lunes 05 de noviembre de 2012, 09:28h
Lo identitario
como legitimador de soberanía es todo lo contrario a la razón de ser de la
política que es la capacidad de armonizar diferencias. Basar en analogías
cualquier tipo de soberanía nos llevaría, como ejemplo, a la soberanía de unos
hermanos cuatrillizos, por el hecho de ser más idénticos entre sí que el resto
de los ciudadanos. Esta estupidez de la identidad puede permitir la soberanía
de los pelirrojos o de los morenos y si llevamos las identidades a cotas
lingüísticas, los capacitados para hablar normalmente en esperanto estarían en
condiciones de pedir una soberanía y los "okupas" de una isla desierta tendrían
derecho a elegir, en vez de su propia soberanía de robinsones, entre la
soberanía británica, la norteamericana o la australiana, entre otras.
Resulta muy
difícil averiguar en qué consiste la identidad de los habitantes de Cataluña,
sean estos de pura cepa o de cepa andaluza, extremeña o castellana. Más difícil
si la cepa es sudamericana, árabe o centroeuropea. Son todos moradores de un
territorio delimitado por las fronteras administrativas de cuatro provincias de
una magnifica geografía política. Lo mismo el gitano que canta rumbitas en
Barcelona que el futbolista de Albacete que mete goles con la selección
española son ciudadanos de Cataluña sin ninguna discriminación identitaria que
los distinga de un bodeguero del Penedés. La colectividad no está basada en
ninguna seña identitaria sino en una convivencia real.
La única
relación identitaria proviene de una historia común secular o de un interés
común de proyectarse hacia el futuro desde una gran plataforma para contar
suficientemente en el mundo. Con estos recursos humanos diversos se ha
configurado un destino colectivo que, en nuestros días, está encuadrado en un
sistema constitucional democrático que no distingue entre identidades nativas o
raciales ni le molestan las leyendas, músicas y poesías de cada tradición ni
las rivalidades deportivas de cada club. Es cierto que ninguna Constitución es
eterna. Pero las Constituciones nacen del espíritu de las naciones y no las naciones
de las Constituciones. Sin una realidad previa subyacente no existirían Marcas
Hispánicas, ni Guerras de Sucesión, ni escudos cuatribarrados, ni banderas
rojigualdas, ni Convergencias y Uniones. La historia es como fue y no se puede
enmendar a capricho de cada generación ni, tampoco, el futuro puede proyectarse
a la medida personal de cada político de temporada. La fuerza de la Historia no
es una identificación hiperbólica de costumbres de vecindad ni se escribe
porque unos bailen la sardana y otros la jota. Los complementos y rivalidades
entre espacios mediterráneos, cantábricos o mesetarios seguirán existiendo a
través de los siglos, pero la resultante no será nunca una segregación de
identidades particulares sino una soberanía política concurrente que si antaño
se consagraba con matrimonios reales, hoy se consolida con elecciones
generales. La reforma del modelo territorial es hoy técnicamente necesaria para
poner en claro la funcionalidad de un Estado coherente, pero no como
consecuencia de esa gran majadería de las soberanías identitarias sino de la
concreta realidad de una nación indisoluble inserta en la supranacionalidad de
la Unión Europea.
Que el señor
Mas crea que su anacrónico sentido de la identidad soberana esté por encima de
cualquier ley, Constitución o tribunal nacional o internacional no es solo una
hipótesis anarquista sino el síntoma de una incapacidad mental que lo
descalifica como político civilizado y como ciudadano decente. Porque no es
decente presentarse a unas elecciones regladas por una Constitución y por un
Estado para ensayar como se podría violar esa Constitución y romper ese Estado.
Esto se puede predicar por las bravas desde una guerrilla de facciosos, no
desde un palacio oficial.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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