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La Red, expresión de libertad

jueves 03 de mayo de 2007, 09:03h
Se registran avances en la libertad de expresión desde que, el año pasado, celebrábamos idéntica jornada a la de hoy, día mundial de este derecho (y de este deber, por parte de quienes mantenemos medios de comunicación). Esos avances se centran, sobre todo, en la Red, en la creciente influencia de una imparable Internet, un campo al que resulta difícil ponerle puertas.

Claro que la información digital necesita depurarse, serenarse, dotarse de sus propios códigos deontológicos. Pero hay muchas reglas, tabús y convenciones que deben caer, van a caer. En las elecciones francesas tenemos algunos ejemplos de hasta qué punto algunas restricciones podrían dejar de serlo en virtud de la globalización de la información que supone la Red: ¿cómo impedir que los resultados electorales se mantengan secretos si desde un servidor en las islas Comores alguien los lanza a través de un periódico ‘internacionalizado’? Lo mismo para la limitación de la publicación de encuestas a partir de un momento determinado.

Queremos decir, aprovechando esta jornada, que la ‘nueva’ libertad de expresión ha de incluir una nueva legislación y un reconocimiento de ese nuevo periodismo que llega arrollando. No quiere eso decir que las otras formas de hacer información a través de la prensa escrita o los medios audiovisuales estén detrás en la carrera; de ninguna forma. No hay sino que ver la cantidad de millones de franceses que siguieron el debate entre Sarkozy y Royal para darse cuenta de hasta qué punto la televisión, la radio, la reflexión del papel, son necesarios y hasta, hay que admitirlo, hoy por hoy dominantes.

Pero nadie osa ya negar la influencia de los medios on-line. Excepto, quizá, la agenda de la comunicación de La Moncloa, que ese es otro tema. O algunos candidatos, que se niegan a acudir a los chats a los que son llamados por los medios digitales, por considerarlos poco importantes o, peor, una especie de peligro no bien especificado.

A la hora de hablar de la libertad de expresión hay que incluir también ests parámetros derivados de la irrupción del llamado nuevo periodismo, periodismo ciudadano (participativo interactivo). Sin que ello suponga tampoco olvidar o relegar esas denuncias que organizaciones como Reporteros sin Fronteras hacen contra regímenes y países en los que el ejercicio de esta libertad básica está restringido o es muy peligroso. Este mismo periódico ha apadrinado a periodistas de oras naciones desde luego más desafortunadas en este campo -y en otros muchos- que esta España en perpetua convulsión y crispación, pero en la que hemos conocido, sin duda, tiempos mucho peores. Porque decir, como algunos aún osan hacerlo, que aquí no hay verdadera libertad de expresión es una demasía; sin duda, como la democracia, este derecho es siempre perfectible, y aquí y ahora, cuando intereses y sectarismos de toda laya entorpecen el resplandor de la verdad se puede mejorar. Pero haber libertad de prensa  expresión, hayla, faltaría más.

Lo importante es que los medios se mantengan vigilantes y reivindicativos. Y que los poderes, que tanto alardean de talante, empezando por ciertos jefecillos de prensa y directorcillos de comunicación,  entiendan que la transparencia es una obligación, lo mismo que el trato igualitario -igualitario hemos dicho- a los medios, a todos los medios, no solamente a los que en principio parten como más poderosos.
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