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Nada decisivo ha cambiado en Londres

Nada decisivo ha cambiado en Londres

viernes 03 de abril de 2009, 20:19h
Los llamados –por sus gabinetes de marketing– “líderes mundiales” se reúnen, encantados de haberse conocido cada uno de ellos y todos entre ellos, ponen en marcha las dos letales maquinitas que controlan, la de inyectar dinero en el sistema y la de legislar, y las grandes máquinas de propaganda que controlan cantan el nuevo Bretton Woods y dan por entrada la crisis, de la que ya se habría “tocado fondo”, en vías de superación. ¿Así de fácil? Y si esto era tan fácil ¿por qué decenas y decenas de millones de desempleados por todo el planeta? ¿por qué las dramáticas restricciones de crédito? ¿por qué miles y miles de hipotecas ejecutadas y muchas más en vías de ejecución?

Vuelve de Londres un eufórico Rodríguez Zapatero –el mal estudiante llegado a la cima, porque al fin y al cabo en política no se premia el mérito, sino la audacia, el desparpajo e incluso a veces, no es el caso de nuestro actual presidente pero ya estamos viendo que lo es de muchos otros, la falta de escrúpulos– y anuncia urbi et orbe la buena nueva de la recuperación que, diga lo que diga, tardaremos años, bastantes años, en ver llegar.

Cae enseguida el jarro de agua fría del Banco de España –al fin y al cabo una institución seria, no todo van a ser políticos– cuyos expertos ven ya un horizonte del 17% de parados en este mismo año, quizá incluso el 19% para el próximo año. Y fluyen algo más que rumores de que el descalabro de Caja Castilla La Mancha no va a ser un fenómeno aislado, porque ni siquiera un caso tan extremo con Hernández-Moltó explica por sí solo lo sucedido en la entidad manchega.

Los datos son extremadamente elocuentes y nos dicen que conviene moderar cualquier optimismo por infundado. Podemos estar cerca del fondo, pero el fin de la crisis económica y financiera mundial está lejos de llegar, ni siquiera en Estados Unidos, menos aún en la Unión Europea, más lejos todavía en España. El crecimiento de 2008 fue, según los serios y elaborados datos de FUNCAS, del 1,1 %, con crecimiento intertrimestral de 1 punto porcentual negativo en el último período del año y de -0,7% interanual, o de -0,8% interanual en la estimación del Banco de España.

El declive es profundo en todos los componentes de la demanda, el empleo ha sufrido un muy fuerte ajuste tanto en afiliaciones a la seguridad social como en la encuesta de población activa (EPA). La caída de la actividad económica es pronunciada y hay que temer un empeoramiento de todos los indicadores a lo largo del actual año 2009, por mucho optimismo que traiga Rodríguez Zapatero de codearse en Londres con los “grandes”. El análisis de previsiones apunta hacia el -3% de crecimiento. Se reducirá la demanda nacional, se ahondará el deterioro de la industria, caerán el consumo, la inversión en bienes de equipo y por supuesto –por más que el Gobierno active la maquinita del gasto, a la que tan aficionados son algunos– profundizará aún más la crisis de la construcción. No es raro que los indicadores de confianza estén en los niveles más bajos desde 1993.

A pesar de las medidas de rescate financiero, el panorama internacional puede incluso empeorar circunstancialmente, ya que el crédito sigue sin fluir y falta mucho para que la situación puede acercarse a horizontes de normalización. Es probable que los tipos de interés a corto plazo sigan bajando, pero no puede asegurarse lo mismo de los tipos a largo plazo. Y en España es peor, porque acaba de conocerse, sobre los datos publicados por el Foro Económico Mundial, nuestra mala posición no sólo, que ya lo sabíamos, en innovación, sino en la mayoría de los famosos “doce pilares” del ranking  de la competitividad internacional (innovación, instituciones, infraestructuras, estabilidad macroeconómica, sanidad, educación, formación, eficiencia de los mercados de bienes, eficiencia del mercado laboral, adaptación de las nuevas tecnologías, sofisticación empresarial y tamaño del mercado).

Entre los 134 países analizados por el Foro Económico Mundial, ocupamos el puesto 96 (¡!) en eficiencia del mercado laboral, el 41 en eficiencia de mercados de bienes y el 39 en innovación, muy lejos no sólo de Estados Unidos, Finlandia, Suiza, Japón, Israel, Taiwán o Corea, sino también rezagados respecto a Dinamarca, Alemania, Holanda, Bélgica, Austria, Francia, Reino Unido o Islandia. Para escribirlo con toda su significación desoladora, de entre toda la Unión Europea, sólo Italia y Grecia quedan detrás de España en innovación.

En estas circunstancias, y ante la pasividad del Gobierno, dista mucho de ser exagerado o irreal el temor, que empieza a extenderse, a que se produzca en España una temible fractura social. Se puede engañar a algunos, siempre. Se puede engañar a muchos, una vez. No se puede engañar a todos, siempre. No nos engañemos. Lo peor aún puede estar por llegar. Claro que la inacción española no es sólo culpa del Gobierno, sino compartida para casi todas las fuerzas políticas representadas en el hemiciclo del Congreso. Esto habrá que explicarlo.
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