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Apuntes desde la sala. El día del presidente

Apuntes desde la sala. El día del presidente

martes 20 de febrero de 2007, 21:27h

Además de por su falta absoluta de pelo se le identifica por el pinganillo galáctico que se suele colocar en la oreja derecha cuando no se encuentra en su despacho de la Audiencia en la calle Génova. El bluetooth permanentemente activado le conecta con su móvil –PDA del que no se separa para nada. Incluso ahora, revestido de ceremonial, con toga y medalla incluida, el magistrado Javier Gómez Bermúdez se mueve con agilidad por las dependencias de la Casa de Campo sin soltar nunca de la mano derecha el teléfono con funda de piel. Piel negra, eso sí, como su toga y la corbata siempre perfectamente anudada bajo el cuello de su camisa blanca inmaculada. El presidente del Tribunal es sin duda la clave de este juicio. A este hombre no se le pasa nada ni  pasa ni una: ni una leve irregularidad, reiteración, inconveniencia o cuestión mal planteada ya sea por el procesado, la fiscal, los abogados, el auxiliar, el técnico de sonido, el de la tele, los traductores...


Por eso hubo ayer quien contuvo la respiración cuando al procesado Abdelmajid Bouchar le dió por retar a la fiscal Olga Sánchez diciendo que contestaría a una de sus preguntas más tarde, quizás dentro de una semana. Gómez Bermúdez le fulminó rápido con la mirada y, aún dentro de su contundencia habitual, le concedió cinco minutos de vida para que se viera con su abogado y entendiera que o hablaba en ese momento o callaría para siempre. Pero hubo dudas sobre si le enviaría al infierno con los tomos del Código Penal y de Derecho Procesal para que los aprendiera durante la eternidad. Él manda, se ocupa de que se note y además marca el ritmo en todo momento.

Hoy ha sido su día aunque la batalla no estaba precisamente en lo que pasaba en la Casa de Campo – bastante monótono y tranquilo, por cierto- sino en el Tribunal Supremo. Por tercera vez había llegado hasta allí la recusación de su nombramiento como presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, el puesto que precisamente le permite presidir este juicio. Y ha ganado. Va a seguir. Como sin duda seguirán las peleas entre el Consejo General del Poder Judicial y el Supremo.

SOLEMNIDAD. Es la hora de los jueces por más que algún abogado intente regates en corto. Y las verdad es que a sus señorías no les falta nada, absolutamente nada, en esta Sala de alta tecnología, para que se proceda conforme a Derecho y se haga Justicia. Pero la escenografía de Ikea no aporta precisamente solemnidad, se asemeja demasiado a una  oficina montada por jóvenes emprendedores. Tal es la carencia que algún joven colega acudió a la vista con piercing, vestimenta casual y zapatillas deportivas de esas que no valen ni para entrar en muchas discotecas.

Llevado por su celo profesional y su ignorancia procesal le preguntó a un veterano periodista, especializado en Tribunales, cómo podría interrogar a uno de los jueces del tribunal. Le miró primero de arriba-abajo y luego le contestó con sorna: “Como no lo intentes en castellano...”

 

 

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