La decisión del pueblo venezolano es soberana y
muy respetable. Con una diferencia de más de un millón de votos mantiene en el
poder seis años más al populista
Hugo Chávez. El candidato de la oposición,
Henrique Capriles, ha conseguido restar muchos votos pero no ha sido suficiente
para lograr la victoria y acabar con 14 años de un régimen extravagante que
desestabiliza el progreso de América Latina. Los venezolanos no votaban
únicamente su modelo político para definir los programas de igualdad social,
incumplidos en los últimos años y lejos de los logros de los primeros años;
para solucionar el caos en el funcionamiento de los servicios públicos; para
equipar y financiar a milicias paramilitares chavistas; para frenar una carrera
armamentística en la región que ha agotado recursos más necesarios para los
menos favorecidos; para acabar con el voto cautivo de los cada día más
numerosos funcionarios públicos; para mejorar el abastecimiento de productos
básicos y reducir el mal endémico de la violencia y de la inseguridad
ciudadana.
También estaba en juego una política de enfrentamiento ideológico de
poder, bajo la tutela de los
Castro en Cuba, envuelta en la bandera de una
supuesta revolución bolivariana que ha extendido su influencia política,
gracias a la financiación prestada a sus actuales dirigentes, a países vecinos
como Ecuador, Bolivia y Nicaragua, formando un grupo de presión que responde a
los intereses del propio Hugo Chávez. Otra consecuencia de la permanencia de
Chávez en el poder es la incertidumbre para el futuro de las inversiones de
algunas empresas españolas en los países
de la órbita chavista por las arbitrariedades y la inseguridad jurídica que
practican sus dirigentes. El gobierno de España ha puesto mucho interés en el
éxito de la próxima Cumbre Iberoamericana de Cádiz en el mes de noviembre. Está
complicada la presencia de Chávez, el presidente de Paraguay se ha descartado
porque muchos países de la región no le reconocen y la de Argentina, después de
expropiar YPF a Repsol, no goza de reconocimiento. Sin embargo, España debe
recuperar el peso político perdido en América Latina, con respeto y
consideración. Y eso obliga a un buen entendimiento con todos, incluido el
populista Chávez pero sin debilidades.
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