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El periodismo y la crisis

El periodismo y la crisis

martes 24 de enero de 2012, 08:21h
    En este día de san Francisco de Sales, patrono de los periodistas, queremos tener muy presente las dificultades por las que atraviesa esta profesión que algunos, como Gabriel García Márquez, denominan "el oficio más hermoso del mundo". Pues bien: aquí, en España, desde el inicio de la crisis, han perdido su puesto de trabajo unos 5.000 periodistas, unos 5.000 chalados maravillosos enrolados en "el oficio más hermoso del mundo". Quizá, proporcionalmente a su número de trabajadores, el sector de los medios de comunicación haya sido, después de la construcción, el más severamente afectado por las dificultades económicas que han obligado a cerrar diarios, revistas, emisoras de radio, televisiones, portales de Internet, o a reducir plantillas con escasas perspectivas de regresar a la redacción o al plató o al locutorio por parte de quienes han sido enviados al infierno del paro.

    Son muchos los periodistas que son testigos y cronistas y corresponsales de guerra, y que mueren en el frente cuando pretenden contar de primera mano las atrocidades bélicas. También son numerosos los que, en regímenes dictatoriales, como en Cuba o en China, son encarcelados y torturados. Pero hoy, desde España, nos queremos fijar en esa muerte civil que significa que a un periodista las puñeteras circunstancias de los mercados le arrebaten la cámara o el micrófono o el ordenador. Y eso está ocurriendo todos los días, en un goteo atroz, demoledor, que ha convertido el riesgo del despido en el demonio más temido por los periodistas.

     Es muy fácil decir, como hacen los políticos, que sin una prensa libre no se entiende una sociedad democrática. Lo proclaman solemnemente en los discursos, pero al mismo tiempo les hacen la vida imposible a las voces críticas, a los profesionales independientes, a las empresas informativas que se niegan a comulgar con las ruedas de molino del Poder.

    Y frente al periodismo limpio, audaz, valiente, que denuncia lo que merece reproche, que es incómodo por naturaleza, han surgido el amarillismo y la tele-basura, géneros que no pertenecen al periodismo sino al mundo del espectáculo más cutre y más ruin.

    Añadamos a todo ello la crisis del periodismo en el soporte papel, la arbitrariedad de los gobiernos a la hora de adjudicar licencias radiofónicas, la discriminación que se ejerce con el reparto de la publicidad institucional, las ruedas de prensa sin preguntas, las "listas negras", el subempleo, la precariedad laboral, las notas escritas por burócratas y que son los únicos mensajes oficiales que se envían a las redacciones.

    Un panorama inquietante, en fin,  y para que hoy le pedimos a san Francisco de Sales, un poco a la desesperada, que nos eche una mano. Si la verdad nos hace libres, y la mentira nos hace esclavos, mal se entiende una sociedad en que a los comunicadores, a los mejores comunicadores, se les haga la vida imposible.
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