El PSOE se enreda

El PSOE deberá afrontar la campaña electoral del 9-M sin apenas ventaja frente al PP, que, a pesar de su comportamiento antipático en muchos frentes –especialmente en el territorial-, es capaz de mantener intactas sus posibilidades de ganar las elecciones. Muchos de los buenos resultados del PSOE, como los económicos, e incluso algunas de sus buenas intenciones, como encajar Cataluña en España de modo que se sienta a gusto, han terminado por volvérsele en contra, hasta el punto de que el PP ha asumido el liderazgo en materia de medidas económicas ante una desaceleración que ni siquiera se presume traumática.

Realmente, no es muy normal esta situación de debilidad del PSOE o, si se quiere ver de otra forma, de falta de fortaleza, cuando tenía todo a su favor para partir con ventaja frente a un PP por otra parte muy aislado. Todo parece indicar que hay tres factores que serán determinantes para saber finalmente quién va a ganar. El primero será la participación, de ahí que el PSOE necesite movilizar a los suyos y agite tanto el frasco de las malas esencias de la cúpula eclesiástica. El segundo, el resultado en poco más de diez provincias donde puede haber deslizamientos, pero sobre todo el desenlace en Cataluña y Andalucía. Y el tercero, lo que den de sí los debates electorales entre Zapatero y Rajoy, quienes se la jugarán ante las cámaras de televisión.

De los tres factores el más difícil de prever es el de la participación. Las empresas encuestadoras saben cómo atribuir los escaños en función de las muestras que recogen, pero tienen muchas dificultades para pronosticar cuánta gente irá a votar. Por eso es tan importante para el PSOE que logre movilizar a un electorado que, en términos generales, es mayoritariamente de centro-izquierda. Lo que muchos se preguntan es si para eso basta con polemizar con una Iglesia a veces trasnochada, mientras siguen los enredos del Gobierno en Cataluña.