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7-J

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miércoles 27 de mayo de 2009, 09:14h
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, acaba de decir que las elecciones europeas deben entenderse como una especie de “moción de censura” contra el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Lo ha hecho jaleada por Aleix (Alejo, como a él le gusta que le llamen, al menos en público) Vidal-Quadras, ese político de toda la vida que mandaron a Europa en su día porque en Cataluña era un incordio y un problema.

Por su parte, cada día el PSOE machaca a la audiencia con una campaña televisiva que en absoluto contiene propuestas o ideas, sino más bien un apocalíptico toque de atención sobre la derecha de toda la vida y las actitudes reaccionarias de los políticos y votantes que en el mundo hay: “No es lo que dicen, es lo que van a votar”, aseguran.

Entretanto, las encuestas hablan de una abstención cercana al 60 por ciento, aunque me barrunto que aún será mayor.

Nos dicen: el 80 por ciento de la legislación española está condicionada por lo que se legisla en Europa; y es verdad. Y, por mencionar algo práctico, sólo una cuarta parte de las ayudas, subvenciones y oportunidades de negocio que generan las instituciones de la Unión, es aprovechada por las empresas, los emprendedores, los autónomos españoles, simplemente porque las desconocen y/o no tienen tiempo ni ganas de enfrascarse en el fárrago burocrático que precede a un eventual aprovechamiento; eso también es verdad. Pero quienes informan de todo esto, son los mismos que han convertido esta campaña electoral en una especie de falso plebiscito nacional.
Claro que les importa lo que suceda en Europa, faltaría más; pero una de dos: o dan por hecho que al personal le trae sin cuidado y no tenemos remedio, o les da igual con tal de utilizar cualquier cosa para leerlo todo en clave doméstica y de ataque al adversario. Y se equivocan.

Como escribe un conocido economista y genial divulgador, la estupidez humana es infinita, pero el número de estúpidos es limitado y puede ser modificado. Claro que nos interesaría saber en qué afecta a nuestra vida cotidiana lo que sucede en Europa, pero alguien debiera molestarse en explicarlo con palabras que entendamos los más listos y los menos avispados. Claro que iríamos a votar si se nos pidiera algo más que un cómplice acto de fe que, como todo el mundo sabe, es creer en lo que no se ve. Pero si de lo que se trata es de dar nuestra confianza o nuestra reprobación a unos y otros sin matiz alguno, por adhesión o por miedo, eso ya lo hacemos aquí cada cuatro años. Y ya nos cuesta un esfuerzo.
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