¿Recuerda usted aquello del 'caso Malaya', que
tanto revuelo provocó allá por la lejana fecha de 2005?
Como era de esperar, las sentencias del 'caso Malaya'
ocasionaron el lógico revuelo informativo este viernes. Menos comentado fue el
hecho de que estas sentencias llegaron ¡ocho años! después del estallido del
primer 'affaire' de corrupción político-urbanística a gran escala
conocido en la España
democrática.
Sentencias ejemplares en su mayoría, si, pero ajenas a la
ejemplaridad que conlleva un pronto castigo de las fechorías que provocaron escándalo
en la ciudadanía, en ocho provincias españolas; hoy, el 'caso Malaya'
es apenas un mal recuerdo, trabajosamente instruido y, finalmente, bien
resuelto. Pero el principal 'inspirador' de cuanto ocurrió en
Marbella (y en su área de influencia), aunque no en el 'caso Malaya',
Jesús Gil, ya no está entre nosotros; dos de los inculpados se encuentran huidos
y el asunto se ha diluido en la opinión pública, que puede tener la sensación
de que las penas ya están casi cumplidas.
Lamentablemente, lo mismo se podría decir de la mayor parte
de los casos de corrupción que pueblan nuestra geografía, desde los ERE y los Bárcenas
hasta los Gürtel, pasando por Noos o por tantos otros; alguno, como 'Pallerols',
vergonzantemente zanjado, y varios simplemente prescritos porque la instrucción
se prolongó demasiado en el tiempo.
Resulta curioso que estos siempre turbios 'affaires'
-no los cito todos porque son tan cuantiosos que alguno se quedaría en el
tintero-tarden tanto en resolverse, que en general no se acaben con la
devolución íntegra, y con intereses, de lo mal habido y que las penas de cárcel
sean tan insuficientes. La repercusión mediática, muchas veces inadecuada y
desproporcionada, y la repudia ciudadana, no siempre sujeta a las prácticas estéticamente
más deseables, son los principales castigos para esos corruptos que abusaron de
su cargo público para enriquecerse. Y son castigos impropios, por cuanto no
aparecen en el Código Penal.
No estoy seguro de que las medidas contra la corrupción
anunciadas por el Gobierno, pero no enviadas aún al Parlamento como proyecto de
ley, vayan a ser demasiado eficaces mientras no se agilicen los trámites
judiciales. Siempre se ha dicho que la justicia es el mejor barómetro para
conocer la situación moral de una democracia. La española estará siempre bajo mínimos
en ese termómetro si nos atenemos a ese criterio: la Justicia, aquí y ahora, llega
(casi) siempre, pero (casi) siempre llega tarde: es una 'máquina de picar
carne', pero, para cuando el proceso llega a su término, esa carne ya está
podrida. Como todo lo relacionado con 'Malaya', tras tanta agua contaminada
y hedionda que ha pasado bajo ese puente. Lo dicho: ¿aún recuerda usted aquello
del 'caso Malaya', que tanto revuelo provocó allá por la lejana
fecha de 2005? Comprendo que no lo recuerde usted con precisión: ha habido tantos
'affaires' nauseabundos desde entonces, que aquello, ahora que se
produce la sentencia, está casi olvidado. Y muchas veces repetido, a diferentes
escalas y en diferentes lugares.
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