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Rajoy ha cogido el timón del PP

Rajoy ha cogido el timón del PP

domingo 17 de mayo de 2009, 23:59h

Pasó el Debate sobre el Estado de la Nación, y no necesitan los ciudadanos que se les insista en lo que ya saben, es decir, que el estado de la nación es pésimo sin duda en lo económico, que es lo más grave, pero también y cada vez peor en lo territorial, y apunta serias inquietudes en aspectos básicos de la cohesión social. Esto último es más complejo, pero puede generar inquietantes desarrollos a muy corto plazo. Lo cierto es que, pese a la intensidad y todo hay que decirlo, incluso eficacia, de la propaganda oficial, a medida que pasan los días se va haciendo inocultable que Rodríguez Zapatero no ganó el debate parlamentario, y que las posibilidades de que, antes incluso de que llegue el debate presupuestario, es decir, este mismo año, se produzca la censura parlamentaria –que ya se habría producido, de no ser preciso constitucionalmente el candidato alternativo– han crecido de manera sensible.

Consolidado –ahora ya puede afirmarse con datos y certeza, en particular desde los extraordinarios resultados, contra tantos pronósticos, en su tierra gallega– Mariano Rajoy al frente del PP, regresada Esperanza Aguirre a la completa disciplina de la cúpula del partido, informado ya Alberto Ruiz-Gallardón de que sus ambiciones –legítimas, como las de cualquiera– deberán por lo menos esperar, y esperar bastante, en la cúpula de Génova se prepara cuidadosamente una estrategia que se pondría en marcha al minuto siguiente de que el mes próximo el PP propinase al PSOE, en las urnas europeas, la primera derrota electoral nacional desde 2004. A pocas semanas ya de las urnas, todas las encuestas, incluso las internas que manejan en Ferraz, otorgan la mayor probabilidad a un resultado favorable al PP, con entre 2 y 4 escaños de ventaja, lo que con toda evidencia no sería atribuible a los candidatos en liza sino a un sensible desplazamiento de la opinión pública.

Si ese resultado se produce, sería de toda evidencia que el triunfo habría de anotarse no en el haber del candidato popular, sino de Mariano Rajoy. Cualquiera es consciente de que Mayor Oreja, con todos sus méritos, que no son escasos, no es, ni de lejos, un Núñez Feijoo. Como de igual manera la derrota pasaría al “debe” de Rodríguez Zapatero y no del excelente intelectual e irregular político López Aguilar, con toda evidencia enviado a esas urnas en papel de “chivo expiatorio”.

Lo cierto es que Mariano Rajoy ha recuperado una interlocución eficaz con los partidos nacionalistas moderados, y no sólo porque estos hayan descubierto los engaños a que les sometían desde La Moncloa, sino también por méritos propios del presidente del PP. Bien es cierto que en todo ese escenario, en el que, por vez primera desde hace cinco años, apuntan señales alentadoras para el partido mayoritario de la oposición, subsisten dos temas inquietantes, el peor de ellos, la línea Camps del llamado caso Gurtel, pero también, por otras razones, la necesidad de resolver la incómoda situación de gestión –eso sí, y es importante advertirlo, no de salud y seguridad en los parámetros económicos, perfectamente ortodoxos– a que sucesivos patinazos políticos han llevado a la cuarta entidad financiera española y columna vertebral de la principal Comunidad Autónoma del PP, esto es, Caja Madrid.

Empieza una nueva etapa

Conviene decir que en Génova hay el convencimiento de que Rajoy tiene tomadas todas las decisiones, y el calendario, para dar solución ortodoxa a ese problema, y que su decisión será acatada igualmente por Esperanza Aguirre que por Ruiz-Gallardón. No ha trascendido quién va ser el sucesor de Miguel Blesa al frente de Caja Madrid, pero es probable que Rajoy tenga ya decidido el nombre y es seguro que, con Esperanza Aguirre –persuadida ya de que, como decía el famoso torero cuando sus espantás, “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”– no encontrará obstáculos. En definitiva, y contra lo que podía parecer o esperarse unos meses atrás, todas las señales indican que Mariano Rajoy ha conseguido, dentro del PP, dejar de ser el dirigente que llegó por “dedazo” de su predecesor, y ha cobrado identidad y fuerza propias, con firme decisión además de ejercer ese liderazgo. De confirmarse estas circunstancias, por supuesto cambia la posición del PP, pero cambiaría también el escenario general de la política del país. Mañana mismo, si fuera necesario, Rajoy podría sentarse a hablar sin recelos con prácticamente todos los dirigentes nacionalistas, incluso con el líder del PNV, Urkullu, y todos ellos le otorgarían, sin duda, mucho más crédito que a Rodríguez Zapatero, aunque sólo fuera por tantos motivos que les sobran para sentirse engañados por el actual inquilino de La Moncloa.

Empieza una nueva etapa, un segundo acto si se quiere, agotado el que levantó el telón en 2004, en el teatro de la política española, y sin la menor duda, con un Mariano Rajoy que ha cambiado de personaje. No sólo él, porque han cambiado los papeles que juegan casi todos los principales personajes del drama, o de la comedia, como se prefiera. Habrá que estar atentos a las jugadas, que van a ser muchas y complejas en los próximos meses.

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