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Soluciones

Soluciones

sábado 17 de marzo de 2007, 13:50h

“El presidente Kirchner, para cada problema tiene una solución, no una regla”
                                                                                                 Alieto Guadagni

La verdad es que la definición del amigo Alieto me pareció una extraordinaria síntesis de la forma de hacer política en general y política económica en particular del presidente.

En las líneas que siguen me voy a referir a un conjunto de “soluciones” en particular: las que conforman la política antiinflacionario.

Sinceramente, la decisión del gobierno de intervenir el INDEC para modificar la metodología de cálculo del IPC, en una buena noticia, desde el punto de vista de la política económica, porque aleja el peligro de una explosión brusca de precios, o de mayores problemas de oferta o la mayor proliferación de mercados negros.

Me explico antes de que sea tarde. Si el gobierno hubiera insistido, como política antiinflacionario, en controlar los precios, y no el índice, mientras, simultáneamente, empuja la demanda con aumento de gasto público y de incentivos al gasto privado, estaríamos en camino a los problemas antes enumerados. Pero, en cambio, el gobierno optó (¿para evitar estos problemas?), por alterar el termómetro, en lugar de intentar bajar la fiebre a golpes.

Permítanme un ejemplo. Si el Secretario de Comercio Interior se hubiera negado a aprobar un aumento en la medicina prepaga, hoy, seguramente, estaríamos asistiendo a un serio problema en el mercado de la salud, con prestadores al borde de la quiebra, protestas, ajustes por calidad de atención, etc. En cambio, mi amigo Guillermo optó por autorizar el aumento y alterar el índice, de manera que, en todo caso, hay un problema estadístico-y “algo más”, obviamente, sobre eso vuelvo después- pero el servicio de medicina prepaga se sigue brindando sin problemas.

Al final, tiene razón el presidente “Moreno es más bueno que Lassie”. Algo similar ocurrió con los servicios de turismo. En lugar de pelear con los hoteleros, los dueños de restaurantes, o acusar de cartel a los remiseros de Ezeiza, el gobierno prefirió “inventar” los precios del turismo que se incorporan al índice y “liberar” los verdaderos precios. En otros sectores, aunque todavía con serias dificultades de instrumentación, como en el sector agropecuario, en lugar de jugar todo a la alteración del índice, y antes que los mercados negros, los sobreprecios, y los problemas de oferta de corto plazo se generalizaran, se están introduciendo subsidios, rebajas impositivas, facilidades crediticias, etc para evitar un aumento mayor de precios.

En otros, como el transporte, se entregan subsidios directos. En el caso de las naftas y el gas oil se instrumentan subsidios cruzados entre exportación y mercado interno, entre productores y refinadores. En el caso de la energía, se mezclan inversión pública directa, subsidios cruzados entre industria y familias, capitalizaciones de deuda, etc. En algunos otros, todavía, se esperan nuevas “soluciones”.

Pero lo cierto es que, el peligro inicial, de que se intentara directamente controlar precios y aspirar a “inflación cero”, afortunadamente, se está alejando.

Entiéndase bien, no digo que lo que se está haciendo bien. Sólo quiero resaltar que, frente a la alternativa de controlar la economía con la policía, el gobierno ha preferido alterar las mediciones del Índice o inventar subsidios y soluciones varias. Y esta preferencia minimiza los daños de corto plazo sobre la actividad económica y sobre la expectativa concreta, sugerida por algunos colegas, de la inminencia de un Rodrigazo. El Rodrigazo fue un blanqueo de precios ya existentes en el mercado negro, (entre ellos el del dólar) más un tarifazo, seguido de un salariazo, en medio de una terrible ausencia de poder político y en un marco de total anarquía que desembocó en el golpe del 76.

Con las medidas comentadas, en cambio, la probabilidad de proliferación de mercados negros generalizados se reduce, y estamos en presencia de un poder política capaz-si quiere, y al menos por ahora-de imponerse por sobre las pujas corporativas.

Ahora bien, “rescatada” la buena noticia del fin de los controles, al menos en su versión más dura o estricta, lo cierto es que, como se mencionara, todas estas soluciones aportadas por el presidente tienen costos elevados y envían señales peligrosas hacia la sociedad en general y los actores de la economía en particular.
Veamos.

En primer lugar, y a mi modesto juicio lo más preocupante, es que el gobierno explicita que no piensa combatir la inflación real de dos dígitos, que presenta hoy la economía argentina, con medidas fiscales, monetarias o de política de ingresos, que puedan, potencialmente, afectar la elevada la tasa de crecimiento de la economía. Al menos en este año electoral. Pero, además, incorpora la peligrosa idea de que se puede convivir con una inflación de dos dígitos, de manera estable y permanente y “limar” las cuestiones más sensibles con mezclas diversas de subsidios cruzados, inversión directa, tratamientos impositivos especiales y, algunos acuerdos.

Esto último es grave, dado que es difícil encontrar antecedentes, en la Argentina y en el mundo, de tasas de inflación, digamos del 15-20% anual, estables durante un período prolongado. O se termina combatiendo la inflación, en serio, o se termina espiralizando la inflación hasta obligar a combatirla en serio.

Por ahora, para el gobierno, ese momento no ha llegado.

El segundo problema, al intervenir el índice y con declaraciones tales como “¿Porqué voy a pagar más deuda si aumenta el precio de la lechuga?, es que se está destruyendo la única posibilidad de tener un mercado de deuda de largo plazo en pesos en la Argentina. EN efecto, el “peso indexado” es un mal sustituto, pero sustituto al fin, de la unidad de cuenta “dólar”. Pero si el gobierno destruye el IPC, como indicador de la pérdida promedio del valor de la moneda tiene dos caminos: o “converger a la tasa de inflación internacional”, o renunciar a tener un mercado de largo plazo en pesos. ¿Quién deposita a plazos largos o presta plata a plazos largos en una economía inflacionario a pesos sin ajustar? O, alternativamente, ¿Cuál es la tasa de interés que compensa la ausencia de instrumentos que incorporen la expectativa de inflación? Cuidado, coincido con el gobierno en que es peligroso indexar cuando la tasa de inflación es alta. Pero la solución no es atacar la indexación, sino bajar la tasa de inflación.

En tercer lugar, el tipo de soluciones que contemplan gasto público, subsidios cruzados, etc, son soluciones difíciles de instrumentar en mercados atomizados, y, un punto no menor, se prestan a corrupción y manejos poco transparentes. Otorgan un poder desmedido a los funcionarios, más allá del que surge de la Constitución y las leyes y, finalmente, introduce problemas dinámicos de difícil solución, dado que el mejor sistema de racionamiento inventado por el “homus economicus” (en homenaje al Papa pidió que usáramos más latín), es el sistema de precios.

Me explico nuevamente. Si se subsidia el precio de la electricidad, el único que apaga la luz es Sueyro. Los demás la dejamos prendida y hasta consumimos más, obligando a mayores subsidios, hasta que el sistema se hace insostenible porque la oferta corre siempre detrás de la demanda. Y si se intentan subsidios cruzados, cada vez hay que castigar más a los que otorgan el subsidio. Algo similar ya está ocurriendo con las naftas y el gas oil. La demanda local crece, porque los precios la alientan y cada vez hay menos saldo exportable para subsidiarla y menos incentivos a incrementar la producción y/o la exploración. En especial porque los subsidios se calculan en base a cubrir costos operativos y una ganancia mínima, y no para cubrir, además la inversión requerida. (El deterioro del stock de capital de la infraestructura “subsidiada” del país es alarmante) Si la carne se mantiene barata, no hay sustitución, ni incentivos a la producción de pollos y cerdos. Si los precios no estimulan al productor, no aumenta la oferta de largo plazo, dado que nadie puede planificar su negocio en base a los subsidios que pueda, o no, recibir de un funcionario. Si la oferta de largo plazo no aumenta, tarde o temprano, hay que importar la diferencia y todo el sistema se viene abajo.

Como puede apreciarse, si bien el riesgo de explosión inflacionaria se reduce cuando se elige controlar el índice y no los precios, las “soluciones” de corto plazo inventadas, no son buenos sustitutos a tener un sistema de precios libres, controlar que la competencia y la transparencia de los mercados funcionen a pleno y coordinar las políticas fiscales, monetarias, crediticias, de ingresos y regulatorias, para poder seguir creciendo con bajas tasas de inflación y, simultáneamente, alentar la inversión y el aumento de la oferta de largo plazo.-la vasta experiencia internacional demuestra que esto es posible-.

Pero claro, ese no es el camino del presidente, no ahora y, arriesgo, ni tampoco después de las elecciones. El prefiere “soluciones” y el mundo que funciona y progresa en serio y sostenidamente, lo hace con reglas.

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