¿A quién votar?

A falta de una semana para la celebración de las elecciones europeas las encuestas pronostican que un 60 por ciento de los españoles con derecho a voto se quedará en su casa y despreciará ostensiblemente la convocatoria para elegir a sus representantes en Bruselas.

La escasa conciencia europeísta que existe no sólo en España sino en la mayor parte de los países que conforman la Unión habla de cómo es la “nueva Europa”, menos sensible a la necesidad de hacer cosas en común que la que emergió después de la segunda guerra mundial. Ni siquiera la crisis económica que asola industrias, empresas y entidades financieras sirve de acicate para intentar construir entre todos una Europa más fuerte y sobre todo más creíble.
El desapego que muestran los ciudadanos por lo que hacen nuestros políticos en las instituciones comunitarias tiene que ver con la desinformación de lo que allí se cuece pero también con la sensación de que a Europa van los políticos que ya están amortizados en cada una de las circunscripciones nacionales por las que se presentan.

Constatado el hecho de que las elecciones europeas no excitan a nadie hasta el extremo de renunciar a un domingo soleado de campo, hay que añadir que las campañas que están haciendo los distintos partidos políticos ayudan a desincentivar las ganas de ir a las urnas.

Al menos en España esta campaña es una permanente agresión a la ciudadanía. Los vídeos, la simpleza de los mensajes, las mentiras burdas, los insultos y la nueva y anunciada presencia del clan de chupópteros de la ceja aliados con los sindicatos en una nueva versión de “El amor en los tiempos del cólera” – aquí habría que decir “en los tiempos de crisis” – hacen que no sepa uno si debe ir a votar a favor o en contra de alguien, pero en cualquier caso ir a votar.

El partido de la abstención gana adeptos y alguien deberá tenerlos en cuenta alguna vez si quiere recuperarlos para un proyecto ilusionante.