Fíjense en sus pies, justo dónde acaba la caída del pantalón, Zapatero quiere ser "zapatones", Luis Aragonés, y por eso convoca a toda la oposición a que se vista con "la roja". La pregunta es para qué los quiere vestidos a todos igual sí luego él no va a ceder el centro del campo. El presidente corre un serio problema, y es que el elector se canse y pierda la credibilidad en él como "entrenador" nacional. Una semana después de anunciar un gran marco de acuerdo, las diferencias son tantas que sólo coinciden en lo mal que caen. Bochornoso espectáculo nacional.
De ahí que en la Ejecutiva del Partido Popular tanto el presidente de Navarra, como la presidenta de Madrid, animaran a Rajoy a acudir a la reunión con Zapatero con dos carteras resueltas, la de Economía y la de Hacienda. Javier Arenas y Cristóbal Montoro serían los encargados de cruzar las líneas enemigas para trabajar con Zapatero.
No desdeñemos una salida creativa como las que tanto le gustan al presidente, por ejemplo un gobierno de bajo coste, o mejor aún un ejecutivo de bajo consumo, o mejor todavía unos ministros que no cuesten un euro. La solución sería aplicar los mismos parámetros que se siguieron para rehabilitar a la Capilla Sixtina a mediados de los años ochenta. Entonces, la Nipón Televisión se hizo cargo de los 4,2 millones de dólares que costaron los trabajos. Sin querer comparar a Zapatero con Miguel Ángel, ni al Gobierno con una ruina ¿no sería oportuno que la Kodak, pongamos por caso, patrocinara a Jorge Moragas como Ministro de Audiovisual dada su tendencia a realizar vídeos por dónde va?, ¿no podríamos conseguir que una casa de congelados trajera de nuevo a Magdalena Álvarez como Ministra de Fomento, mientras que José Blanco pasaría a una vicepresidencia patrocinada por una marca de mejillones gallegos? Es verdad que habría que hacer algunos cambios en la sala de prensa del Palacio de la Moncloa para que se pareciera a la del Real Madrid, llena de botes de refrescos y de paneles con anuncios, pero el ahorro sería máximo.
El peligro es desvirtuar el proyecto inicial, pero más desvirtuada que está la clase política no será difícil. También cuando se hizo la rehabilitación de la Capilla Sixtina se corrieron algunos riesgos, por ejemplo aquello que se pensaba eran manchas de cera y hollín en realidad se trataba de "carbón negro" que Miguel Ángel utilizó para enfatizar las sombras. Llegaron los restauradores y lo eliminaron. Algunos críticos como James Beck y Andrew Wordsworth sentenciaron que se habían cargado la obra original, pero eso no impidió que siguieran visitándola los turistas.
Un gobierno de coalición (y patrocinado), serviría para que Zapatero purgara sus pecados (muchos después de leer el Deuteronomio), y para que Rajoy obtuviera finalmente su deseada cartera de Ministro de la Oposición.