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La Bolsa merece la pena

La Bolsa merece la pena

lunes 10 de noviembre de 2008, 08:23h

Las últimas semanas, aún con algunos sobresaltos e incluso algún momento de euforia, nos han deparado, en las Bolsas españolas, emociones por lo general suaves y de signos muy variados. Y es que hay dos conceptos que de ninguna manera van necesariamente de la mano, que son la evolución de la crisis económica y financiera, y el reflejo de la situación en los mercados de valores. Por supuesto que la Bolsa descuenta, más o menos con un año de antelación, las expectativas de las empresas cotizadas, pero no es menos cierto que hay, en el mercado español de valores, un número importante de empresas cotizadas que sin la menor duda están en condiciones objetivas de cruzar el desierto de la crisis y llegar sólidamente a la tierra prometida del siguiente ciclo expansivo de la economía. Por mal que se pongan las cosas, que se van a poner, durante todo el año próximo y quizá el siguiente.

    Controlado lo peor de la crisis financiera, aunque sea por el original mecanismo del regreso por el túnel del tiempo a un abrumador intervencionismo estatal, incluso el inversor más prudente no tiene por qué apartarse de los mercados de valores, porque ahora, como efecto colateral de la crisis económica, está mucho más claro qué valores realmente valen y lo que realmente valen y tienen expectativas de valer.

    No es tiempo, eso sí, para jugar con truquitos estadísticos, sino con ese valor tan escaso que es el sentido común, lo que abre oportunidades al inversor que se ponga a cubierto de consejos técnicos en los que alienten excesivos intereses subyacentes. Dicho de otra manera, con entera transparencia difícil de hacerse perdonar, es tiempo para fijar la atención en lo que las empresas realmente y potencialmente valen y mucho menos, o casi nada, en esas operaciones que se llaman de oportunidad.

    Algunos seguidores fieles de la información de Bolsa en Diario Crítico me hacen llegar su queja por lo que consideran una evasión de recomendaciones concretas, quizá, dicen, porque las generalidades son siempre menos comprometidas. Y tienen razón. Más aún porque, en nuestro mercado de valores, no faltan en estos momentos empresas que pueden recomendarse sin excesivo riesgo. Y si es verdad que un medio informativo, por imperativa neutralidad ante el mercado publicitario, no sería correcto que hiciese recomendaciones al respecto, nada impide que un modesto observador y analista de los mercados, como quien firma estas líneas, salga de tan cómodo amparo y sugiera algunas posiciones que estaría dispuesto a suscribir personalmente.

    En primer lugar lo más obvio. Grandes Bancos como el Santander y el BBVA, de impecable gestión profesional, más que razonablemente sanos y con sobrada capacidad de recapitalización en cualesquiera eventualidad, siguen siendo excelentes refugios, incluso en medio de las serias turbulencias de la crisis financiera y de los coletazos de la crisis inmobiliaria. ¿Y qué decir, por ejemplo, de una compañía como Telefónica, que vale innegablemente mucho más que su actual valor cotizado y que está llamada a ser un auténtico gigante mundial de las telecomunicaciones? O sin duda, Iberia, que tantas inquietudes nos dio en el pasado reciente y que, a través de un acertado proceso de fusión con extraordinarias sinergias, se encamina hacia una posición de privilegio en el sector global del transporte aéreo.

   Lo anterior, sin olvidar empresas tan estratégicas y con tanto potencial internacional como Gas Natural, Endesa, Unión Fenosa o Iberdrola. Agreguen a todo esto los nombres que siguen y dentro de unos meses pasaremos revista: ACS, Criteria, FCC, Acciona, OHL… Si alguno de ellos baja, es el momento de comprar, porque subirá. Más temprano que tarde, subirá. Se trata, en suma, de apostar por valores tan serios como la dimensión, la trayectoria, la posición en el mercado, la capacidad de gestión y la demanda previsible, y dejar para el futuro los golpes de oportunidad. Pasaremos revista y haremos balance dentro de unos meses.

   En estos momentos de inquietud, cuando muchos se preguntan qué hacer con su dinero, dónde refugiarlo con seguridad y rentabilidad, a pesar de la crisis, los mercados de valores mantienen su espacio de interés. Ofrecen además a cada inversor la oportunidad de escoger y diseñar su propio modelo en función de las expectativas que aspira a cubrir. Hay un modelo, con más que razonable seguridad, basado en empresas como las indicadas y en el convencimiento sensato de que, en tiempos de tribulación, mejor los elefantes que las gaviotas. Dicho esto último, por cierto, totalmente al margen de la política.

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