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De miserias y hombres

De miserias y hombres

domingo 10 de febrero de 2013, 14:21h

Los buenos periodistas, como los matarifes -supongo yo- limitan su trabajo a lo que tiene que ser, sin entrar en dilaciones sobre conceptos éticos y morales. Van a lo que van, sin mirar a los ojos de lo que se traen entre manos, ni hacer cavilaciones sobre penas y aflicciones, ni sobre lo que está bien o está mal. Unos cargan la pluma como los soldados de un pelotón de fusilamiento cargan su fusil, sin entrar en discusión sobre si el que está enfrente tiene o no una mínima parte de razón. El matarife hace exactamente lo mismo. Igual le dan corderos que terneras, lechales que añojos. Cumple con golpe certero de verdugo su misión con la tranquilidad de quien está acostumbrado a sacrificar a unos para que comamos otros.

Un servidor, como no es ni lo uno ni lo otro, tiene reservas y cargas emocionales, que me impiden o imposibilitan -según toque - para escribir de lo que me apetece o sobre lo que está de actualidad. Y como lo que está de actualidad es tan grotesco y siniestro, a la vez, pues la cabeza se embota de cuestiones negativas y no transmite ideas al cerebro para que los dedos realicen algo legible. A menos que, como en el ejemplo anterior, tires por la calle de en medio y lo mismo te de ocho que ochenta. Lo cierto y verdad, es que hay que tener tragaderas muy amplias, sea uno periodista profesional, como si lo haces en el plano aficionado, para relatar la actualidad española sin que se te revuelva el desayuno o que cruce por tu mente -en algún momento puntual- la idea de que no merece la pena el esfuerzo de escribir, el esfuerzo de pensar, el esfuerzo de vivir o incluso el esfuerzo de matar.

Vivimos los españoles en una situación, que de crítica que es, da pena mirarla fijamente. Asistimos impenitentes a los desahucios y pobreza extrema de nuestros compatriotas, como antaño lo hacíamos antes las victimas de la ETA. Nos sorprende tan poco el suicidio de quienes se ven con el agua al cuello, como hace años el relato de la explosión de un coche bomba. Y se nos va quedando una tristeza interna que impide capacidad de reacción ante una acción criminal de los poderosos frente al pueblo llano.

En los años ochenta la crónica diaria era la muerte en atentado etarra de policías y guardias civiles, hoy las noticias diarias tienen que ver con el despilfarro, el robo, la corrupción y el enriquecimiento ilícito de muchos de los que se dedican a la política, que nos deja la sensación de que del Rey para abajo todos culpables. Es tan grave el extremo, que a veces es mejor no pensarlo. Porque está tan impregnada la opinión pública de material inflamable que cualquier chispa puede hacer saltar por los aires la paz social que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir.

No voy a entrar, ni mucho menos, en plantar batalla escrita contra unos u otros, quizás en otro tiempo atrás si lo hubiera hecho - y lo hice -, pero considero que el momento actual es tan difícil que aquí no se salva nadie. Las corruptelas del poder y de la banca están haciendo tanto daño a los españoles, que nunca pensamos que unos pocos pudieran hacer daño a tantos. Desde la llegada de la "democracia" y nuestra entrada en la Unión Europea, nuestros legítimos gobernantes han hecho de España -con nuestro permiso - un coto particular, una mina de oro donde todos han sacado tajada a consta de explotar a los indefensos ciudadanos, de enriquecerse amparados en su condición de servidores públicos y, lo más grave de todo, es que lo robado muchas veces no sirve ni para crear riqueza en nuestro país, si no que se lleva a un paraíso fiscal para hacer más sangriento aún el caso, evadiendo impuestos que tan necesarios son.

Cuando uno escribe y lo hace públicamente, no tiene conciencia de quien puede llegar a leerle y, mucho menos a entender o suscribir lo escrito -aunque sea para sus adentros - pero repasando estos días mis primeros artículos hace ya más de veinticinco años, me ha dado por sumar los casos de corrupción desde aquellos tiempos del hermanísimo Juan Guerra, hasta ayer mismo, y la cifra es tan escalofriante que probablemente aquí no se salve de ser corrupto más que usted -querido lector- y yo. Pero por otra parte, que se puede esperar de un país que tiene entre sus máximas más importantes aquello que le decía el capataz al señorito: ("no hace falta que me asigne dineros, señor, solamente póngame donde los haya", que del resto ya me encargo yo).

Estamos viendo casos tan evidentes, a diario, de despilfarro y corrupción que está creando en los ciudadanos un sentimiento contrapuesto que no beneficia para nada ni a los partidos políticos, ni a sindicatos, ni a otras instancias necesarias para el buen orden de un país en el contexto mundial. Por una parte están los que en su pesimismo ven como algo lógico de la vida que sucedan estas cosas y otros que de buena gana nos echaríamos al monte, si no fuera porque cuatro desalmados los han quemado en veranos pasados.

En serio querido lector, concluyo este artículo con el deseo - en vano- de que el Rey, que en otros tiempos prestó tan importante servicio a España, preste otro más, quizás el más importante de su reinado, que disuelva las cámaras y el gobierno, forme un equipo de tecnócratas que nos saquen de esta miseria donde nos han conducido y nunca más haya partidos políticos ni sindicatos en la forma y medida que ahora tenemos. Quizás esta utopía pudiera ser el inicio de la verdadera democracia en España.

"Rebelarse es el más sagrado de los derechos y el deber más indispensable." Marques de La Fayette.

Ismael Álvarez de Toledo

Periodista y escritor

 http://ismaelalvarezdetoledo.es

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