El notable periodista Juan José Toro acaba de publicar un interesante artículo titulado Mensajes que Evo no lee (La Prensa / La Paz, 31.01.2011). Dicho artículo contiene dos tesis: en una sostiene que los pueblos andinos prehispánicos tuvieron escritura y en la otra expone la “teoría del asedio”, de Vladimir Cruz, ensayista potosino contemporáneo. La “teoría del asedio” de Cruz estudia, según Toro, los conflictos sociales en Bolivia como una de las “formas de expresión de los pueblos andinos” que suele “hacerse patente en los conflictos como inconscientes manifestaciones colectivas”. De este modo, la “teoría del asedio” explicaría por qué los aymaras tienden más al conflicto y la violencia que al diálogo y al consenso. Esta teoría se funda, como mis lectores habrán inferido, en la teoría del “inconsciente colectivo” y la noción de los “arquetipos” de Carl Gustav Jung, discípulo heterodoxo de Freud.
A mí me interesa resaltar el entusiasmo de Toro, convencido de que “los pueblos andinos prehispánicos tuvieron escritura”. ¿En qué se basa para afirmar tal cosa? En su lectura de Fernando de Montesinos, dizque “un desconocido cronista español que escribió las Memorias antiguas historiales y políticas del Perú o el Ophyr de España, allá por 1630, cuando comenzó a ejercer la función de visitador de minas”. Según Toro, los nativos le informaron a Montesinos que “el inca Tito Yupanqui ordenó la desaparición de la escritura con el presunto propósito de borrar la memoria histórica de los vencidos. Para ello mandó matar a todos quienes podían traducir los códigos existentes y a quienes podían enseñarlos, es decir, amautas y kipukamayoj”.
Declaro no conocer a Fernando de Montesinos ni por el forro (su nombre no figura en el “Diccionario biográfico boliviano. Historiadores y cronistas”, del erudito José Roberto Arze (La Paz–Cochabamba, Los Amigos del Libro, 1989). Hasta que lo lea, estoy dispuesto a aceptar como válida la fuente documental de Toro, pero no comparto su tesis sobre la escritura propia de los pueblos andinos prehispánicos. Mi escepticismo se apoya en el método lógico de prueba indirecta, llamado reductio ad absurdum (reducción al absurdo), puesto que no es lo mismo quemar libros y bibliotecas como hizo el emperador Shi Huang–ti (siglo III a.C.) para borrar el pasado de China, que suprimir la escritura de un pueblo mediante edicto imperial. Aunque desaparezcan los pueblos y las civilizaciones, la escritura prevalece. Es el caso de los sumerios y los antiguos egipcios, por ejemplo. También resulta incongruente que el Inca hubiese ordenado suprimir sólo la escritura de los aymaras. ¿Qué pasó con la escritura quechua, la lengua del Inca?
El mito de la escritura de los pueblos andinos prehispánicos es un nuevo mito indigenista aymara que se añade al mito de la coca como hoja sagrada y al de las piedras sexuadas, entre otras invenciones, como aquella que convierte a Evo Morales en “un indígena puro de sangre” (sic), cuyo apellido no es Morales, sino Katari (léase el artículo “Juan Evo Katari Ayma”, de Alberto Verazaín Egüez (El Deber, 07.11.2007). En cuanto al testimonio de Montesinos, pienso que el cronista español oyó lo que otros querían que oyese. Es sintomático que el libro de Montesinos aluda al Perú como “el Ophyr de España”, símil propio de la literatura fantástica. Lo novedoso de la grafía aymara actual (y de la quechua) es la adopción de la grafía germana en su rechazo de la grafía española, lo cual viene a ser una expresión colonialista posmoderna, sólo que los indigenistas aymaras están chochos de la vida.
Escritor
Pedro Shimose