domingo 01 de diciembre de 2013, 09:01h
Y si en lugar de
despilfarrar tanto tiempo y energía en alimentar el enfrentamiento
entre Catalunya.y Espanya, se decidiera emplearlos en la construcción
de la concordia, todo el panorama cambiaria. El panorama presente y
el futuro. Y habría más paz en las conciencias y más bienestar
social.
Algunos, demasiados, se
han empeñando en agitar viejos rescoldos de odio en los espíritus
ciudadanos, con recuerdos reales o manipulados, y con frecuencia con
más intereses partidistas e incluso personales, que con sentimientos
nobles y de servicio a la colectividad. El rencor, que corroe
corazones, les puede más que la generosidad, que suele ser más
fecunda.
Y así, se ha llegado a
un climax de alta tensión política y social, que unos quieren ver
como la oportunidad de un rompimiento liberador, en el camino de una
arcadia feliz, y que otros presienten como un choque devastador para
todos. La ensoñación mesiánica de unos líderes de tres al cuarto,
puede ser tan nefasta como la miopía de unos gobernantes que no
saben o no quieren ver los signos de los tiempos.
Se imponen en el
ambiente, lamentablemente, los discursos del miedo. No uno, sino dos,
como denunciaba recientemente, con claridad y valentía, Raimon
Obiols (en TV3), una
de las mentes más lúcidas del socialismo catalán. El miedo español
al llamado desafío catalán, que se traduce en un discurso
centralista empeñado en infundir miedo anunciando todas las
catástrofes habidas y por haber, a los partidarios de decidir
separarse del actual Estado común, y el discurso del miedo
practicado desde el soberanismo asegurando incluso la desaparición
de Catalunya si esta sigue permanecido en la actual situación "de
sometimiento y degradación" de su identidad. Obiols, con una
visión más desapasionada de la historia y del futuro, no comparte
este doble discurso.
Como ha
recordado hace poco el pensador y escritor catalán Luis Racionero
(en La Vanguardia),
Francesc Cambó, que era un catalanista muy inteligente, dio con un
título inspirado para su ensayo político: Per
la concòrdia. Ha pasado casi un siglo -dice
Racionero- y estamos en la discordia, que es desavenencia de
corazones. Y es que el nacionalismo catalán y el español -concluye-
son una cuestión cordial, un conflicto de emociones como todos los
nacionalismos.
Aunque esto sea verdad, no hay que
desconocer el fuerte componente económico, además de la identidad
cultural, en el enfrentamiento de nacionalismos. Haber sabido
explorar esto ("España nos roba") ha sido uno de los
elementos clave de la expansión del soberanismo catalán. Es lo que
se viene llamando "nacionalismo de cartera" (Josep Cuní). Esta
suma ha sido decisiva para la movilización popular y en la
decantación de la opinión pública.
Pero el camino del
choque no va a ninguna parte. Al final, ni se producirá, más allá
del gran ruido político-mediático, ya que el carácter catalán no
está para estas aventuras a la hora de la verdad, como ya se está
viendo ahora en las crecientes discrepancias, ni es imaginable dado
el enorme desequilibrio de fuerzas -legítimas, legales y de
imposición- entre las dos partes. Además, siempre que ha ocurrido
Catalunya ha salido perdiendo, como en el tristemente famoso 1714
(que absurdamente se quiere conmemorar oficialmente), y hay que
aprender de la historia para no repetir errores.
Mal camino, president
Artur Mas, seguir alentando desafíos y enfrentamientos. Usted no
será ningún héroe patrio, porque además de no gobernar como se
merecen quienes le votaron y los todos los catalanes, ha creado un
ambiente -dentro y fuera- de discordia que solo puede llevar a
sufrimientos y desengaños. Habla de diálogo y conduce al país a lo
que llama "choque de trenes". En el fondo sabe, aunque lo tape o
disimule con hábil retórica, que la realidad le impondrá ensayar
otros derroteros y entonces usted quedará definitivamente
desprestigiado ante los votantes y la ciudadanía. Practique el
diálogo y la negociación de que tanto habla. Vuelva a ensayar, con
más vigor y ambición, lo que hizo con notables logros, el president
Jordi Pujol: el entendimiento, la colaboración y el sacar partido de
las negociaciones. A fin de cuentas, vuelva al Catalanismo de la
mejor historia de Catalunya.
En lugar de alentar a
la discordia, construyamos la "Concordia" que propugnaba el
insigne político catalán Francesc Cambó.