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No escuchan, no dialogan, ¿aprenderán?

No escuchan, no dialogan, ¿aprenderán?

miércoles 28 de mayo de 2014, 14:19h
Todavía no han asumido el tsunami electoral, por más que hayan reunido a los "consejos de administración". Les faltan datos, como dijo Pedro Arriola, para saber dónde fue cada voto que cambió de bando o que pasará con los que no llegaron a las urnas. Pero no tengo claro que hayan escuchado a la calle o que vayan a aprender la lección de los ciudadanos. Para eso, hay que pisar la calle. Da igual el color del partido, la ideología, el número de votos o de escaños. Todos, casi sin excepción, siguen estando controlados, dirigidos, manipulados por una pequeña camarilla que lo decide todo sin intervención alguna de los afiliados y, mucho menos, de los votantes. Puede haber alguna excepción, pero hay que ver cuánto tarda en formar parte de la casta que tanto critica.

Para empezar hay que escuchar a los ciudadanos, estar cerca de ellos, reducir la distancia sideral que ponen los políticos. Eso significa compromisos y riesgos. El primer compromiso, escuchar a los ciudadanos, a los profesionales, a los afectados por cada ley que pretenden aprobar o que ya han puesto en marcha. No se puede gobernar sin escuchar. El segundo compromiso, hablar con los ciudadanos un lenguaje que entiendan, un lenguaje fresco, real, no el de los despachos o el de los intereses. Susana Díaz lo ha hecho en Andalucía. Hablar, también, con los medios. ¿Cómo se puede consentir que la primera comparecencia del partido que gobierna sea una declaración sin preguntas? ¿Cómo puede hacer nadie una rueda de prensa prohibiendo a los periodistas que pregunten? ¿Cómo se puede hacer una campaña electoral en la que el candidato rechaza ser entrevistado por los principales medios de comunicación? El tercer compromiso es gobernar para todos, ser transparentes y aparcar la soberbia. Renzi ha dejado en evidencia en Italia al populista Bepe Grillo; todos los alemanes saben dónde va Merkel y cómo es capaz de gobernar "con la oposición". Y la oposición, con ella.

Los riesgos son claros. El primero, que te critiquen conductas o decisiones inadecuadas, que te muestren su indignación. Tenemos un país en el que hay seis millones de ciudadanos condenados a no trabajar, a no ingresar un sueldo, a no ser ciudadanos con derecho a un presente y un futuro. Un país donde crecen -desde que gobernaban los socialistas hasta ahora- las desigualdades sociales y no hay las mismas oportunidades para unos que para otros. Un país sin oportunidades de empleo para los jóvenes o para los mayores de 50 años. Ahí deben estar las prioridades. 

Otro riesgo es que los ciudadanos descubran que algunos partidos no tienen programa ni ideas sino intereses. Que no tienen líderes sino encargados de obra. Que no tienen proyecto sino negocio. Las elecciones europeas han sido un toque de atención a la clase política. O cambian radicalmente el chip o en las siguientes elecciones -aunque los sociólogos digan que no hay que extrapolar los datos- puede ser peor. Esperemos que aprendan.

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