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Hacia el callejón ¿sin salida?

domingo 25 de enero de 2009, 11:31h
Lo de verdad importante, en la hora actual de España, sigue siendo la profunda crisis económica y financiera, y la incapacidad del Gobierno tanto para afrontarla en solitario como para promover y arbitrar un consenso nacional de todas las fuerzas políticas y sociales a semejanza del que, en los aún más difíciles años setenta, pero con un líder con sentido de Estado y altura moral en La Moncloa, permitió entonces que España sorteara con éxito la crisis. Solbes está significativamente desaparecido en combate, probablemente sumido en la depresión del que sabe lo que sucede pero nadie, entre los suyos, le hace caso, mientras Rodríguez Zapatero ha puesto todo su eficaz equipo de marketing a presentarle como compañero triunfal y casi guía espiritual de Barack Obama en los grandes espacios globales. De política económica, nada de nada.

El caso es que cada semana, casi cada día, nos trae peores datos de situación y peores pronósticos para el horizonte. Son ya más de 800.000 y llegarán pronto al millón los hogares españoles en los que todos -se dice pronto: todos, con lo que ello significa- los miembros de la familia están sin trabajo. Son, por decirlo con claridad, más de 800.000 familias en paro total, es decir, más de 800.000 hogares sin recursos de subsistencia. Esto, es un país europeo moderno que presume de albergar la novena economía del mundo. O la octava, al decir de la propaganda gubernamental. Antes de que termine el año ahora iniciado serán seguramente seis, quizá siete millones de españoles los que se encontrarán sin empleo. Se dice pronto y con todo lo que ello significa.
 
Después de casi cuatro décadas de fulgores, el país está ahora envuelto en las tinieblas tenebrosas del paro, la agonía de familias y empresas y una inesperada eclosión de criminalidad, totalmente inédita en nuestras calles y ciudades, y ajena a nuestra tradición social. Cuestiones menores, aunque dolorosas, como el creciente descrédito del sistema educativo y el todavía embrionario, pero con perspectivas ominosas, deterioro de servicios públicos esenciales, completan un escenario de situación objetivamente terrible y con todas los síntomas de ir a mucho peor.

Lo curioso en estas circunstancias es que el único oxígeno llegue al Gobierno desde el principal partido de la oposición y nada menos que en la comunidad que, además de ser la sede del Gobierno del Estado, es el gran baluarte político del PP, es decir, la Comunidad de Madrid. ¿Pero es que puede ser cierto, y parece que sí, ese disparatado cómic, para unos de Mortadelo y Filemón, para otros de Anacleto, agente secreto, en cualquier caso una historia del TBO, en el corazón de un partido que representa a no menos de diez millones de electores, y la única alternativa política de gobierno del Estado en un momento tan crítico para la economía? De momento, el diario El País, donde se han venidos publicando los detalles de la presunta trama de espionaje, ha entregado al fiscal jefe de Madrid las pruebas de que dispone y autorizado al periodista autor de las informaciones a declarar como testigo.
    
Aún se estaría a tiempo de recuperar un proyecto reciente que era a todas luces deseable para la segunda caja de ahorros de España e instrumento financiero tan importante de la Comunidad de Madrid, el acuerdo entre PP y PSOE para devolver la pulcritud a la gestión de Caja Madrid a través de un mecanismo de consenso de las mayorías, de forma que ambos partidos apoyasen, para la presidencia de la Caja, al candidato del partido de gobierno de la Comunidad, con un vicepresidente del otro gran partido. Se habló incluso, en lo inmediato, de un primer tándem formado por dos personajes de tanta solvencia profesional y honestidad personal como Luis de Guindos (PP) para presidente y Jordi Sevilla (PSOE) para vicepresidente, lo que sin duda hubiera sido un alivio, o una esperanza, para los clientes, hoy no alarmados pero sí razonablemente inquietos, de Caja Madrid.

Sucede que, mientras nos divertimos mucho con alegres juegos de espías y otras anécdotas menores de las guerras y guerrillas políticas, los mercados siguen descontando la gravedad y las malas perspectivas de la crisis. Parece claro que los inversores no confían en la capacidad del actual Gobierno para gestionar la crisis ni ven la posibilidad de alguna alternativa.

Esta semana, el indicador selectivo español, el IBEX, que reúne, entre los distintos sectores, los 35 valores más importantes del mercado español, y que ya es tema de conversación incluso entre los muy jóvenes, que seguramente hacen bien en inquietarse por su futuro, ha bajado hasta los 8.172 puntos, perdidos irremisiblemente esos que los analistas vienen denominando "listones o niveles sicológicos", que hace no mucho eran los 11.000 puntos, y luego los 10.000, y ya agónicamente los 9.000. Si pensamos que sólo en mayo pasado el IBEX estaba en los 14.247 puntos, es suficiente con una sencilla regla de tres para descubrir que, en apenas ocho meses, se ha perdido más del 42,6% de valor total, sin que nadie sensato apunte el menor indicio de recuperación a corto ni a medio plazo.
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