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Escenarios

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viernes 26 de septiembre de 2008, 23:58h

Asamblea de Naciones Unidas: discurso del presidente Evo Morales. Una larga letanía de lamentos y declaraciones sobre su posición antiimperialista. Seguro piensa que se halla ante el ampliado de las seis federaciones del trópico cochabambino y de ahí su impertinencia. Es decir, confunde su condición de primer representante de un Estado con la idea, bastante megalómana por cierto, de que expresaría el criterio de millones de personas. No se escucha ningún planteamiento relevante sobre el papel de Bolivia en la coyuntura internacional; ni siquiera se pronuncia acerca de nuestra centenaria reivindicación marítima. Por supuesto, el auditorio escucha sin gran interés el discurso/queja de Morales, irrelevante en su contenido y absolutamente prosaico.

Diálogo por la pacificación del país: las partes trabajan contra reloj para arribar a consensos mínimos sobre una temática compleja. La movilización/cerco sobre Santa Cruz debe ser suspendida, contra el criterio del triunfalismo gubernamental, expresado en delirantes expresiones de “ajuste de cuentas”, “castigos implacables”, etc., y una sarta de majaderías. Es que hay que cuidar las formas para que se torne invisible el evidente “chantaje” oficialista sobre los prefectos “sobrevivientes” de la “media luna”. Mientras tanto, los autodenominados “movimientos sociales”, básicamente grupos de presión organizados, movilizados y financiados por el MAS, marchan a Montero para sentar “soberanía” y mostrar que, en otra, podrían llegar al corazón de Santa Cruz si les da la regalada gana. Finalmente tienen la protección del Estado y el visto bueno del Primer Mandatario que, a estas alturas, ha perdido su condición de líder democrático para convertirse en algo parecido al autócrata que dirige Venezuela.

Media luna menguada: los prefectos se han empequeñecido desde la fractura del Conalde. El impulso autoritario del Estado centralista, posibilitado por los terribles sucesos de Cobija y Porvenir en Pando, junto con una movilización fracasada en la organización y las formas, plantea una situación insólita: después de 26 años de democracia ininterrumpida, el estado de derecho y, especialmente, los derechos y garantías políticas de las personas se han relativizado, es decir, ya no sirven para ajustar la conducta de los inquilinos del poder. Por lo tanto, la arbitrariedad y la imposición oficialista se harán más frecuentes. En democracia debe existir algún tipo de oposición, también democrática, al poder político oficial. Sin embargo y por ahora, no existe tal oposición, menos una que tenga la suficiente solidez como para constituirse en interlocutor válido del régimen.

El pueblo boliviano: siempre se le invoca para efectuar los hechos más insólitos, desde bloqueos indefinidos “hasta las últimas consecuencias”, hasta proyectos de Constitución Política que, de aplicarse, paradójicamente harían muchísimo más difícil la vida del pueblo. Miles de pequeños productores agropecuarios hacen un recuento de sus “pérdidas” por los bloqueos y cercos. Decenas de miles deambulan por los mercados de las ciudades intentando hacer alcanzar sus pequeños presupuestos para alimentar a sus familias. Por el pueblo y a nombre de él se perpetran las más absurdas medidas, políticas, sociales y económicas, dañando su economía y bienestar general. ¿Hasta cuándo el pueblo servirá de rebaño dócil para justificar las ambiciones de los que detentan el poder?, ¿hasta cuándo el pueblo será utilizado como “carne de cañón” en enfrentamientos promovidos por los bandos en pugna?

*Politólogo y catedrático

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