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Edipo: la síntesis de Mendoza

sábado 30 de mayo de 2009, 12:28h
Hasta el 28 de junio se representa en las Naves del Español un nuevo montaje de “Edipo” protagonizado por Eusebio Poncela y dirigido por Georges Lavaudant. El escritor Eduardo Mendoza ha fundido “Edipo rey”, “Edipo en Colono” y “Antígona” con un extraordinario trabajo. Las complicadas intrigas de Sófocles, resultan claras en esta versión de prosa impecable.
Hace unas semanas Pandur dirigió en el mismo espacio “Hamlet” con una apabullante escenografía que se tragaba el texto y el denodado trabajo de los actores. Lavaudant ahora se va a la orilla opuesta. Lo suyo es el minimalismo, la luz, la interpretación y el texto. Y, creo, el resultado es más redondo.

Inspiración expresionista

El director apenas sugiere un viejo cine rodeado de asientos. Los juegos de luces y sombras, el hieratismo que impone a los actores, los movimientos y la casi ausencia de color en el vestuario nos remiten al expresionismo cinematográfico alemán. Desentonan algunas proyecciones, salvo que su contenido sea críptico y al alcance sólo de algunos iniciados. Yo no estoy entre ellos. También resulta extraña la lentitud en las mutaciones cuando apenas hay escenografía. Pero la propuesta es muy atractiva, destila talento y, sobre todo, trabajo.

Una saga trágica
Comienza la versión de Mendoza con el descubrimiento por parte de Edipo de su terrible destino. Cegado por sí mismo emprende el exilio. Sigue ante las puertas de Tebas de donde quiere arrancarle uno de sus hijos traidores para que le ayude a recuperar el trono. Muere Edipo fuera de su patria y, en la parte final, asistimos a otra tragedia, la de su hija Antígona. Los oráculos siempre se cumplen. Los dioses manejan a los humanos como marionetas o estos son tan prepotentes que sucumben víctimas de su orgullo y sus propias acciones.

Tres actores
Me gustó más, en conjunto, la interpretación masculina. Y, de entre todo el elenco, tres actores. Críspulo Cabezas es una sorpresa. El joven actor resiste el buen hacer de los mayores y demuestra que es un talento a tener en cuenta de aquí en adelante. Pedro Casablanc está bien en casi todos sus trabajos. Aquí es un potente Creonte transitando entre el engaño y su ambición, acabando dolorosamente derrotado Y Eusebio Poncela.

No se prodiga en el teatro. Pero creo que su Edipo es el mejor trabajo de su Carrera. Contenido, intenso, derrotado pero no humillado, el suyo es un ejercicio de interpretación que hipnotiza. Su transición desde la desesperación al conocer su destino, al orgullo herido del destierro es escalofriante. Cuando el actor –y el personaje- desaparecen de escena para la coda de Antígona, el espectáculo se resiente. A mí me sobró esa tercera historia o, tal vez, me faltó Poncela en ella.

“Edipo” es una propuesta muy seria para amantes del teatro a los que no pese estar dos horas y media sentados. Quienes busquen columnas griegas, capiteles o estética “peplum”, no lo hallarán en las Naves.
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