Comisión de ¿investigación?

¡Cuántas veces se ha repetido estos días aquella frase, que yo atribuyo a Churchill, que más o menos dice “cuando quieras que algo permanezca oculto, crea una comisión para investigarlo”. El cinismo del histórico premier queda, no obstante, superado con creces estos días, en los que ni siquiera se molestan en disimular que la comisión parlamentaria creada para investigar el culebrón del espionaje en la Comunidad de Madrid no cumple las más elementales reglas de la estética política, ni en su composición ni en su funcionamiento. ¿Y es esta comisión la que tiene que determinar quién espió a quién, para qué, con el dinero de quién, durante cuánto tiempo y por orden de quién?

Claro está que nadie tenía esperanzas de que la comisión, anunciada a bombo y platillo por Esperanza Aguirre, fuese a llegar verdaderamente al fondo de las cosas ni pudiese -o quisiese- responder a las preguntas arriba formuladas. Lo demuestra el hecho de que ni socialistas ni Izquierda Unida se han molestado en hacer más escándalo del preciso ante las irregularidades en la comisión -quizá ellos hubiesen actuado igual que el PP, de haber estado ellos en el poder y de haber sido los presuntos autores del ‘affaire espionaje’, quién sabe-. Y menos aún han protestado de la forma que hubiese resultado más contundente: abandonando esta peculiar comisión investigadora, en la que el partido que gobierna en Madrid, que es el que está bajo sospecha, es mayoritario y, además, la preside.

Me acuso de haber albergado en algún momento la esperanza de que un afán honesto por sacar a la luz, caiga quien caiga, lo que hay en el fondo del barrizal hubiese prevalecido sobre las tentaciones de dar carpetazo al asunto y adiós muy buenas. Ahora, después de que el Partido Popular haya renunciado a su investigación interna -grave error de Rajoy y Cospedal, por cierto-, visto lo visto en la Asamblea de Madrid y teniendo en cuenta experiencias anteriores -como aquella comisión de investigación del ‘tamayazo’, caso que sigue envuelto en las brumas-, creo que todo está perdido. Como la prensa no avance en sus propias indagaciones, nos vamos a quedar sin saber la verdad, ni siquiera por aproximación; no habrá responsabilidades políticas ni los ciudadanos podrán tranquilizarse sabiendo que sus representantes han hecho lo correcto.

Y encima se permiten atacar, diciendo que sus informaciones eran interesadas, a los medios de comunicación que han desvelado y seguido esta trama que evidencia hasta dónde llega el lodo en la vida política española. Paren, les digo, que me bajo.