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Todos tiran de la manga de Rajoy

domingo 17 de diciembre de 2006, 12:42h
Este domingo, el influyente director de un importante periódico, conservador sin estridencias, histórico y reposado, pedía a Mariano Rajoy nada menos que la presentación inmediata de una moción de censura contra Zapatero, basándose en los sin duda muchos yerros del presidente en las últimas semanas. La iniciativa es legítima, aunque no sé si plausible: la ensayó en 1987 Hernández Mancha contra Felipe González, apoyado e influído, por cierto, por Ruiz Gallardón, y ya sabemos cómo acabó quien quiso ser sucesor de Manuel Fraga y se estrelló pronto contra la escollera. No me parece que una moción de censura, aquí y ahora, pudiese destronar a un Zapatero que está en horas bajas, sí, pero que conserva el apoyo de casi todos los grupos del Congreso de los Diputados, excepto, claro, el Popular.

Si traigo a colación el interesante artículo de José Antonio Zarzalejos, que es el director de ABC al que me refería en el comienzo de este comentario, es como una muestra más de cómo hay muchas sugestiones, influencias, presiones e ideas dispares flotando en el entorno de un Mariano Rajoy a quien todos tiran de la manga. Sólo que lo hacen en direcciones no siempre coincidentes o, más bien, casi siempre opuestas. Unos le aconsejan moderación y cooperación con el Ejecutivo socialista allá donde se pueda cooperar y otros le piden posiciones de hostilidad radical a cuanto pueda decir el Gobierno de Zapatero. Unos le aconsejan aflojar la presión en lo referente a la negociación con ETA que lleva a cabo (o lo pretende) el Gobierno del PSOE y otros le piden mano durísima en guante de hierro. Algunos de sus cercanos piden y acuñan propuestas constructivas, mientras otros tratan de instalarlo en el ‘no a todo’, en el ‘díme de qué se trata, que me opongo’.

Y lo cierto es que así avanzamos poco. Con un Gobierno empeñado en culpar de todo lo que pasa al Partido Popular, mientras da bandazos en cuestiones tan clave como la negociación con ETA, y con una oposición con la que no sabes a qué atenerte: tan pronto dice un día Rajoy que, para negociar con ETA, no hay que hablar con Batasuna ni con ETA (entonces ¿con quién?) hasta que no hayan depuesto las armas y cesado definitivamente en la violencia (entonces ¿qué habría que negociar?) como suelta que apoyará al Gobierno en el intento de llegar a la paz, pero, eso sí, “sin beneficiar a ETA”. Signifique todo este lenguaje críptico lo que signifique.

Probablemente lo que haga ahora falta, por el contrario, sea dejarse de palabras ambiguas de doble significado y hablar con una claridad escalofriante. Me encuentro entre quienes piensan que estamos ante una oportunidad para dejar muchas cosas solventadas: ya ha habido acuerdos en torno a muchos estatutos de autonomía (el de Cataluña ha sido una oportunidad perdida para un PP que necesitará gobernar contando con los catalanes), en torno a la composición del Consejo de RTVE (esta semana se despide Caffarel con una última comparecencia parlamentaria y dejando un bastante buen sabor de boca, me parece) y puede que próximamente sobre el Consejo del Poder Judicial (ojalá). No se entiende que, con la buena acogida que estos pactos han tenido entre la ciudadanía, no se ensayen otros sobre otras materias. Como la interlocución con Europa (en la que el PP debería participar), el trato a la inmigración ilegal y, desde luego, el proceso de paz. Claro que mal empezamos, desde luego, si ni siquiera la palabra “proceso” es admitida por los irreductibles en el PP.

Pero Rajoy no es, a primera vista, uno de esos irreductibles. NI los irreductibles le quieren demasiado, a tenor de lo que se escucha, por ejemplo, en determinado medio radiofónico, dicen que muy afecto a Aznar, Zaplana y Esperanza Aguirre. Desde ahí le llegan al presidente del PP sugerencias para que desentierre continuamente el hacha de guerra, porque a esos comunicadores -no sé si también a sus próximos en política; no creo que sea para tanto- les gustan los tambores de guerra. Y así anda Rajoy: deambulando entre quienes le tiran de una manga y  los que le tiran de otra, entre aquellos que le empujan en una dirección y los que le impulsan en la contraria. Una situación, a mi entender, perfectamente intolerable y con escaso futuro.

No me encuentro entre los periodistas que desean dar consejos a Rajoy, desde luego. Pero sí creo que debería exigir cuanto antes, públicamente, un encuentro con el inquilino de La Moncloa, una comparecencia conjunta posterior para dar cuenta y fe registral de los acuerdos a los que lleguen y, después, ponerse a hacer esa oposición constructiva que le estamos adivinando a raíz de las convenciones celebradas por el PP en los dos últimos meses. Así sí podría Rajoy ganar las próximas elecciones generales, posibilidad que ahora le niegan las encuestas…y parece que también una parte de sus correligionarios.
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