www.diariocritico.com

Ni José Antonio Aguirre, ni Elías Amezaga eran de Algorta

sábado 09 de mayo de 2009, 10:55h

Corría el año 63. En Algorta, un conocido escritor salió a la calle horrorizado. La noticia que conmocionaba al mundo era que acababan de asesinar en Dallas al presidente de los Estados Unidos. El escritor se encontró con Pantaleón, un tipo txirene del puerto Viejo de Algorta. “Oye ¿te has enterado?. “¿De qué” le contestó. “¡Pero si es terrible!. ¡Han asesinado a Kennedy!”. “Kennedy, Kennedy…” se quedó pensativo Pantaleón. “¡Que se fastidie!. ¿Qué ha hecho ese por Algorta?”. Efectivamente Kennedy no hizo nunca nada por Algorta.

Y sin embargo José Antonio Aguirre y Elías Amézaga, hicieron mucho por Algorta a pesar de haber nacido los dos en Bilbao. El primero fue alcalde de Getxo en 1931 y vivía cerca del actual ayuntamiento. El segundo, escribió la mayor parte de su obra en su torre-faro, en éste municipio.

Quiero recordarles con este trabajo pues de Elías se acaba de cumplir el primer aniversario de su fallecimiento y cuarenta y nueve del Lehendakari. El año que viene, cincuenta. Una fecha redonda.

Juan Marsé, en el discurso de agradecimiento en la Universidad de Alcalá de Henares, al recibir la semana pasada el premio Cervantes, reivindicó la memoria y la imaginación. “Sabemos que el olvido y la desmemoria forman parte de la estrategia de vivir, tanto en la sociedad civil como en los estamentos de poder y sabemos que hablar de ello en nuestros días conlleva para muchos dolor y resentimiento, suspicacias y malentendidos, pero la memoria nos construye como seres morales”.

Aceptando ésta indicación de Marsé demos dos pinceladas a la biografía de estos dos hombres que actuaron durante su vida en clave positiva.

Se dice que el verdadero político es un vendedor de ilusiones. Si esto es así, no cabe duda que José Antonio Aguirre fue el político por excelencia. No el iluso, por ingenuo, sino el dirigente capaz de ilusionar a muchas personas en la obra común.

Lo suyo era insuflar optimismo. Poner metas, indicar un camino y decir que se podía llegar al destino del momento porque así se deseaba y porque poco más o menos los vascos lo podíamos hacer.

Y parte del pueblo le seguía con ilusión y esperanza.

En enero de 1936 una delegación de diputados del PNV acompañados por el Presidente del EBB, Doroteo Ziaurritz, fue a Roma pretendiendo obtener una entrevista con el Papa Pio XI. El cardenal Pizardo los mareó por los pasillos vaticanos y no llegaron ni a entrevistarse con Pacelli, Secretario de Estado, porque le dijeron al cardenal que no habían ido a Roma a recibir instrucciones políticas para las elecciones de febrero del 36. Sin embargo en uno de estos forcejeos y mientras “La Gaceta del Norte” zurraba a los diputados vascos por su estancia en Roma, acordaron enviar un telegrama a D. José Horn jefe de la minoría nacionalista. El texto era, “Todo marcha bien, prolongaremos estancia algún día: Aguirre”. Pero José Antonio quiso poner “muy bien”. Irujo le hizo quitar lo de “muy”, pues él “como los aldeanos, no se fiaba del todo hasta tener las cosas en la mano”.

Ese era José Antonio. Todo va “muy bien”. Aunque se caiga el mundo.

Perdido el suelo vasco en 1937 dijo: “El territorio habrá sido conquistado, el alma del pueblo Vasco, no. No lo será jamás”. Le quedaba a José Antonio vender la ilusión de que el Gobierno Vasco volvería en breve, que la guerra no era “sino una borrasca más de nuestra historia”, “existe la posibilidad de la restauración republicana”, “los americanos nos ayudarán”, “en Europa se nos comprende y quiere”, “somos el pueblo más viejo y con más posibilidad de ser ejemplo para otras naciones”…

¿Y qué iba a hacer?.

Vender ilusión, para mantener la antorcha encendida. No cabía ni la racionalidad cartesiana, ni la virguería política. Estaba en el desierto clamando con ilusión. Y sus seguidores veían en él al guía, al dirigente… al Lehendakari.

Sus viajes a América fueron viajes políticos en su primera parte cuando existió la posibilidad de la restauración republicana. Viajes con la maleta llena de esperanza, después. Así mantuvo a las colectividades vascas del exterior, financió en precario su Gobierno, mantuvo la unidad alrededor de una institución y una idea, y dio prestigio a lo vasco en aquellos foros.

Los vascos mayoritariamente se identificaron con su Presidente peregrino. Y él con ilusión les decía que la meta estaba próxima a ser alcanzada. Y que nada más volver a Euzkadi Sur iría a Gernika a rendir cuentas.

No le acompañó su noble corazón. Se rompió hace 49 años. Y un espeso y triste silencio se abatió sobre las esperanzas de aquellos vascos que veían en la muerte de Aguirre el fin de una época y la sombra de un gran vacío. Leizaola tomó la antorcha y la entregó en Gernika 19 años después. Y recordó en aquella casa a aquel vasco que marcó rumbos porque por sobre todo tenía fe en el futuro y una ilusión terrible en su pequeño y emprendedor pueblo.

¿Qué vasco de buena voluntad no es capaz de seguir con fe a un hombre ilusionado por su trabajo con mentalidad incluyente?.

Aguirre, demócrata convencido, era partidario que el debate político saliera del charco de lo pequeño para elevarlo al gran desafío que el presente y el futuro siempre nos depara. Y ese futuro plantearlo con ilusión porque es la mejor manera de conquistarlo.

En esa misma onda, pero en el mundo de las letras, trabajó Elías Amézaga, escritor vasco en castellano, obsesionado por recoger en una gran lista a todo aquel escritor que hubiera escrito, aunque fuera una línea.

El miércoles 22 de abril estuve en el Aula de Cultura de Getxo recordando a Elías escritor polifacético, autor teatral, recopilador de datos, ensayista, historiador, conversador, ¡qué no fue Elías!. Su nieto Abraham se quejaba del poco caso y del poco recuerdo que se ha tenido con su abuelo y pedía se crease una Fundación y Getxo le dedicara una calle, como así se había prometido. El concejal Koldo Iturbe, presente en el acto y presentador de los tres oradores, tomó nota.

En mi intervención recordé la personalidad de un Elías Amézaga a quien le pedimos trabajara en la biografía del Lehendakari Aguirre. El material que recopiló y la edición que hizo ahí están para consulta y lectura. Debe haber algo todavía inédito que aprovechando el cincuenta aniversario de la desaparición en París de Aguirre, está por publicar o distribuir.

Amézaga decía que existieron tres Aguirres. El del Estatuto, el Presidente en la guerra y el líder moral del exilio. Todo eso lo recordamos en éste acto dedicado a Elías Amézaga, un hombre telúrico, que trabajaba en una torre-atalaya y al que no le cabían los libros en casa. Al final de la sesión, un amigo personal de Elías, Alfonso Arriola, se levantó de entre el público y con gran sabiduría, perfecto léxico y una memoria prodigiosa nos contó lo que le dijo al cadáver de un Elías ya fallecido. Fue un gran momento el que nos proporcionó este veterano.

Su nieto, Abraham, terminó así:                              

Lo que Elías siempre quiso es que se continuara su labor. La relativa a Autores vascos, ese who is who de las letras. Que un equipo tomara el testigo, actualizando cada una de las fichas, de los autores: los ya fallecidos, los nuevos, la relación de obras… La que había levantado con el sudor de su frente y con su bolsillo –sí, costeándola él-, este escritor que “a pesar de contar con una obra extraordinaria, prefería hablar de la de otros escritores”. Por eso el mejor homenaje que se le podría tributar a Elías Amézaga era crear una Fundación, en la que se implicaran económica y humanamente las instituciones.

No como homenaje al autor. A él ya no le hace falta ningún homenaje, sino por el bien de la cultura del País Vasco, porque las generaciones venideras lo agradecerán. Hay quien señala que si Elías hubiese escrito en euskera esa Fundación se hubiera constituido en vida del autor. En más de una ocasión apunté y publiqué, que Elías Amézaga ha sido uno de los escritores que más ha hecho por lo vasco –incluido el euskera- desde el castellano. Y lo sigo manteniendo.

Porque los textos de Amézaga se pueden leer de muchas maneras, hasta como prosa poetizada. Nada mejor que finalizar con el último poema que Mario Ángel Marrodán le dedicó, en “Vascos de pro, poetizados”. Vayan estas estrofas, pues, para coronar este repaso por su vida y obra:

Dentro de esa cabeza amezaguiana

hay un escriba. Símbolo viviente

de euforia creativa competente

que a Euskalerria en estudiar se afana.

 

Confirmando su pluma soberana

el suma y sigue de labor creciente

le hacer ser un maestro permanente

del saber escribir cara al mañana

 

Tú, hermano mayor en el oficio

literario, al ser tanto lo que vales

como un iluminado sobresales.

 

Espíritu adorable en teorías

de agudo intelectual sin desperdicio,

gran escritor del pueblo vasco, Elías”.

 

Y ahora terminemos con José Antonio de Aguirre, en el 49 aniversario de su fallecimiento. Confío que el ayuntamiento de Bilbao, el de Getxo y el nuevo Gobierno Vasco, recuerden a este hombre tan singular e importante el año que viene. Y que Elías tenga su calle y su Fundación.

Honrar, honra. A fin de cuentas los dos hicieron más por Getxo que John Fitzerald Kennedy.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios