar en economía, una especie de “estado de resignación” a que lloverá lo que tenga que llover y ya escampará incluso por estos pagos cuando las cosas mejoren fuera. Por referirnos sólo a algunos temas que presumiblemente interesan e inquietan a la ciudadanía ¿qué va a pasar con las pensiones? ¿y con las prestaciones sociales? ¿Nadie piensa que es urgente una reunión en profundidad y con máxima publicidad y completa transparencia, del Pacto de Toledo? Los ciudadanos lo piensan, lo desean y lo esperan, pero parece que los políticos no están por la labor. ¿Acaso es razonable que, en estos tiempos de tribulación, el titular de un Ministerio coyunturalmente tan crítico como Trabajo, sea un personaje como Corbacho, capaz de afirmar sin pruebas nada menos que la CEOE ha pedido el despido libre, provocando con ello una fractura social de imprevisible andadura?

   La cuestión no es para despacharse como una bromita. El presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, ha afirmado expresamente que es mentira que la patronal reclamase el despido libre. Así que uno de los dos, Corbacho ó Díaz Ferrán, miente, y no precisamente sobre algo irrelevante o menor. Como es bastante evidente quien miente, la permanencia de Corbacho al frente de la cartera de Trabajo resulta democráticamente poco presentable, o como ha dicho un importante líder financiero, una paletada más de leña que se echa al incendio de la crisis. Pero ahí está, encastillado en no permitir que la verdad le estropee una propaganda.  

    Por poner algún ejemplo manifiestamente obvio ¿presta alguien atención, en las esferas del poder político, no sólo a los datos económicos del conjunto del Estado, sino también a los de cada Comunidad Autónoma? Esta misma semana Moody’s ha rebajado el rating de Catalunya como emisor a largo plazo, por el deterioro presupuestario que deriva del creciente déficit y los serios indicadores de endeudamiento. Es verdad que, en cambio, se mantienen los rating de Madrid, Valencia y otras Comunidades, pero con advertencias de posible deterioro a corto plazo por la caída de los ingresos derivados de la actividad inmobiliaria y especialmente el mercado de la vivienda, así como por la recesión en la mayoría de los sectores de actividad, sin que se aprecie capacidad para reducir los gastos corrientes, lo que es probable que conduzca a muy corto plazo a engrosar el déficit presupuestario y a recurrir excesivamente a la deuda. Y queda por cierto la anotación, que sólo sorprenderá a los empecinados en detenerse en la superficie meramente política de los problemas, de que sea precisamente Euskadi la Comunidad Autónoma española con mejor rating en estos momentos.
 
    Así que, entre un Gobierno decidido a no hacer nada, sentado a esperar que la solución a la crisis venga de fuera, y una Oposición que no está ni se la espera, parece que a los ciudadanos de este sufrido país sólo nos queda practicar la virtud muy cristiana de la resignación. Lo que tenga que suceder, sucederá. Y probablemente será para mal o incluso para peor. En estas circunstancias, no es raro que desde países europeos de mayorías ideológicamente dispares, incluso antagónicas, lleguen señales de que se ve venir el período de presidencia española de la UE con algo más que razonable inquietud.

   “¡Es la economía, tonto!”, suele recordarse que le dijo a su contrincante el entonces candidato presidencial Bill Clinton. Alguien debiera decírselo ahora a los líderes del Gobierno y de la Oposición en nuestro país. Están muy bien los gestos contra los asesinos terroristas de ETA, aunque esa enfática afirmación de que pasarán el resto de su vida en la cárcel sería más creíble, o prudente, en boca de quien nunca hubiera impulsado un proceso de negociación con la banda armada. ETA es un grave problema de España, no ahora, sino desde hace ya bastantes décadas, pero la cuestión esencial de esta hora de España es la economía, incluso más que ETA, porque está en juego nada menos que el trabajo de millones de españoles y la posibilidad de que mantengan mínimos decorosos de nivel de vida a los que tenemos innegable derecho.

    Así que conviene romper este raro estado de resignación. No es que vayamos por mal camino, sino por ningún camino, porque estamos quietos, paralizados, viéndolas venir, confiando en que la solución llegue de fuera. Quizá tengan razón los que, cada vez en mayor número, afirman por foros y reuniones que éste es el peor gobierno desde el inicio de la transición. Pero también de la oposición, ahora ya nítidamente por delante en las encuestas, los españoles tienen derecho a escuchar, alguna vez y ya va siendo hora, una propuesta alternativa que esté a la altura de la gravedad de las circunstancias.

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