Con la crisis económica nos puede pasar como a Nueva Orleáns con el huracán Katrina: venga a poner diques contra las olas y, una vez inundados, la desolación resultante fue mayor que si no se hubiera embalsado el agua.
Me refiero ahora a ese coste creciente e inacabable de subsidios contra el desempleo en vez de aportar recursos para impedir el paro. Los expertos estiman que la tasa de desempleo el año que viene llegará al 20% de la población activa (más del doble de la media europea) y afectará a 4,5 millones de personas. Para recordar una situación semejante, con una caída prevista del PIB del 3%, tenemos que remontarnos a la Guerra Civil, hace 70 años.
En ese patético escenario se vaciarán las arcas públicas, nuestro Estado se endeudará hasta las cejas, la calificación crediticia de España bajará varios escalones y nos quedaremos exangües e hipotecados al menos por una generación.
Claro que, pese a semejante panorama, saldremos de ésta, ya que no hay mal que cien años dure, que decía el clásico: pero se trata de salir cuanto antes y en las mejores condiciones, porque en toda crisis siempre hay vencedores, obviamente, pero también, y lo que es peor, siempre hay quienes resultan vencidos.
Estas reflexiones vienen al hilo de una reciente y esclarecedora conferencia de Pedro Luis Uriarte, ex consejero de Economía en Euskadi y ex vicepresidente del BBVA, responsable ahora de la Agencia Vasca de la Innovación (Innobasque). Parafraseando a Albert Einstein, cuando decía que toda crisis es una oportunidad de profundo cambio, Uriarte propone unas recetas que, más allá del estricto ámbito geográfico de su institución, valen para todos: 1) cambiar el ritmo económico (más tecnología, infraestructuras, internacionalización,…), 2) cambiar las ideas (sobre la dimensión empresarial, el papel de la Administración, las relaciones laborales,…) y 3) cambiar a las personas (potenciar el sistema educativo, generar mucho más conocimiento, atraer y retener talento,…)
Es decir: no basta con poner parches día a día para volver adonde estábamos, sino que debemos preparar el futuro para que éste sea mucho mejor.
La primera medida, anterior a las tres propuestas, es la de que existan personas y entidades, como Innobasque, preparando ya ese futuro. Aun así, Uriarte estima que al ritmo actual de esfuerzo e inversión en I+D+i, Euskadi tardaría 20 años en ser un territorio innovador. Claro que el conjunto de España se demoraría hasta la escalofriante cifra de 70 años.
¿Se piensa en todo esto cuando se toman medidas políticas para paliar la crisis? ¿O cuando se habla de flexibilizar el mercado laboral? ¿O de modificar las retenciones de la Seguridad Social o impuestos como el IVA?
Me temo que no. Sospecho que ante innovaciones de éste y de mayor calado seguimos aplicando recetas del siglo XX cuando los problemas son del siglo XXI.
Si (
No(
