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Apuntes desde la Sala. Del navajeo canalla

Apuntes desde la Sala. Del navajeo canalla

miércoles 28 de febrero de 2007, 22:16h

Detrás del cristal blindado hay un triángulo maldito en medio de lo que ellos llaman los moros: Rafá Zohuier, que va de héroe porque dice que avisó a la Guardia Civil de los explosivos; Emilio Suárez Trashorras, que va de mandado de la policía de Avilés de la que era confidente, y, Antonio Toro, que va de normal porque dice, y no es malo el argumento, que si él trafica con drogas teme más a un confite – y los otros lo son-  que a un tornado. Los tres tienen la clave de cómo y por qué el comando terrorista del 11M pudo hacerse con los explosivos que destrozaron 192 vidas y produjeron heridas a más de 1.800 personas. Y esa dinamita criminal les quema tanto las manos que se pasan de uno a otro los cartuchos y los detonadores, reivindicando para sí una única condición de camellos, al jurar por lo más sagrado que solo el hachis les ha unido antes de la masacre. Que en lo demás, nos quieren convencer, son gente honrada de fiesta y discoteca. Pero a Zohuier le explotó uno de los artilugios en su habitación y dice que se lo dieron Toro y S. Trashorras y los otros dos, tu-la-llevas, se pasan el uno al otro la responsabilidad sobre la goma 2 que ellos no han visto, dicen, ni en pintura: Toro a S. Trashorras, “el sabrá, que para eso era minero” y S. Trashorras a Zohuier, al que acusa de ser quien un buen día se le acercó y le dijo más o menos eso de “¿tienes dinamita, paisa, que aquí Jamal Ahmidam, “El Chino”quiere comprar?”

El asunto es que “El Chino” poco puede contar porque se suicidó en Leganés aunque no parece aventurado presuponer, visto lo visto, que, de poder declarar, aseguraría que lo de los explosivos era cosa de los otros tres. Y pasa en esta gran Sala rectangular de la Casa de Campo, con aires de solemnidad de Sala de Justicia, como en aquel otro macrojuicio del 23F, en el que a veces había que darle al video para recordar las imágenes del teniente coronel Antonio Tejero invadiendo pistola en mano la tribuna del Congreso para volver a la realidad de lo que pasó, por encima de la amnesia colectiva y las mentiras vergonzantes de los reos. Pero por mucho que las triquiñuelas exculpatorias de ahora recuerden tanto a las de entonces  la trágica realidad sigue ahí: la dinamita de la muerte vino de Asturias, donde coincidieron los tres compinches, y explotó, ¡vaya si explotó! en la estación de El Pozo, en la calle Téllez y en la estación de Atocha. Aquí y ahora la realidad se esconde entre los 93.000 folios del sumario y la llevamos grabada en la retina y en el alma gran parte del público asistente, el Tribunal, la fiscalía, los letrados, los periodistas y, sobre todo las víctimas, con su terrible dolor, ya estén presentes en la Sala de Vistas o busquen la intimidad en la estancia especialmente habilitada en el piso de abajo. Entonces resulta nauseabundo el navajeo canalla que se traen los tres villanos por echarse el muerto, con sus poses de distanciamiento y odio reprimido incluidas, cuando cada uno abandona el banquillo, después de prestar declaración, y regresa a la pecera donde están los otros dos compinches a los que acaba de poner a los pies de los caballos.

GITANILLO. Pero resulta que al reo S. Trashorras, que al menos durante los dos días que ha declarado ha dejado de meterse los dedos en la nariz y de comerse las uñas a la vista del personal, hay mucho que le incrimina. Por mucho que insista que en su condición de confidente hacía y decía solo lo que el poli “Manolón”, para el que trabajaba, le indicaba. Sin ir más lejos, “el Gitanillo” que ya lleva unos meses en la cárcel de los varios años que le han caído por transportar a Madrid unos explosivos que dijo le puso en el coche S. Trashorras entre otros. Y habrá que ver lo que dicen los tres asturianos procesados que también le servían de correos a Madrid para traer mercancía a “El Chino”. Aunque todo parece indicar que seguirán el guión de los pringaos por el hachis, no vaya a ser que acaben como “El Gitanillo”.

EX CUÑADO.  Antonio Toro, que va de normal intenta teatralizar su despego de los otros dos despreciando, primero, a su ex cuñado S. Trashorras porque dice que no respeta a su hermana, la también procesada Carmen Toro, y porque es un inestable por su esquizofrenia. Y después se desembaraza del otro compinche, Zohuier, del que asegura que es un bocas pero luego, nada de nada. Pero no puede librarse ninguno de ellos, en el triángulo de villanos que forman, porque estuvo en constante relación con los dos desde al menos un año antes de la masacre del 11M. Y además resulta que en la operación “Pipol”, un tiempo antes, le pillaron con unos cartuchos de dinamita en una bajera con su hachis. A lo que solo ha podido responder con el poco convincente argumento de que nadie sabe que hacían allí y además la bajera era de su ex cuñado.

La dinamita que nos estalló a todos les quema. En las próximas sesiones llegan al banquillo una corte de peones de esta “Asturias conexión” que, ya verán, se van a acoger al discurso de la droga en vez del de los explosivos. Pero queda mucho juicio.

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