www.diariocritico.com
Modelo

Modelo

domingo 30 de diciembre de 2007, 12:24h
Creo que ya les comenté la definición de “prosperidad” de Reuben Brenner, un profesor canadiense de Mc Gill University. Permítanme recordarla: “La prosperidad se logra juntando el capital humano con los recursos financieros , de manera que ambos tengan que rendirse cuentas”.

Esta definición implica el desarrollo de capital humano en abundancia, a través de la educación, la capacitación, etc y la posibilidad de acceso al capital. Esto último resulta clave. ¿Cómo se accede al capital? Brenner cita cinco fuentes posibles: 1. la herencia dada por los padres a sus hijos o por la naturaleza a los países. 2. Los ahorros de las personas. 3. Los mercados financieros.

Y si estas fuentes no están suficientemente disponibles, agrega dos fuentes adicionales: el gobierno y el …crimen.

Obviamente, de acuerdo a este análisis, la prosperidad está en relación directa con la oferta de talentos personales y la oferta de capital para el desarrollo de esos talentos. Cuánto más escasos ambos recursos, menor la prosperidad. Cuánto más abundantes, mayor la prosperidad.

En los últimos días, y en base a sendos reportajes y medidas tanto la Presidenta Cristina como su flamante ministro de economía, Martín Lousteau han explicitado, nuevamente, el “modelo productivo” argentino y su, claro sesgo “antiprosperidad”.

Permítanme explicarle.

La Argentina ha sufrido en las últimas décadas un serio deterioro de su formación de capital humano. No hay espacio aquí suficiente para desarrollar causas y efectos, pero lo cierto es que todos los indicadores de calidad educativa, en especial en “ciencias duras” se han ido deteriorando sustancialmente, aunque conserven, en algunos casos, ciertas ventajas competitivas con otros países de la región, más por la distancia del punto de partida que por la evolución reciente. En otras palabras, si la Argentina aún mantiene cierta calidad relativa en su educación pública en comparación con otros países de la región, es por la gran ventaja que les llevábamos en el pasado, y no por lo sucedido en los últimos años. Es decir que, en materia de oferta de recursos humanos de calidad, nuestra capacidad de “generar prosperidad” ha empeorado. Veamos el lado del “capital”.

Tenemos en el activo, al menos medido por los “términos del intercambio” de hoy, una herencia extraordinaria de la naturaleza, para la explotación de recursos naturales. Esta explotación, sin embargo, sólo es posible si se combinan esos recursos con las últimas tecnologías disponibles. Es decir con recursos básicamente del mercado de capitales que “no están en la herencia”. Puesto de otra manera, la fertilidad del suelo, y las bondades del clima han estado siempre presentes en nuestro país. En ese sentido, Dios ha sido siempre argentino, pero producir 100 millones de toneladas, se produce solo ahora, que la revolución tecnológica en semillas, fertilizantes, y métodos tecnológicos se han desarrollado. Allí hay un extraordinario ejemplo de la “prosperidad” de Brenner. Se han sumado, como corresponde, recursos naturales heredados, recursos humanos talentosos y el capital, que ha permitido desarrollar las tecnologías requeridas.

Claramente, este desarrollo solo es posible porque los extraordinarios precios internacionales permiten financiar los costos de producción y generar una renta extraordinaria. Y allí es dónde surge la primera “interferencia” del “modelo productivo”. Según el gobierno argentino, permitir que el campo se “apodere” de esta renta extraordinaria genera dos efectos negativos: Primero, alimentos caros para los argentinos. Segundo, que el sector público no tenga los recursos fiscales necesarios para “redistribuir” esa riqueza.

Respecto de la “apropiación de la renta extraordinaria”, el supuesto implícito en este razonamiento es que el gobierno “redistribuye” mejor que el sector privado.

Lo pongo de otra manera. Si los productores recibieran el “precio pleno” de sus productos, y no se llevaran las ganancias fuera de la Argentina, ese dinero quedaría en la economía como capital para financiar, o bien más actividades dentro del mismo sector, o bien otras actividades a través del sistema financiero y el mercado de capitales. Es por ellos que, en este caso, y siguiendo con el modelo de “prosperidad”, lo que hacen las retenciones a la exportación, al apropiarse de renta más allá del impuesto “normal” a las ganancias es pasar recursos de capital del “mercado de capitales” al “gobierno”, ¿Es esta una solución superior?. No está clara la respuesta y, en todo caso, no puede aceptarse sin un debate serio.

El caso del sector lácteo es un buen ejemplo.

En un artículo publicado en El Cronista Comercial del lunes 24, Julio J. Nogués compara el caso chileno con el caso argentino en el sector lácteo. Al contrario de la Argentina, enfrentado al “boom” de la leche, y pese a su incidencia en la canasta de consumo, el gobierno chileno permitió que los productores recibieran el precio pleno por su producción. El resultado: Chile pasó de ser importador neto a exportador neto de productos lácteos. Como, además, la lechería es una actividad en donde predominan pequeños productores atomizados y de bajos ingresos, esta política permitió que dichos productores ”prosperaran” y salieran de la pobreza, por lo que los aumentos de los ingresos del sector más que compensan los efectos negativos sobre la pobreza de un precio de la leche más cara. En la Argentina, en cambio, con políticas de “protección” a los pobres consumidores de leche, hemos pasado de 40000 productores a 13000 en los últimos 20 años y como los que desaparecen son los pequeños, la pobreza en el sector lejos de disminuir, aumentó.

Algo similar ocurre al comparar la política de carnes de Uruguay o Brasil, con la nuestra. Insistir por este camino, nos puede llevar a ser importadores netos, con lo cual ya no podremos “zafar” del precio internacional de los alimentos. Otro tanto está ocurriendo en otros sectores de recursos naturales.

Reemplazar al mercado de capitales por el gobierno, e interferir en la “herencia de la naturaleza” parte del supuesto de que el “gobierno” mejora las chances de prosperidad. Supuesto que, dada la experiencia internacional y nuestra historia, suena demasiado fuerte.

Y eso me lleva a otros aspectos del “modelo productivo”. El Ministro insiste en que la Argentina necesita un tipo de cambio alto, para permitir la “reindustrialización” del país. Dicho de otra manera, si se eliminaran las retenciones y se permitiera que se apreciara el peso, para evitar tener “inflación de alimentos” eso llevaría a un tipo de cambio que solo permitiría el florecimiento de la actividad agrícola, por su alta competitividad y dado los precios internacionales actuales, pero “acabaría” con la industria que no podría competir. Lo que se conoce en la literatura como “la enfermedad holandesa”.

Sin embargo, este argumento también es bastante discutible. En primer lugar, no es lo mismo un tipo de cambio alto sostenido con compras del excedente fiscal, que sostenido con emisión monetaria esterilizada parcialmente con colocación de deuda del Banco Central. En segundo lugar, no está claro que la industria con un tipo de cambio 15 o 20% inferior al actual “desaparezca”, teniendo en cuenta que el tipo de cambio real multilateral actual es más del doble del que regía a la salida de la convertibilidad.

Sostener el tipo de cambio artificialmente alto, permite recaudar las retenciones sin eliminar la rentabilidad en el sector exportador y, a la vez, como explica el ministro, lograr que el precio interno de los exportables sea bajo, para que los salario puedan seguir siendo “baratos” en términos internacionales. O, dicho de otra forma, para que los salarios puedan mantener el poder de compra en alimentos, sin aumentar los costos salariales para la industria sustitutiva de importaciones.

Pero mediante este mecanismo se desalienta la producción de exportables no industriales y, simultáneamente, se encarece toda incorporación de tecnología importada. En otras palabras, los recursos humanos son baratos, pero los recursos de capital son caros. Además, como este es un mecanismo inflacionario, al usar la emisión monetaria para financiar la compra de dólares, y se ha destruido el CER, se limita la expansión en cantidad y plazos del mercado de capitales en moneda local, acentuando la dependencia del gobierno para conseguir recursos de capital u obligando a “importar” capital, endeudándose en moneda fuerte.

La pregunta surge naturalmente ¿dónde hay más prosperidad: dónde los salarios son baratos y los bienes de capital caros, o donde los salarios son caros y los bienes de capital baratos?

El ministro Lousteau le dijo a Página 12 del domingo 23 de diciembre pasado “Nosotros podremos exportar alimentos cuando todos los argentinos hayan comido”:

Con todo respeto, la relación causal es exactamente la inversa, “cuando seamos poderosos exportadores de alimentos, todos los argentinos podrán comer, sin problemas”. Otra vez, así funciona la prosperidad en el mundo, con educación, capacitación, y mercados de capitales financiados con rentabilidades extraordinarias.

Esto no significa que no haya cosas que hacer desde el gobierno. Pero justamente, son las cosas que ayudan a la prosperidad en lugar de entorpecerla.

Obviamente, liberar los precios de los exportables y alinear los incentivos para producir cada vez más obliga, por un lado, a un replanteo fiscal de fondo –que podría incluir tanto las retenciones a la exportación como al impuesto al cheque como mecanismos de “pago a cuenta” del impuesto a las ganancias u otros tributos. Esto, a su vez, permitiría coparticipar todos los fondos fiscales, pero alineados exclusivamente a incrementos de inversión en educación y capacitación.

Bajar los impuestos al trabajo, y no aumentarlos como ahora. Concentrar los subsidios en los sectores de más bajos recursos. Crear las condiciones para inversión privada in infraestructura. Recuperar el sistema de precios como asignador de recursos de un Estado muy activo en defensa de la competencia, transparencia de mercados, defensa del consumidor, etc. Canalizar las rentas extraordinarias, a través del mercado de capitales, en financiar tecnología, infraestructura, bienes de capital, investigación y desarrollo, para tener industrias de alto valor agregado que no necesiten de salarios baratos, sino que tengan un mercado interno sofisticado y un mercado externo ilimitado.

Pero todo esto implicaría abandonar el “modelo productivo” y pasar a un “modelo de prosperidad” que aproveche mucho mejor las extraordinarias condiciones internacionales que reciben hoy los países productores basados en recursos naturales.

Se que eso no va a suceder, lo anterior fue solo un “cuento de navidad” de los que abundan en televisión en estos días.

Por las recientes medidas y declaraciones, nos encaminamos a otro año de crecimientos relativamente alto, elevada inflación, conflictos crecientes, cuello de botella en la inversión, poco mercado de capitales, etc.

Otro año en síntesis, con menos prosperidad que la que podríamos tener.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios