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El pan para hoy de Zapatero y el hambre de mañana

El pan para hoy de Zapatero y el hambre de mañana

viernes 20 de julio de 2007, 16:25h
   No seré yo quien critique cualquier iniciativa de ayuda a la maternidad, la natalidad o la familia, en un país como el nuestro donde la población está cada día más envejecida. No seré yo quien diga que los 2.500 euros prometidos por Zapatero como medida estrella de su debate sobre el Estado de la nación le vienen mal a las nuevas madres, aunque por ese dinero apenas puedan comprar el cochecito y la canastilla. La situación ahora es infinitamente mejor que lo fue para las madres de mi generación, que a duras penas pudimos sobrevivir a la maravillosa experiencia de traer hijos al mundo sin renunciar a nuestra carrera profesional.

   Si de muestra vale un botón, cuando quedé embarazada de mi primer hijo, Ignacio, yo tenía un contrato precario de redactora en el desaparecido diario Ya que se me renovaba anualmente. La fatalidad quiso que la fecha del parto coincidiera con la renovación de mi contrato y mi sorpresa fue mayúscula cuando el redactor jefe me dijo, sin más, que si quería conservar mi puesto de trabajo además de no cobrar el tiempo que durara de baja tendría que pagar yo de mi bolsillo a la persona que me sustituyera hasta mi incorporación. Acepté tan indignas y abusivas condiciones pero cuando al mes y medio dejé de amamantar a mi hijo, me reincorporé firmando un nuevo contrato anual, saboree el dulce néctar de la venganza. Primero denuncié ante los sindicatos de mi empresa lo que había ocurrido y luego aproveché un reportaje que me encargaron sobre mujer y trabajo para describir con pelos y señales mi propio caso y la hipocresía de una empresa que denunciaba la paja en el ojo ajeno cuando no veía la viga en el propio. El escándalo fue mayúsculo y al final no solo se sancionó al redactor jefe, que al parecer había tomado esa decisión de forma personal, sino que se me hizo un contrato indefinido y además intentaron indemnizarme económicamente por el trato vejatorio. Mi pequeña venganza, que entonces supuso toda una heroicidad, fue no aceptar el dinero. "No hay dinero en el mundo que compense haber tenido que dejar de amamantar a mi hijo y no poder estar a su lado durante los tres primeros meses de vida, máxime en una empresa que pertenece a la Iglesia", le dije a la persona que me dio un cheque antes de romperlo en pedazos y tirárselo a la cara.

   Once años después tuve a mi hija Itziar y me pareció un sueño poder tener cuatro meses de baja maternal y además pagados como cualquier madre trabajadora. Afortunadamente las cosas a día de hoy han mejorado mucho. Hay ayudas a la natalidad, guarderías, horario flexible, jornada reducida para la lactancia, posibilidad de ampliar la baja maternal sin perder el puesto de trabajo, etc. Pero aún estamos muy lejos de la mayoría de países europeos y a años luz de las prestaciones que se dan en Alemania, Dinamarca, Suecia, Noruega o Austria. Desde luego, si se quiere fomentar la natalidad y potenciar a la familia la solución no son los cheque-regalo y menos si este tienen un tufo oportunista y electoralista que apesta. Ahora resulta que la ayuda de Zapatero -que a mayor gloria del presidente, entró en vigor el día de su último debate del estado de la nación de esta legislatura- se ha puesto en marcha y ya se puede solicitar, pero no tiene soporte legal alguno ya que es un proyecto de ley que no ha empezado a debatirse en el Parlamento. Por lo tanto es lógico que la oposición en pleno, incluido sus socios parlamentarios, hayan denunciado la burla al Parlamento y la alegalidad de la disposición que no tiene validez jurídica.

   Una chapuza de tal calibre solo se explica por la necesidad de arañar votos como sea y desde luego el camino no es saltarse a la torera a las instituciones. Los niños pueden venir ya con el pan debajo del brazo pero el pan de Zapatero puede ser hambre para mañana si se sigue lanzando propuestas a golpe de improvisación.
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